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Un proyecto familiar que reivindica la memoria vitivinícola de l’Anoia

Pla de Morei: la pasión por devolver el vino a la tierra de la que nunca debió irse

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En noviembre, desde Eneo tuvimos la oportunidad de recorrer la finca de Pla de Morei —en la Torre de Claramunt, en la comarca de l’Anoia (Barcelona)— gracias a su directora, Mercè Sangüessa, que nos recibió con una hospitalidad plena, dispuesta a compartir historia, emoción y compromiso. Allí descubrimos un proyecto vitivinícola con alma propia, nacido del deseo de rescatar la memoria agraria de una tierra olvidada, devolverle su identidad y transformarla en vino.

De memoria familiar a proyecto de resurrección

Cuando se recorre la finca de Pla de Morei no solo se observa un paisaje vitivinícola, sino también una historia de vida, de recuperación de raíces. Nada más llegar, Mercè nos acompaña al mirador desde donde se divisan 22 hectáreas de viña. La luz de noviembre pinta las hojas de tonos ocres. Dentro, una mesa de cata espera con coca artesana y tres copas alineadas: blanco, tinto y sorpresa...

Pla de Morei se ubica en la Torre de Claramunt, en la comarca de l’Anoia (Barcelona), haciendo frontera con dos zonas vitícolas catalanas importantes...

Pla de Morei se ubica en la Torre de Claramunt, en la comarca de l’Anoia (Barcelona), haciendo frontera con dos zonas vitícolas catalanas importantes: el Penedès y el Bages.

“Mi suegro siempre me decía: 'Mercè, no plantarás nunca tanta viña como la que yo arranqué'. ¡Ay, qué pena!”, recuerda emocionada la actual propietaria de la bodega.

La comarca de l’Anoia, hasta mediados del siglo XX, albergaba extensiones importantes de viñedo, pero las pedregadas sucesivas, las heladas y la presión industrial forzaron a muchas familias a abandonar el cultivo de la vid.

Fue a principios de los años 90 cuando Mercè Sangüessa y su marido decidieron rendir homenaje a esa generación que lo perdió todo: “Pusimos viña otra vez como un homenaje a los abuelos, como un homenaje a la zona, y lo hicimos pensando en crear algo pequeño”.

Viticultura ecológica y resiliencia frente al clima: una lección diaria desde la viña

En 1994 plantaron su primera parcela de seis hectáreas de Merlot, apostando desde el inicio por la agricultura ecológica, que se hizo efectiva en 1197 Primero, trabajaban para otras bodegas y más tarde, empezaron a elaborar sus propios productos.

¿La apuesta ecológica estuvo clara desde el principio? “Sí”, afirma rotundamente Mercè. “Nos parecía lo lógico: cuidar la tierra, no ponerle venenos…”, señala. Y eso es lo que hacen. En el día a día del campo, su filosofía ecológica se traduce en decisiones muy concretas. No utilizan herbicidas ni pesticidas químicos, y apuestan por un manejo respetuoso del suelo, con laboreo suave y cubiertas vegetales que protegen la biodiversidad y mejoran la estructura del terreno. “No se trata solo de no contaminar, sino de cuidar activamente la salud de la viña”, afirma Mercè.

Mercè Sangüessa nos atendió en su bodega
Mercè Sangüessa nos atendió en su bodega.

El control de plagas se realiza mediante técnicas naturales, como el uso de feromonas para confusión sexual, y la fertilización se basa en compostaje orgánico propio. También se preocupan por adaptar la poda y el manejo de la vegetación a cada añada, observando las señales de la planta. “La viña te habla, y hay que saber escucharla. Cada año es distinto, y eso también es lo bonito”, apunta.

Esta atención constante les ha permitido mantener un equilibrio natural en el viñedo, sin necesidad de intervenciones agresivas, y obtener una uva de calidad, sana y fiel al entorno que la acoge. Pero este compromiso les ha requerido constancia y aprendizaje continuo, especialmente ahora, con los cambios bruscos que se están viviendo en el campo debido al cambio climático: “Cada año vendimiamos antes. El calor aprieta y hay que estar muy atentos. La viña te enseña, pero no te perdona”, comenta preocupada.

Los efectos del cambio climático ya no son una posibilidad futura, sino una realidad con impacto directo sobre el viñedo. Las olas de calor cada vez más frecuentes, la escasez de lluvias y las alteraciones en los ciclos vegetativos obligan a adaptar tanto las prácticas agrícolas como las decisiones enológicas. “El estrés hídrico nos condiciona. No solo por la falta de agua, sino por cómo reacciona la planta cuando las temperaturas son extremas”, explica Mercè. En Pla de Morei han tenido que ajustar las fechas de poda, avanzar las vendimias y trabajar con mayor agilidad durante los picos de maduración para no perder acidez ni frescura.

