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Unas diez almazaras procesan cerca del 46% del total de aceitunas molturadas, lo que revela un grado creciente de concentración productiva

Los lagares portugueses: una imposición del campo a la agroindustria

Juan Vilar Consultores Estratégicos18/11/2025
En las dos últimas décadas, la olivicultura portuguesa ha experimentado un cambio estructural sin precedentes. Lo que antes era un cultivo tradicional y con una presencia secundaria en el mapa mediterráneo, hoy se ha transformado en un sector moderno, productivo y competitivo a nivel internacional. Portugal ha pasado de ser un actor modesto a convertirse en el sexto país productor mundial de aceite de oliva, con 380.880 hectáreas de olivar en 2024, equivalente al 6,12 % de la superficie europea. Este avance responde tanto a políticas de modernización como a la incorporación de nuevas tecnologías, el aprovechamiento del regadío y la expansión territorial, con especial protagonismo de la región del Alentejo, verdadero motor de esta revolución agrícola.
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Transformación agrícola: tradición frente a modernidad

El desarrollo de la olivicultura portuguesa se asienta en la tensión entre tradición y modernidad. Por un lado, sobreviven los olivares tradicionales de baja densidad, con marcos amplios, rendimientos modestos y un fuerte arraigo cultural en regiones como Tras-os-Montes, Beira Interior y Algarve. Por otro, crecen con fuerza los sistemas modernos en seto y copa, altamente mecanizados y de alta densidad, que han triplicado la productividad en apenas veinte años.

La modernización ha elevado el rendimiento medio a 2,1 toneladas por hectárea, una cifra que triplica la registrada a principios de siglo y que coloca a Portugal entre los países más eficientes del mundo. Este salto productivo está vinculado a la expansión del regadío, que ya cubre el 58% de la superficie olivarera, especialmente gracias a infraestructuras como el embalse de Alqueva, el mayor lago artificial de Europa Occidental.

Expansión territorial y concentración geográfica

El crecimiento de la superficie olivarera en Portugal ha sido notable: de unas 290.000 hectáreas en 2010 se ha pasado a casi 381.000 en 2024. Esta expansión ha seguido un patrón geográfico desigual, concentrándose en Alentejo (53,5% del total), seguido de Tras-os-Montes (21,4%), Beira Interior (12,4%) y Ribatejo e Oeste (5,9%).

Mientras que en Tras-os-Montes y Beira Interior predomina el olivar tradicional, Alentejo ha liderado la reconversión hacia sistemas intensivos y modernos. Allí se concentra el mayor número de grandes plantaciones y almazaras industriales, lo que ha permitido alcanzar rendimientos elevados y costes más competitivos. Esta evolución geográfica refleja, a su vez, un modelo dual de desarrollo: el norte más ligado a la tradición y el sur orientado a la producción intensiva y tecnificada.

Modernización tecnológica en el campo y en la industria

La modernización portuguesa no se limita al campo, sino que alcanza también a la fase industrial. En las almazaras, la introducción de maquinaria avanzada, sistemas automatizados y procesos digitales ha transformado la producción. Hoy, el 91 % del aceite producido en Portugal es virgen o virgen extra, lo que refleja una clara orientación hacia la calidad.

El número de almazaras, sin embargo, ha disminuido: de 506 en 2013 a 462 en 2023, una caída del 8,7%. Esta reducción responde al cierre de pequeñas instalaciones familiares y al auge de grandes plantas industriales, que concentran buena parte de la molturación nacional. De hecho, unas diez almazaras procesan cerca del 46% del total de aceitunas molturadas, lo que revela un grado creciente de concentración productiva.

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Estas grandes instalaciones, altamente tecnificadas, destacan por su capacidad para procesar volúmenes masivos en poco tiempo, reduciendo la oxidación y asegurando la trazabilidad. La orientación empresarial se ha dirigido hacia la integración vertical: muchas grandes explotaciones incluyen su propia almazara, lo que permite un control absoluto de la cadena de valor y una mejora en la calidad final del producto.

La dualidad del sector: grandes almazaras frente a explotaciones tradicionales

El dinamismo portugués oculta una tensión estructural clave: la coexistencia de dos modelos opuestos.
  • Grandes almazaras industriales: poseen capital, tecnología y capacidad exportadora. Se benefician de economías de escala, acceden a mercados internacionales y concentran inversiones en innovación y marketing.
  • Pequeñas y medianas almazaras tradicionales: representan el tejido cultural y social de las zonas rurales, pero enfrentan dificultades para competir. Sus limitaciones financieras, la escasa modernización y la dificultad de acceder a mercados globales las colocan en riesgo de desaparición.
Esta dualidad no es solo económica. También tiene implicaciones sociales y culturales. Las almazaras familiares custodian saberes ancestrales, variedades autóctonas y técnicas sostenibles que enriquecen la biodiversidad. Su desaparición supone pérdida de patrimonio, homogeneización de la producción y riesgo de despoblación rural.

