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Bioseguridad en las explotaciones de ovino: evita las patologías que no vas a poder controlar

Redacción oviespana.com18/11/2019
BIOSEGURIDAD EN LAS EXPLOTACIONES DE OVINO: EVITA LAS PATOLOGÍAS QUE NO VAS A PODER CONTROLAR

PRIMERA SESIÓN / SEMINARIO DE BIOSEGURIDAD . Evita los problemas que no puedes controlar.

ANTONIO CONTRERAS. Catedrático de Sanidad Animal de la Universidad de Murcia. Grupo de Investigación de Sanidad de Rumiantes.

NOTA DE LA REDACCIÓN: Texto trascrito y elaborado para las ‘Actas del XXI Foro Nacional de Ovino’ por la redacción de la revista Tierras-Ovino, a partir de la intervención desarrollada por el profesor Antonio Contreras.

En una primera etapa, nuestro grupo de investigación surgió con la vocación de abordar problemas de sanitarios en las explotaciones caprinas, como mamitis y calidad de leche, agalaxia contagiosa o artritis encefalitis caprina, y posteriormente incluimos a otras especies rumiantes, como el ovino y más recientemente el bovino. En ese contexto, hemos abordado el problema de la bioseguridad en las explotaciones de pequeños rumiantes desde diferentes perspectivas, aunque siempre de forma específica, relacionada con problemas concretos a resolver .

BIOSEGURIDAD Y RESISTENCIAS

Lo primero que conviene poner sobre la mesa es que la bioseguridad no es una opción, sino una obligación. Se nos está avisando desde diversos frentes que la crisis por las resistencias antibióticas va a generar diez millones de muertes en el año 2050, por lo que será una de las circunstancias más complicadas a las que tendrá que enfrentarse la próxima generación, según el informe que la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) remitieron a Naciones Unidas en abril de 2019. Y uno de los aspectos en los que incide ese informe es, precisamente, que la aplicación de principios de bioseguridad puede minimizar esos riesgos.

Sin embargo, hace falta una mentalización más amplia sobre la necesidad de mejorar en bioseguridad, ya que estamos hablando de una palabra que ni siquiera está incluida en el diccionario de la Real Academia, lo que nos obliga a darle mayor visibilidad al concepto y a definirlo de forma más precisa, algo que va a requerir un esfuerzo importante tanto por parte de técnicos como de ganaderos y personal de las explotaciones.

Partiendo del dicho de que ‘prevenir es mejor que curar’, podemos decir que ‘la bioseguridad’ consiste, básicamente, en establecer medidas que eviten la entrada y la difusión de patógenos en un espacio determinado, entre las que se deben incluir no solo estrategias y rutinas, sino también algunos elementos físicos o químicos.

Y si queremos aplicar esa idea al caso del ovino, hablar de bioseguridad supondrá establecer diferencias en función del tipo de explotación y del sistema de producción, porque no es lo mismo el ovino lechero, con un alto grado de intensificación, que un cebadero con ciclo cerrado, un cebadero abierto al que llegan lotes de animales de diferentes orígenes -con el reto que esto supone para la bioseguridad-, una explotación extensiva en finca cerrada, con pastoreo externo o las condiciones extremas en cuanto a factores de riesgo como la de los rebaños trashumantes.

FALTA UN MODELO

En cualquier de caso, lo primero a tener en cuenta a la hora de aplicar la bioseguridad es que no hay ningún modelo a seguir. Se ha trabajado poco en este asunto en los pequeños rumiantes y apenas existen publicaciones de referencia. En el caso del ovino, en concreto, si se hace un análisis de los buscadores internacionales de publicaciones científicas indexadas, con la palabra bioseguridad en ovino sólo aparece un artículo en los últimos cinco años, un dato que resulta bastante elocuente si se compara con el del resto de especies, especialmente el porcino, seguido del bovino y el de la avicultura. Y si se cruza la palabra bioseguridad con todos los artículos científicos sin límite de fecha, en pequeños rumiantes sólo encontramos cinco publicaciones científicas, aunque debe tenerse en cuenta que la bioseguridad es un concepto relativamente nuevo. Está claro, por tanto, que hay un déficit de referencias específicas, lo que no quita que se pueda acudir a análisis y conclusiones que se hayan publicado en otras especies, ya que hay aspectos muy comunes.