Además, el riesgo de plagas se ha incrementado, ya que los inviernos más suaves no permiten cortar el ciclo de muchas especies. “Tenemos que estar muy encima del campo, observar mucho y reaccionar rápido. Y eso implica tiempo, formación y estar en contacto con otros agricultores para compartir soluciones”, subraya.

A pesar de las dificultades, no pierden el ánimo: el enfoque ecológico les ha dado herramientas para resistir y, sobre todo, una red de conocimiento compartido que les permite afrontar los nuevos desafíos con más resiliencia.

El carácter del terroir

La finca se ubica en una zona de terroir singular, con suelos de arcilla roja, mucha piedra y caliza, con viñas que se ubican hasta a 450 m de altura. “Es una tierra muy roja, muy arcillosa, con mucha cal, con mucha piedra. Esto hace que las viñas no sean muy productivas, pero hacen un vino muy especial”, señala Mercè. “La baja producción por cepa se traduce en mayor concentración y expresión del fruto”, añade.

El clima, con diferencias térmicas acusadas entre día y noche, y la altitud también contribuyen a dar forma a un perfil de vinos con buena acidez, mineralidad y una expresión clara del entorno. “La tierra se nota en la copa. Se nota esa salinidad, esa frescura…”, dice Mercè.

Desde el inicio, Pla de Morei trabaja únicamente con viña propia. “Todo lo que elaboramos es uva de casa. Nosotros cultivamos, elaboramos y vendemos. Hacemos todo el proceso”, nos explica la propietaria. Y precisamente esta filosofía los sitúa como productores de vino de finca, estando actualmente reconocidos dentro de la DO Catalunya con el distintivo ‘Catalunya Vinyeró’, reservado a pequeños elaboradores que controlan todo el ciclo productivo.

Entre las muchas variedades cultivadas en las más de 80 hectáreas con las que trabaja Pla de Morei (50 de ellas, propias) encontramos Garnacha, Merlot, Tempranillo, Mandó, Chardonnay… Y también apuestas poco comunes como el Incrocio Manzoni, una variedad italiana que plantaron como experimento y que elaboran fuera de DO: “Para nuestra sorpresa, con esta variedad elaboramos un vino muy bonito, uno de los más especiales”, comenta.

La mayoría del terreno de la finca es calcáreo y de textura franco arenosa-arcillosa, permeable
La mayoría del terreno de la finca es calcáreo y de textura franco arenosa-arcillosa, permeable.

En este sentido, Pla de Morei apuesta por vinos accesibles pero con carácter, elaborados con respeto al producto y sin intervenciones excesivas. “Queremos que los vinos tengan fruta, que sean sutiles. No buscamos potencia, sino equilibrio”, subraya. Para lograrlo, trabajan con materiales diversos como barricas grandes de 500 litros, ánforas y cubos de piedra. “No utilizamos mucha madera. Queremos que se note la uva, no la barrica”, apunta.

Entre sus gamas destacan ‘Filigrana’ (blanco y tinto), ‘Seial’ (blanco con crianza), ‘Mirador’ (tinto con madera) o la línea monovarietal ‘Riu de Gost’.

Mercè nos enseñó todas las instalaciones, inauguradas en 2018, año en el que se realizó la primera vendimia de Pla de Morei...

Mercè nos enseñó todas las instalaciones, inauguradas en 2018, año en el que se realizó la primera vendimia de Pla de Morei.

Una identidad que rinde homenaje a la industria papelera

El paisaje de Pla de Morei está marcado también por la industria papelera, una actividad que dejó una profunda huella en la zona. Lejos de ignorarlo, decidieron integrarlo en su relato y en su marca. “Todos los nombres de nuestros vinos provienen del mundo del papel”, explica Mercè. ‘Filigrana’, por ejemplo, remite a la marca de agua que identifica un papel de calidad, un símbolo de autenticidad y tradición. Esta elección no es casual: refleja el vínculo entre el paisaje agrícola y el industrial que define l’Anoia.

Mercè Sangüessa, directora del proyecto, en las parcelas ubicadas alrededor del Río de Gost...
Mercè Sangüessa, directora del proyecto, en las parcelas ubicadas alrededor del Río de Gost, zona con un terroir marcadamente calcáreo que aporta mayor acidez y mineralidad a los vinos.

Más allá de la viña: el futuro pasa por la diversificación

El paisaje de Pla de Morei está profundamente marcado por la industria papelera, una actividad que durante décadas definió la economía y la estética de l’Anoia. Lejos de borrar esa huella, Mercè y su familia han decidido integrarla como parte fundamental de la identidad del proyecto. “Aquí, en cada rincón, hay una antigua papelera. Ha sido parte del paisaje de siempre”, explica.