Impacto social y cultural

El avance de las grandes almazaras ha transformado el empleo en el campo. Se han generado puestos técnicos y especializados, pero al mismo tiempo se han reducido los empleos agrícolas tradicionales. Esto ha impulsado la emigración rural, sobre todo de jóvenes, debilitando el tejido social de las comunidades.
El cierre de explotaciones familiares también afecta al patrimonio agroecológico. Muchas variedades locales de olivo y técnicas tradicionales están en riesgo de desaparecer, lo que empobrece la diversidad genética y cultural del país. El paisaje portugués, marcado por siglos de olivicultura artesanal, se enfrenta a la amenaza de la homogeneización y la pérdida de identidad.

Portugal en el contexto global

El crecimiento portugués debe entenderse dentro de una dinámica mundial. Hoy existen más de 11,7 millones de hectáreas de olivar en 66 países, y cada año se incorporan unas 177.000 hectáreas nuevas, en su mayoría bajo sistemas intensivos. La tendencia global es clara: mayor mecanización, riego y productividad, en detrimento de los sistemas tradicionales.

Europa sigue siendo el centro productor, pero países no mediterráneos como Estados Unidos, Australia, Brasil y Argentina están ganando peso. En este contexto, Portugal se beneficia de la transferencia tecnológica y de la creciente demanda global, especialmente en mercados emergentes.

En términos de consumo, mientras que en países mediterráneos se observa estancamiento o ligero descenso per cápita, en China, Brasil y Estados Unidos la demanda crece de manera sostenida. Este cambio ofrece oportunidades para Portugal, que puede posicionarse en nichos de mercado con aceites diferenciados, ecológicos y con denominación de origen.

Retos estructurales

A pesar del éxito alcanzado, Portugal enfrenta importantes desafíos:
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  1. Clima: el déficit hídrico y la recurrencia de sequías amenazan la estabilidad de la producción, lo que obliga a invertir en gestión eficiente del agua y diversificación de cultivos.
  2. Concentración productiva: el dominio de grandes almazaras genera eficiencia, pero pone en riesgo la viabilidad de pequeñas explotaciones y la diversidad agroecológica.
  3. Volatilidad de costes y precios: el aumento en los insumos agrícolas y energéticos, unido a la volatilidad del mercado internacional, condiciona la rentabilidad de los productores.
  4. Homogeneización del producto: la estandarización puede debilitar la identidad del aceite portugués y reducir su capacidad para competir en segmentos de alto valor.
  5. Despoblación rural: la desaparición de pequeñas almazaras amenaza la cohesión social y territorial.

Oportunidades de futuro

Para consolidar su posición, Portugal debe apostar por:
  • Modernización inclusiva: políticas que faciliten el acceso a tecnología y financiación a pequeñas y medianas almazaras, reduciendo la brecha competitiva.
  • Cooperación sectorial: fortalecimiento de cooperativas y asociaciones que permitan a los pequeños productores acceder a economías de escala y a mercados internacionales.
  • Diferenciación: promoción de aceites de oliva con denominación de origen, producción ecológica y perfiles sensoriales únicos, que conecten con consumidores exigentes.
  • Economía circular: aprovechamiento de subproductos (orujo y alpeorujo) para biocombustibles, fertilizantes o cosmética, diversificando ingresos y reduciendo impacto ambiental.
  • Sostenibilidad social y territorial: integrar la olivicultura como motor de cohesión rural, preservación del paisaje y lucha contra la despoblación.

Conclusión

El crecimiento de la producción de aceitunas en Portugal constituye un caso paradigmático de transformación agrícola acelerada. El país ha sabido aprovechar la modernización, el riego y la tecnología para situarse en la élite mundial, consolidando una industria competitiva y orientada a la calidad.

Sin embargo, el avance no está exento de tensiones. La concentración en grandes almazaras ha generado eficiencia y proyección internacional, pero también ha erosionado el tejido rural y el patrimonio cultural. El gran reto portugués será equilibrar eficiencia con diversidad, modernización con tradición y competitividad con sostenibilidad.

El futuro del sector dependerá de la capacidad de integrar a todos los actores, fortalecer la cooperación, diferenciar el producto y consolidar políticas públicas inclusivas. Solo así Portugal podrá reafirmarse no solo como potencia olivícola, sino como referente mundial en sostenibilidad, innovación y preservación cultural en el ámbito agroalimentario.

Sin embargo, el avance no está exento de tensiones. La concentración en grandes almazaras ha generado eficiencia y proyección internacional, pero también ha erosionado el tejido rural y el patrimonio cultural. El gran reto portugués será equilibrar eficiencia con diversidad, modernización con tradición y competitividad con sostenibilidad.

El futuro del sector dependerá de la capacidad de integrar a todos los actores, fortalecer la cooperación, diferenciar el producto y consolidar políticas públicas inclusivas. Solo así Portugal podrá reafirmarse no solo como potencia olivícola, sino como referente mundial en sostenibilidad, innovación y preservación cultural en el ámbito agroalimentario.

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