Entre la documentación disponible, podemos citar una comunicación presentada en la SEOC de 2017 (Lavilla et al.), una de las contribuciones que más específicamente ha abordado la valoración de las medidas de bioseguridad, mediante una encuesta en explotaciones de pequeños rumiantes en España. Otras fuentes de referencia a tener en cuenta es la guía de Bioseguridad en explotaciones de ovino y caprino del INTIA, publicaciones en Ruminews sobre el manejo de bioseguridad en parideras, con un planteamiento muy práctico; o la guía de bioseguridad en pequeños rumiantes elaborada por la Universidad de Extremadura en colaboración con Bayer, que aunque domina un enfoque hacia la producción animal y la medicina preventiva, que de bioseguridad propiamente dicha, al final incluye algunos anexos específicos sobre bioseguridad que resultan de interés; la guía publicada por la Generalitat de Cataluña sobre prácticas de higiene en explotaciones lecheras de pequeños rumiantes, y las guías de buenas prácticas de higiene de explotaciones ganaderas publicadas por el Ministerio de Agricultura, entre las que hay dos documentos sobre ovino de leche y sobre caprino de leche y de carne, con datos que se pueden integrar en una guía que permita unificar los aspectos de bioseguridad.

Parece claro, por tanto, que uno de los grandes retos para desarrollar la bioseguridad en este sector es precisamente el tener documentos accesibles con información básica y específica para los diferentes modelos de producción de pequeños rumiantes. En ese sentido, debemos empezar por pedir al Ministerio de Agricultura que incluya al sector de los pequeños rumiantes dentro de las especies destinatarias de mejoras en la bioseguridad, ya que en su página web incluyen de forma específica solo porcino, avicultura, bovino, medios de transporte y fauna silvestre. Mientras tanto, la guía práctica de bioseguridad en vacuno de carne es un primer documento en el que nos podemos basar para trabajar en el ovino de carne, porque hay muchos aspectos comunes. En realidad, la bioseguridad son una serie de principios que se deben adaptar y protocolizar a cada tipo de explotación, y no habrá grandes diferencias, salvo en aspectos muy concretos; aunque sería bueno tener un documento específico para comenzar a difundir este tipo de estrategias.

HERRAMIENTA IMPRESCINDIBLE

Si queremos avanzar en la bioseguridad, otro paso importante es que los técnicos y los veterinarios asuman que las estrategias de bioseguridad son las mejores armas contra las enfermedades y un buen camino para garantizar el bienestar animal. Posteriormente, deberán trasladarlo a ganaderos y al resto del personal implicado, que son están en primera línea y son los responsables de aplicar la mayoría de las medidas. Además, este mensaje hay que trasmitirlo de forma positiva, clara y adaptada a cada situación, para lo que puede resultar muy útil disponer de manuales prácticos que ayuden a formar, concienciar y entrenar al personal.

Un buen plan de bioseguridad tiene que integrarse en la rutina del funcionamiento de la explotación, que abarque tanto las infraestructuras y los equipos, como la preparación del personal. Además, deberá estar adaptado, porque la situación de cada granja es diferente; efectivo y dinámico, para que se puedan ir corrigiendo errores y adaptándose a las nuevas circunstancias; realista, sin que resulte demasiado estricto y llegue a desanimar a los que lo tienen que ejecutar; compartido, porque debe ser responsabilidad de todos; protocolizado, que fije las rutinas y actuaciones a llevar a cabo de forma clara y ordenada.

Antes de elaborar un programa de bioseguridad, se deberá hacer una evaluación de riesgos para personalizar el plan y priorizar las medidas a tomar. Una vez que esté definido, se debe evaluar su funcionamiento y estar siempre dispuesto a corregir errores. Algo fundamental para asegurar su éxito es no confundir lo urgente con lo importante.

BIOSEGURIDAD EXTERNA

La comunicación presentada en la SEOC de 2017 (Lavilla et al.) recogía una encuesta con 65 explotaciones, de las que 50 eran de ovino, y resultó muy clarificadora sobre la situación en la que nos encontramos. Establecía 40 preguntas en seis bloques, en las que se recogían prácticamente todos los aspectos básicos de bioseguridad.

Una de las conclusiones obtenidas es que las medidas se aplican con más frecuencia conforme las explotaciones son de mayor tamaño. No se encontró, sin embargo, ninguna relación entre la aplicación de medidas de bioseguridad y otros enfoques, como la antigüedad de la explotación, el tipo de producción (intensivo o extensivo), la composición del rebaño o el sistema productivo.

