¡Por otros 400 números más!
Nacho Rabadán, director general de CEEES
04/08/2025La revista Estaciones de Servicio y, por ende, todo nuestro sector ¡está de enhorabuena! Este mes cumple 400 ediciones en papel, un hito absolutamente destacable para cualquier publicación y que es aún más meritorio para un medio especializado. Si reparamos en el hecho de que esta revista aúna las dos características anteriormente citadas —publicación en papel y especializada— y que, además, se centra en un segmento de actividad económica condenado por muchos 'expertos' a la desaparición, la onomástica que celebramos hoy puede calificarse directamente como una verdadera hazaña.
Como decía, nuestra revista —porque es nuestra, de todos— cumple 400 ediciones en papel. Tengo el honor de poder decir que yo fui el máximo responsable de unas cuantas, las que vieron la luz entre octubre de 2006 y septiembre de 2014. Han pasado casi 20 años desde que recibí una llamada de “los jefes” y acudí presto a la reunión a la que me habían convocado. Estoy seguro de que los pecados de juventud que pudiera haber cometido entonces han prescrito, por lo que hoy me siento con la libertad de poder rememorar sin tapujos cuál fue mi experiencia.
Evidentemente, con 26 años y apenas seis años de experiencia en la empresa, en aquel entonces estaba muy lejos de ser el director que en aquel entonces la revista Estaciones de Servicio necesitaba. Pero era la pieza que estaba disponible en aquel momento. La propiedad del medio estaba en manos de una empresa diferente a la actual y la situación de la editorial distaba mucho de ser boyante.
Por eso, no me importó demasiado que la responsabilidad que en aquel momento de inconsciencia —¡bendita inconsciencia!— acepté sin pestañear, no llevara aparejado un incremento salarial especialmente jugoso. Allí estaba plantado, en medio del despacho del jefe, aparentando lo mejor que podía —supongo que muy mal— un aplomo que estaba muy lejos de sentir.
Había muchos elementos en mi contra. A saber, el desconocimiento más absoluto del sector de las estaciones de servicio, el desconocimiento de lo que supone dirigir un medio de comunicación especializado, el desconocimiento de cómo había de relacionarme con fuentes, clientes, compañeros. No sabía ni por dónde me daba el viento, vaya. Pero tenía algo a mi favor: era joven, era curioso y me encantaba mi trabajo.
Aún mantengo dos de esas tres cualidades, pero la experiencia —personal y profesional— que he ido atesorando a lo largo de estas casi dos décadas me hacen sentir un agujero en el estómago cuando recuerdo aquellos momentos. ¡Bendita inconsciencia!, decía antes. Y es que, si hubiera sabido lo que sé ahora, si hubiera experimentado el vértigo que siento cuando rememoro ese episodio al escribir estas líneas desde la tranquilidad de mi casa, probablemente no habría aceptado el reto.
Menos mal que esa juventud me impulsó a tirarme a esa piscina —cuyo contenido ignoraba—, porque de otro modo mi vida habría sido muy distinta a lo que es en la actualidad. ¡De hecho, no habría conocido a mi mujer y madre de mis hijos! Así suele suceder, tomamos decisiones sin ser conscientes de la trascendencia que éstas tendrán en nuestro proyecto vital.
Ese mismo día me quedé hasta las tantas en la redacción, con la cabeza bullendo ideas de cómo quería que fuera la revista que acababa de caer en mis manos. Vinieron después muchas más jornadas maratonianas. Haciendo planillos, cuadrando textos, cumpliendo —al límite— plazos de entrega, diseñando portadas, elaborando junto a mi equipo una nueva maqueta, una nueva página web y una nueva imagen corporativa. Creando, en suma, mi “pequeño Frankenstein”. Identificándome con la propia revista de un modo que sólo sucede con los proyectos que andan escasos de personal. Fundiéndonos poco a poco la publicación y yo mismo en una sola cosa hasta hacernos prácticamente indistinguibles el uno de la otra. No todas las etapas fueron para enmarcar. Seguramente no todos los compañeros acudan a mi funeral. O quizá sí, aunque por diferentes motivos. Pero el balance general es de un sentimiento de enorme crecimiento y aprendizaje. Y de un inmenso cariño.
