La cooperativa Latxa Esnea innova para buscar valor añadido a la lana de oveja
La cooperativa Latxa Esnea sigue buscando formas de aprovechar la lana de sus ovejas, tras haberlo intentado con macetas y acolchados en suelos agrícolas. Fundada en 2011, esta agrupación de productores de ovino de leche está compuesta por 47 socios, pastores de ovejas de raza Latxa del País Vasco y Navarra. Mantienen la tradición en el manejo del rebaño y en la elaboración del queso de Denominación de Origen Idiazabal con la leche cruda exclusiva de sus ovejas, pero también están abiertos a explorar nuevas posibilidades de negocio.
Llevan tiempo tratando de darle una segunda vida a la lana, ya que en bruto supone un producto que actualmente no tiene salida en los mercados y es un residuo difícil de gestionar. “La lana está considerada como un residuo y requiere de una gestión especial: o para compostaje o para la planta de incineración para generación energética”, explica a Efeagro la técnica de la cooperativa Virginia Ortiz de Barrón.
Latxa Esnea comercializó la lana hasta 2016, cuando a raíz del veto a la importación en Rusia no pudo seguir haciéndolo y la lana acabó almacenada, generando sobrecostes, por lo que la cooperativa decidió participar en un proyecto para intentar darle valor añadido. La iniciativa, que obtuvo el premio a la innovación otorgado por Cooperativas Agroalimentarias en 2020, consistió en diseñar un producto piloto de plástico biodegradable a partir de colágeno y estudiar si su fabricación y su comercialización eran viables.

El acolchado evitó el desarrollo de otras hierbas, si bien su composición basada en colágeno con lana atraía como alimento a animales como el tejón, por lo que los socios han continuado trabajando y probado de manera efectiva la borra de café como repelente para evitar ese efecto. Por su parte, las macetas tienen suficiente durabilidad y se degradan de forma eficaz como semilleros en invernadero, a pesar de que hacen falta más estudios para ajustar su composición.
La técnica de Latxa Esnea destaca que se requiere más investigación para mejorar los prototipos, después de que en 2019 finalizara este proyecto financiado por el Gobierno vasco y el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (Feader). Buscan más diseños alternativos y ayudas económicas que les permitan continuar trabajando en las mezclas y las pruebas de campo porque los productos todavía no están listos para comercializar. Ortiz de Barrón no pierde la esperanza y está pensando la manera de llevar la lana al mundo de la moda, emplearla como fertilizante y hasta crear con ella cintas de balizamiento biodegradables para señalización.