También se destaca que el control sanitario de las instalaciones forma parte de las medidas de bioseguridad más aplicadas en las explotaciones españolas. Por el contrario se observaron carencias en las medidas de bioseguridad ante la adquisición de animales nuevos, el contacto entre animales y en el control de las visitas y vehículos, lo que resulta alarmante al ser éstas la base de la bioseguridad externa.

Esas medidas de bioseguridad externa han resultado claves en el contexto de los programas de erradicación de brucelosis y tuberculosis en Murcia y los brotes de agalaxia contagiosa. Así, en ocasiones, ganaderías de alto valor genético tras el sacrificio de animales positivos pretendían compensar el censo importando hembras de reposición de uno e incluso de varios rebaños (“saneados”), lo que favorecía la aparición de brotes de agalaxia contagiosa al no incluir el control de micoplasmas entre los patógenos a descartar de un rebaño “saneado”, definición que habitualmente sólo incluía las enfermedades bajo control oficial (tuberculosis caprina y brucelosis). En los casos en que no se incorporaba reposición de fuera, sí era habitual la compra de machos a otras explotaciones, que es otro factor de riesgo, aunque más fácil de controlar. En agalaxia contagiosa, tenemos protocolizadas las necesidades que deben cumplirse para evitar riesgos ante la importación de machos. En este sentido, la presencia de portadores auriculares en los sementales caprinos es un detalle que se ha añadido a los programas de bioseguridad, así como la presencia de micoplasma en semen. La capacidad que tienen los micoplasmas de sobrevivir en el eyaculado, sin afectar a la viabilidad espermática, condiciona la aplicación de la inseminación artificial en caprino, medida de gran valor para aumentar la bioseguridad. En ovino, en todo caso, el problema es menor que en caprino, ya que hay menos especies de micoplasmas implicadas y los portadores auriculares no son tan importantes, aunque sí los portadores nasales. Como la vacunación inutiliza la serología como herramienta de diagnóstico serológico, y los planes de vacunación frente a agalaxia están bastante extendidos, la PCR y el aislamiento son técnicas diagnósticas que deben incluirse en las prácticas de bioseguridad, tal cual recoge el Programa Nacional Voluntario de Vigilancia, Control y Erradicación de la Agalaxia Contagiosa Ovina y Caprina.

Ya hemos comentado que la importación de machos, es una práctica de riesgo que puede ser minimizada mediante la inseminación artificial, que tiene grandes ventajas desde el punto de vista de la mejora genética. En ese sentido, los centros de inseminación ya disponen de protocolos para evitar la presencia de riesgos en las dosis seminales que, en un momento dado, pueden condicionar todo un programa de mejora genética.

La personalización de requisitos sanitarios para un plan de bioseguridad depende del enfoque de cada explotación. Básicamente, sería recomendable incluir la agalaxia contagiosa, la brucelosis, que está en fase de erradicación y que cada día presenta menos problemas, la epididimitis contagiosa, el scrapie, y la tuberculosis caprina. También debe tenerse en cuenta que hay zonas de restricción de los serotipos 1 y 4 de la lengua azul. En relación con enfermedades que tienen incidencia en la salud pública, destaca la importancia la fiebre Q por Coxiella burnetii que al ser de declaración obligatoria en humanos desde 2015, y obligar a una investigación cada vez que se diagnostica, en muchas ocasiones termina asociándose con casos en rebaños ovinos o caprinos. Otras enfermedades abortivas, y zoonósicas, como el aborto por clamidias o la toxoplasmosis, también deben someterse a un control de forma prioritaria, especialmente en las explotaciones de ordeño. En los sementales, hay que prestar atención a los lentivirus de los pequeños rumiantes, así como otras lentivirosis como el tumor nasal enzoótico o la adenomatosis pulmonar ovina, por su dependencia de la predisposición genética en determinadas estirpes familiares. La tragedia de introducir una mayor predisposición frente a lentivirosis en los esquemas de selección se traduce en que los problemas clínicos tardan mucho tiempo en salir a la luz ycuando lo hacen puede haber un elevado número de animales afectados. Otras enfermedades crónicas como paratuberculosis y pseudotuberculosis, deberían ser consideradas también en el programa de bioseguridad, en función de la orientación y recursos de la granja. Por último, el Programa de Control y Erradicación de Scrapie adelanta una serie de condiciones para mejorar la bioseguridad de las importaciones. Así, tanto hembras como machos que se importen deben tener determinados genotipos para reducir los riesgos. Es algo que ya está estandarizado en el programa oficial y que se debe incluirse en cualquier programa global de bioseguridad.