Ya he mencionado que soy una persona curiosa y poco a poco fui supliendo mi desconocimiento inicial por una agenda llena de contactos infinitamente generosos, que atendieron mis llamadas, me explicaron el funcionamiento del sector, me abrieron las puertas de sus empresas e instituciones y me ayudaron a sacar 89 ediciones de la revista Estaciones de Servicio. Y es que una de las cosas que aprendí en la Facultad de Periodismo fue que lo importante no es saber, sino tener el teléfono del que sabe.
Uno de esos contactos fue Juan Prats, en aquel momento presidente de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio. Comenzaba así, sin saberlo, la relación con la que hoy es mi casa. Juan me llamó al teléfono fijo de la redacción (sí, existían y se utilizaban. De hecho, aún recuerdo el número...) y me dijo que teníamos que quedar porque había algunos asuntos muy importantes en los que estaba inmersa CEEES y quería explicármelos.
Sinceramente, no recuerdo qué asuntos tan importantes eran esos porque para Juan todas las batallas son definitivas. Lo que sí recuerdo es el cariño, la amabilidad y la dedicación con los que me recibió en la sede de CEEES. Allí, entre Camel sin filtro y Camel sin filtro se nos hizo de noche y, sin ser consciente de ello, Juan inoculó en mí el virus del asociacionismo.
Vinieron después muchos más encuentros, con Juan y con otros actores del sector. Representantes del sector privado y también de la Administración, de otras asociaciones y de partidos políticos. La vanidad propia de la juventud me invitaba a pensar que les caía muy bien a todos. Ahora me doy cuenta de que es probable que así fuera en algunos casos —conservo verdaderos amigos entre esos contactos, como el presidente de Honor de CEEES, Jorge de Benito—, pero que la razón principal de que me atendieran radicaba en el hecho de que era el director de la revista Estaciones de Servicio. ¡Así de importante es un medio de comunicación! Da igual que sea pequeño, da igual que no sea generalista. Es un soporte en el que queda impresa la actualidad del momento. Y...¡a todo el mundo le gusta salir en la foto!
En ese papel de notario como máximo responsable de la revista viví hechos muy destacados, desde la crisis de 2008 hasta la aprobación de la Ley 11/2013, pasando por la ilegalidad del céntimo sanitario, entre otras cuestiones. Me parecía que me había tocado dirigir la revista en un tiempo excepcional. Y, sin embargo, esos acontecimientos parecen bromas de parvulario si nos fijamos en que mis sucesores al frente de la revista, Salva Bravo y Adrián Megías, han contado episodios como la pandemia, la transición hacia la nueva movilidad, la bonificación universal de 20 céntimos por litro o el fraude.
Con esto quiero decir que, independientemente del momento, siempre necesitaremos ese notario de la realidad que son los medios de comunicación. Porque siempre sucederán cosas extraordinarias. Y cuando ese nuevo árbol caiga en medio del bosque, alguien tendrá que estar allí para escucharlo y después contarlo. Por eso, en nuestro sector siempre necesitaremos a la revista Estaciones de Servicio. Para que nos explique qué está sucediendo y pueda anticiparnos qué va a suceder.
Por eso, quiero cerrar esta ventana que tan amablemente me abren sus responsables deseándoles acierto y éxito. A los empresarios de estaciones de servicio, os animo a que os suscribáis y leáis este medio. Será la mejor manera de manteneros informados de lo que pasa a vuestro alrededor. A las empresas del sector, os invito a que apoyéis a la revista con vuestras campañas de publicidad para seguir contando con un soporte vital para vuestra actividad. Y a los dirigentes de la empresa editora, me permito sugeriros que apoyéis decididamente a esta prestigiosa publicación y a los profesionales que la manufacturan con tanto cariño como yo le dediqué durante ocho años de mi vida. ¡Por otros 400 números más! ¡Larga vida a la revista Estaciones de Servicio!






