Por eso, todos los nombres de los vinos de Pla de Morei remiten al mundo del papel: ‘Filigrana’, ‘Riu de Gost’, ‘Seial’, ‘Mirador’… Cada uno de ellos evoca un elemento vinculado al proceso artesanal de fabricación o a las herramientas y términos del sector. “Filigrana es como la marca de agua de un papel de calidad. Algo delicado, que identifica, pero que no se ve a simple vista”, detalla Mercè con orgullo. También ‘Riu de Gost’, que hace referencia al cauce del río donde se lavaban los paños que luego se convertían en papel, es un guiño directo al entorno natural e industrial de la zona.

Este homenaje no es solo simbólico: también es geográfico y emocional. Las antiguas fábricas, los canales y la memoria obrera de las familias que vivieron del papel forman parte de la historia de Pla de Morei. “Nos parecía bonito recuperar ese lenguaje y trasladarlo al mundo del vino. Es una forma de explicar de dónde venimos”, resume Mercè.

Desde sus inicios en el año 1997, Pla de Morei hizo una apuesta clara por la agricultura ecológica...
Desde sus inicios en el año 1997, Pla de Morei hizo una apuesta clara por la agricultura ecológica, convirtiéndose en uno de los viticultores ecológicos pioneros de la zona.

La bodega: funcionalidad y acogida

La construcción de la bodega no fue inmediata. Ya en 2009, Mercè y su marido tenían en mente levantar su propia bodega, un espacio donde poder vinificar en casa y cerrar el círculo del proyecto. Sin embargo, la crisis económica y las prioridades familiares postergaron aquel sueño. “Teníamos muchas ganas, pero también mucho respeto. No queríamos endeudarnos sin garantías, y preferimos esperar el momento adecuado”, recuerda.

Esa espera se alargó casi una década, hasta que en 2018 inauguraron finalmente las instalaciones de Pla de Morei: un edificio funcional, integrado en el paisaje y con una filosofía muy clara. “No queríamos hacer un templo al vino, sino una casa para nuestros vinos, para nuestra manera de hacer”, afirma Mercè con convicción.

Con una producción de 24.000 botellas anuales, el objetivo de la bodega es alcanzar las 50.000 y hacerlo sin perder su esencia. “Queremos crecer, pero con sentido. No hacer más por hacer, sino para vivir de esto con dignidad”, afirma.

Además, entre sus planes está seguir colaborando con otras bodegas, explorar nuevas técnicas de elaboración y consolidar el enoturismo como vía de divulgación y comercialización. “Queremos que nuestros vinos estén en muchas mesas, que la gente los disfrute, que sepan que están hechos aquí, con nuestras manos, con nuestra tierra”, concluye.

Y es que más allá del espacio de producción, el edificio acoge también catas, visitas guiadas, maridajes con productos locales y actividades de hostelería en verano. “Nos gusta que la gente venga, que vea y entienda lo que hacemos. Que no sea solo una copa de vino, sino una experiencia”, insiste.

El proyecto está basado en el máximo respeto a la uva, realizando una mínima intervenció en todo el proceso
El proyecto está basado en el máximo respeto a la uva, realizando una mínima intervenció en todo el proceso.

¿Y el futuro?

El entorno de la finca no se limita a la vid. En las tierras de Pla de Morei también se cultivan cereales —como trigo y cebada, rotando los cultivos para favorecer la salud del suelo—, y disponen de un huerto para el autoconsumo de la familia. Además, de cara a los próximos años, contemplan la plantación de olivos, con el objetivo de diversificar su producción y cerrar el círculo agroalimentario con aceite propio, siempre bajo criterios ecológicos.

En este camino, la sostenibilidad es mucho más que una etiqueta: es el eje vertebrador del proyecto. Uno de los grandes desafíos es la gestión del agua en un entorno cada vez más seco. Por eso, participan activamente en una comunidad de regantes del Penedès que impulsa el uso de aguas regeneradas procedentes de depuradoras urbanas, una iniciativa innovadora que busca dar respuesta a la escasez hídrica sin comprometer el entorno. “La agricultura ecológica es muy exigente. Tienes que pensar en todo: la biodiversidad, el suelo, el agua… Pero creemos que vale la pena”, afirma Mercè con convicción.

Y es que si algo queda claro tras visitar Pla de Morei es que en cada copa de sus vinos se saborea el esfuerzo silencioso de quienes creen en hacer las cosas bien, con tiempo, con respeto y con las manos manchadas de tierra. Porque como dice Mercè, “la viña te enseña… y si la escuchas, no solo te da fruto. Te da sentido”.

La elaboración en bodega está diseñada bajo el principio de gravedad
La elaboración en bodega está diseñada bajo el principio de gravedad.
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