30 años no es nada: la reconversión del sector
Cuando me llamaron para pedirme una colaboración en la revista ESTASER para conmemorar el número 400 de la misma, tuve, sobre todo, dos sensaciones algo contrapuestas. Por un lado, la alegría de que un medio tan cercano a nuestro sector y que tanto ha colaborado con nuestro empresariado haya llegado a esta cifra de publicaciones. Por otro, el sentirme ya veterano por haber estado ahí a lo largo de los 400 números publicados.
Mucho ha cambiado el sector en todo este tiempo. Desapareció el monopolio, “La Campsa” como la llamaban los empresarios de aquellos años, no fue una desaparición repentina como seguramente conste en los libros de historia, tuvimos que convivir bastante tiempo aún, si no con el ente administrativo, sí con muchas de sus prácticas. La llamada “red paralela”, que permitió la entrada de las primeras marcas extranjeras, dio paso a disfrutar de un mercado más libre y en ese momento muy apetitoso porque realmente todo estaba por hacer. Aparecieron las primeras tiendas a finales de los ochenta y sobre todo en los noventa. Recuerdo los titánicos esfuerzos por convencernos de que eso era el futuro, me viene a la memoria Salvador Font en una Feria del sector en Valencia tratando de explicar cómo había que diversificar el negocio y no pensar sólo en los combustibles y cómo algunos empresarios le contestaban con la frase que desgraciadamente se hizo famosa: “No somos tenderos, somos gasolineros”.
Afortunadamente, todo siguió su lógico curso y a finales del siglo pasado ya era un hecho la reconversión del sector y la consolidación de la red de estaciones de servicio española como una de las más modernas del mundo y, además, esto sí fue herencia del monopolio, cubriendo todo el territorio nacional sin sombras de desabastecimiento.
La red seguía creciendo a un ritmo constante pero moderado y los operadores entraban y salían del mercado según se realizaban o se frustraban sus expectativas y, mientras tanto, tantos empresarios como trabajadores hacíamos lo posible por amoldarnos a una renovación constante que nos permitiera seguir siendo útiles a nuestros clientes. Empezó la digitalización de los procesos de pago y de relación con nuestros clientes y en su gran mayoría la red prosperó y se adecuó a los tiempos como era necesario.
Desgraciadamente la crisis del 2008 desbarató muchos planes, y aunque pienso que nuestro sector supo adaptarse y digamos que no fue de los peor parados, el retroceso de ventas se hizo notar y de hecho no hemos recuperado nunca, ni creo que recuperemos, la venta media por instalación del año 2007.
Pero la pregunta es si fue esa crisis la que provocó la situación actual de las empresas del sector y, a mi parecer, la respuesta es que no.
En lo peor de esa crisis, en el año 2013 y siguientes, se produjeron varias reformas de la Ley de Hidrocarburos, que, en el desiderátum de un mercado que se regularía sólo, permitieron que, por una parte, se creara una confusión importante entre operadores mayoristas y empresas minoristas vendiendo a otras empresas minoristas, que afortunadamente se ha corregido con una nueva reforma, aunque aún dista bastante de lo que realmente habría que legislar. Y, por otra parte, dio lugar al nacimiento de un modelo de negocio, las estaciones sin personal o con muy poco personal, que, aunque nunca estuvo prohibido, tenía nula relevancia en nuestro mercado. Esto se realizó, por cierto, con una intromisión en las competencias autonómicas en materia de urbanismo claramente inconstitucional, como sentenció en octubre del año 2012 el propio TC en referencia al RD 6/2000 que permitió que se pusieran gasolineras en los hipermercados, aunque no lo contemplaran los planes de urbanismo municipales.
Estoy seguro de que esto es lo más relevante que ha sucedido en el sector desde la desaparición del monopolio. En la actualidad tenemos casi 13.000 estaciones de servicio diseminadas por toda la geografía nacional frente a las 9.000 que funcionaban antes de la reforma. En mi opinión, sobran al menos un 20%. Sé que es una afirmación arriesgada y que probablemente no la comparta todo el mundo, pero teniendo en cuenta que estamos cerca del número de instalaciones que funcionan en Francia y no muy lejos de las que hay en Alemania y nuestro parque automovilístico dista bastante del existente en esos países, es evidente que el futuro de nuestras empresas es incierto. Pero lo que es menos incierto, desgraciadamente, es el futuro de nuestros trabajadores, hemos pasado de 58.000 puestos de trabajo con esas 9.000 instalaciones a 51.000 con las actuales, y estamos en el inicio del cambio de modelo de negocio.
El futuro parece claro, hemos pasado de una venta media por instalación de 3 millones de litros año a un escaso 1,8 millones y hablamos de media nacional, si nos centramos en zonas rurales o de menos tráfico los números bajan considerablemente y con esas ventas es imposible mantener los puestos de trabajo. Veremos más estaciones sin personal al menos en una buena parte del día y no veremos muchos cierres porque desgraciadamente los empresarios no pueden pagar lo que cuesta realizarlos.
Personalmente creo que ir hacía una sociedad en la que todo sea lo más barato posible no es la solución y menos en el modelo económico que nos hemos dado. Productos muy baratos llevan a sueldos escasos y empresas en estado precario y, por lo tanto, a menor consumo y más desigualdad.
En todo caso seguiremos como hasta ahora, adaptándonos a los nuevos modelos y a las nuevas energías y por supuesto confiando en que medios como Estaciones de Servicio nos sigan proporcionando información de primera calidad y por muchos años más.






















