La adaptación silenciosa de las estaciones de servicio: datos, eficiencia y precisión
Fernando Díez, director de productos en Proconsi
21/08/2025Quizá no reparemos en ello, porque ocurre en silencio, casi de forma invisible, pero el sector de los hidrocarburos en España, ese que se manifiesta a través de las estaciones de servicio, los camiones de reparto de gasóleo o los repostajes precisos en aeropuertos y puertos, ha cambiado más en las dos últimas décadas que en todo el siglo anterior. Y lo ha hecho sin grandes anuncios, sin gestos teatrales, sin apenas resistencias. Simplemente, se ha ido adaptando.
Durante años, el modelo fue simple e inalterable. Uno llegaba con el coche, repostaba, pagaba en metálico y seguía su camino. Aquella era la rutina, repetida millones de veces al día en todo el país. Pero ya no. Hoy, muchas estaciones son nodos conectados, gestionadas desde sistemas que saben en todo momento cuánto queda en cada tanque, qué surtidor se usa más, qué franjas horarias concentran mayor afluencia. Se han convertido, sin aspavientos, en lugares donde la tecnología supervisa casi todo.
El pago móvil, los terminales sin contacto, las aplicaciones con descuentos personalizados: nada de eso existía hace unos años. Y, sin embargo, ahora parece difícil concebir una gasolinera sin alguno de esos elementos. Incluso la fidelización del cliente, que antes era cuestión de trato humano o rutina diaria, se ha trasladado a algoritmos que calculan puntos, promociones y perfiles de consumo. Es otra forma de saber quién es el cliente y qué espera, aunque se le mire desde un servidor en la nube. Parte de estas transformaciones han sido posibles gracias al trabajo de empresas como Proconsi, que lleva comercializando herramientas de gestión integral para estaciones de servicio desde hace más de 30 años.
Lo mismo ocurre con la distribución de gasóleo, esa actividad que alimenta miles de calderas, tractores, camiones y flotas industriales. También aquí la transformación ha sido profunda. Los camiones cisterna ya no circulan a ciegas ni dependen del olfato del conductor para saber qué ruta conviene. Hoy, el GPS, la telemetría y los sistemas de gestión integrados marcan cada paso: optimizan el trayecto, controlan el consumo, reducen los tiempos y el papeleo, y, sobre todo, garantizan que todo quede registrado.
Cada entrega se firma sobre una pantalla, y cada litro queda reflejado en un archivo digital que se transmite al instante. Las rutas se recalculan en tiempo real, no solo por eficiencia, sino también por razones fiscales y medioambientales. Ya no se trata solo de mover combustible, sino de demostrar que se ha hecho bien, a tiempo y sin pérdidas.
En los centros logísticos y depósitos de almacenamiento, la vigilancia no es menor. Hay sensores que detectan cualquier desviación en la calidad del producto, laboratorios móviles que analizan el gasóleo antes de su entrega, y sistemas que cruzan los datos de temperatura, presión y humedad para evitar errores o fraudes. En esta capa menos visible pero crítica del proceso, Proconsi actúa también como proveedor tecnológico clave, diseñando plataformas de trazabilidad, sistemas de monitorización avanzada y soluciones específicas para mejorar la seguridad y la eficiencia de toda la cadena logística.
Donde todo debe funcionar con absoluta exactitud es en los aeropuertos y puertos, donde el repostaje no admite errores ni improvisaciones. Un retraso de minutos puede tener consecuencias logísticas o económicas. Por eso, el repostaje en aviones y barcos se ha convertido en una operación casi quirúrgica, ejecutada con herramientas digitales, tabletas sincronizadas con torres de control y sistemas que calculan hasta el último litro antes de que alguien lo pida.
Los operarios actúan como ejecutores de un plan que ya ha sido trazado por algoritmos y protocolos. El margen de error se reduce, la velocidad aumenta, y el tiempo se convierte en un recurso más gestionado que el propio queroseno.
En los puertos, el escenario es similar. Las embarcaciones —comerciales, pesqueras o turísticas— reciben el combustible con procedimientos que implican bombas de presión regulada, válvulas electrónicas, registros digitales y sensores que garantizan que no haya fugas ni contaminaciones. Todo queda registrado, todo puede rastrearse. Ya no basta con hacer bien el trabajo: hay que poder demostrar que se ha hecho, con datos y trazabilidad.
Lo curioso es que, con todo este avance, el sector sabe que vive una especie de cuenta atrás. La presión por reducir las emisiones, la llegada de los vehículos eléctricos, los combustibles alternativos y la electrificación de la movilidad auguran un cambio aún más profundo. Muchas estaciones de servicio ya instalan puntos de recarga. Algunas distribuidoras apuestan por el biodiésel o experimentan con carburantes sintéticos. El petróleo sigue siendo protagonista, sí, pero ya no tiene la misma certeza de permanencia.
Y quizás por eso el sector ha abrazado la tecnología con tanta determinación: porque sabe que solo con precisión, control y eficiencia podrá sostener su papel mientras el mundo decide hacia dónde se mueve. Y porque incluso lo que parece sólido —el gasóleo, el queroseno, el asfalto— necesita hoy del aire intangible de los datos para seguir fluyendo. Y es ahí donde empresas como Proconsi, desarrollador y proveedor de tecnología especializada, siguen jugando un papel esencial: ofreciendo no solo herramientas, sino visión y continuidad a un sector en plena transformación.






















