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Cambios en el panorama vinícola internacional

La caída de ventas de vino de EE UU a Canadá en un -82,2% abre grandes oportunidades para el resto de productores

Rafael del Rey, CEO en Del Rey AWM (Analysts of Wine Markets)

01/11/2025
La abrupta reducción del 82% en las ventas de vino estadounidense a Canadá está redefiniendo el comercio del sector. Chile, Nueva Zelanda y Francia lideran la nueva ola de países que aprovechan este vacío comercial, mientras el propio Canadá enfrenta una paradoja: exporta más vino del que parece producir.

Un mercado en expansión que se reconfigura

Según los datos recabados por Del Rey AWM, Canadá ha consolidado en los últimos años un papel destacado como uno de los mercados más dinámicos en el consumo e importación de vino a nivel mundial. En un contexto de crecimiento sostenido del consumo —que supera los cinco millones de hectolitros anuales—, el país depende ampliamente de las importaciones para satisfacer la demanda interna.

Sin embargo, el panorama comercial cambió abruptamente en 2025. Entre febrero y agosto, las exportaciones de vino de Estados Unidos a Canadá cayeron un 82,2% en valor y un 60,8% en volumen. El retroceso, equivalente a una pérdida de 257 millones de dólares canadienses en apenas siete meses, se atribuye en gran medida a las tensiones comerciales entre ambos países tras las nuevas medidas arancelarias impuestas por la administración Trump a comienzos de año.

La consecuencia fue inmediata: el mercado canadiense, lejos de reducir su consumo, redirigió su demanda hacia otros proveedores internacionales. Naciones como Chile, Nueva Zelanda y Francia lograron posicionarse como los grandes ganadores de este nuevo equilibrio comercial.

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Una ecuación que no cierra: Canadá importa, consume y… exporta

Cifras de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV) muestran que Canadá produce alrededor de 0,7 millones de hectolitros anuales, pero consume más de 5 millones, una brecha estructural que solo puede compensarse mediante importaciones. En promedio, el país importa cerca de 4,1 millones de hectolitros por año, con un valor de 2.800 millones de dólares canadienses, lo que refleja un incremento del 16,5% desde 2017.

Lo curioso es que, a pesar de su escasa producción, Canadá también exporta vino: unos 2 millones de hectolitros anuales, de los cuales el 99% tiene como destino Estados Unidos y se envía mayoritariamente en formato a granel. Este fenómeno genera desconcierto entre los analistas, ya que las cifras oficiales sugieren que el país exporta más vino del que podría producir, considerando su balance de producción e importación.

La hipótesis más aceptada apunta a que parte de las exportaciones canadienses podrían corresponder a operaciones de reexportación o mezclas industriales de bajo costo, aprovechando acuerdos logísticos y fiscales con Estados Unidos. Como refiere la propia OIV en su informe ‘The Role and Relevance of Re-exportation Hubs’ las estadísticas canadienses presentan inconsistencias notables en relación con el origen y destino real de ciertos volúmenes.

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El derrumbe estadounidense y la oportunidad para otros

El dato más impactante del año proviene del derrumbe de las ventas de vino estadounidense a Canadá. De acuerdo con datos oficiales, entre febrero y agosto de 2024 Estados Unidos exportó 33 millones de litros de vino a su vecino del norte; en el mismo período de 2025, la cifra cayó a apenas 12,9 millones.

En términos de valor, la contracción fue aún más drástica: de 312 millones de dólares canadienses a solo 55,5 millones. El mercado canadiense, lejos de contraerse, absorbió rápidamente ese vacío a través de otros proveedores, reconfigurando su mapa de importaciones.

Las cifras lo confirman:

  • Chile incrementó sus exportaciones a Canadá un 22% en valor y un 37,8% en volumen.
  • Nueva Zelanda logró un 31% de aumento en valor y un impresionante 42,4% en volumen.
  • Francia, ya líder en valor, consolidó su presencia con un 19% de crecimiento.
  • Italia y España también aprovecharon el nuevo escenario, con alzas del 9 y 16% respectivamente en volumen.

La diversidad de proveedores refleja un mercado más competitivo y diversificado, donde las preferencias del consumidor canadiense parecen orientarse hacia vinos de origen europeo y del hemisferio sur, frente a las etiquetas estadounidenses que perdieron atractivo por su encarecimiento arancelario y la incertidumbre política.

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El precio también cambia el tablero

Pese a la reducción de los volúmenes importados —de 4,1 a entre 3,7 y 3,9 millones de hectolitros en 2025—, el valor total de las importaciones siguió creciendo. Esto se debe a un aumento sostenido del precio medio por litro, que pasó de 5,84 dólares canadienses en 2017 a 7,33 dólares en 2025, un salto del 25% en ocho años.

El segmento más dinámico sigue siendo el de vinos tranquilos embotellados, que representan dos tercios del total importado y casi el 95% del valor comercial. El vino a granel, en cambio, aporta apenas el 4% del valor, aunque mantiene relevancia estratégica en volumen.

Este incremento de precios se explica tanto por la inflación internacional en costos logísticos y de insumos como por el cambio en la composición del consumo: el comprador canadiense medio se orienta cada vez más hacia vinos de mayor calidad y origen certificado, especialmente de Francia, Italia y Nueva Zelanda.

La incógnita de las exportaciones canadienses

El otro lado de la historia se encuentra en las exportaciones canadienses, que también sufrieron el impacto de las tensiones con Estados Unidos. Entre febrero y agosto de 2025, las ventas de vino canadiense al exterior —casi todas dirigidas al mercado estadounidense— se redujeron 22,7% en volumen y 6,7% en valor. El precio promedio del vino exportado, de apenas 0,65 dólares canadienses por litro, refleja la naturaleza del producto: vino a granel de bajo costo.

Conclusión: cuando una crisis abre una oportunidad

En síntesis, el comercio del vino en Canadá ofrece en 2025 una lección clara sobre la interdependencia y la rapidez con que puede transformarse el equilibrio global. La caída de las exportaciones estadounidenses, motivada por tensiones políticas, generó un vacío que fue ocupado con agilidad por otros actores del mercado.

Chile, Nueva Zelanda y Francia emergen como los grandes beneficiarios de esta reconfiguración, mientras que Canadá, pese a su papel ambiguo como exportador, sigue consolidándose como un mercado estratégico de alto valor para el vino mundial.

En un mundo cada vez más interconectado, el caso canadiense demuestra que los consumidores y los productores no esperan a que la política se acomode: el comercio, como el vino, encuentra siempre su cauce.

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