Para poner en marcha estas medidas, es vital la calidad de las acreditaciones y la transparencia. Para poder importar animales con bioseguridad se necesita una fuente de datos fiable que la garantice. Por ejemplo, el Sistema de Inspección de Animales y Enfermedades de Animales y Plantas de Estados Unidos (APHIS) ofrece los datos accesibles y actualizados, a través de su web, de las explotaciones de ovino y caprino incluidas en el programa voluntario, por lo que se conocen las explotaciones certificadas frente al scrapie y de las que se pueden importar animales con garantías. Se debe tender hacia ese modelo, con una certificación y una información online de las ganaderías que están oficialmente libres de determinadas enfermedades.

BIOSEGURIDAD INTERNA

El manejo de la paridera condiciona todo el rendimiento productivo de la explotación y además es un momento crítico que pone a prueba a todo el personal y la capacidad de reacción de la propia empresa. En ese sentido, es importante tener en cuenta el riesgo zoonósico de muchos patógenos abortivos de pequeños rumiantes, especialmente fiebre Q, pero también de brucelosis, clamidias o toxoplasmas. Las hembras sanas pueden excretarlos merced a portadores inaparentes, aunque los brotes hayan podido controlarse. Este un riesgo zoonósico que determina las mayores consecuencias para mujeres gestantes.

La gestión de determinados animales domésticos es otra prioridad. En una explotación de pequeños rumiantes, los gatos tienen riesgo de transmitir toxoplasmosis y fiebre Q, especialmente tras los partos. Es preferible tener gatos adultos machos, que expulsan a los gatos jóvenes que son los mayores eliminadores de ooquistes de toxoplasma. Si opta por tener gatas, una buena opción es que estén esterilizadas para evitar riesgos tras el parto.

Es imposible adoptar un buen programa de bioseguridad en las parideras si no tenemos un calendario reproductivo muy estricto, para evitar que haya goteos de partos y poder establecer las vacunaciones, proteger a los animales jóvenes, desparasitaciones, higiene de la paridera, por lo que este calendario reproductivo es otro de los pilares en los que se apoyará nuestro plan de bioseguridad. La importancia del manejo de la reproducción quedó patente en el brote de fiebre Q en Holanda en el año 2009, con más de 60.000 cabras sacrificadas y 6.000 casos en humanos con cuatro muertes, lo que supuso una la crisis de salud pública de primer nivel en Holanda. Esta situación generó un déficit de leche de cabra que afectó a la industria quesera y condicionó el precio de la leche en Europa, con una fuerte subida España, ya que Holanda prohibió, para controlar el brote, la reproducción caprina durante dos años. Hay que recordar que entre las particularidades de fiebre Q destaca su transmisión por vía aerógena y la gran resistencia ambiental de C. burnetii.

Cuando hay abortos, la normativa determina que los fetos y las placentas vayan al contenedor de residuos. Según los expertos, sería mejor congelar todo el material en un contenedor estanco para transmitírselo al gestor de residuos. No se debe olvidar la gestión del estiércol, porque C. burnetii puede persistir en las heces durante más de tres meses. Cuando constan antecedentes de brotes, se deben utilizar mascarillas homologadas para evitar la transmisión aerógena (FFP3) de estos patógenos, ya que en la fosa de ordeño los trabajadores están a escasos metros del periné de las ovejas, y los fluidos vaginales pueden eliminar C. burnetii durante más de tres meses, con más de mil millones de bacterias por gramo de secreción vaginal. Los rebaños que pastorean y que han tenido antecedentes de abortos pueden suponer un riesgo importante si en sus desplazamientos atraviesan poblaciones humanas.

PROTECCIÓN MATERNAL

Dada la naturaleza histológica de la placenta de los pequeños rumiantes, ésta supone un gran aliado para evitar la transmisión de enfermedades infecto-contagiosas de la madre al neonato, al funcionar como una auténtica barrera. Excepto virus con un tropismo reproductivo, la mayoría de las bacterias no son capaces de atravesarla, por lo que los corderos o cabritos nacen libres de muchos patógenos, sobre todo de las enfermedades que estén afectando a los adultos de su explotación.

También tiene una gran importancia la administración de un calostro seguro. El calostro pasteurizado es un práctica de gran aplicación y eficacia, utilizada de forma general en muchas granjas con gran éxito, que permite minimizar la transmisión de patógenos a umbrales prácticamente no infectivos y conseguir una reposición libre de muchas de las enfermedades de los adultos. En este sentido, hemos estudiado la viabilidad de los micoplasmas en los calostros pasteurizados, observando la inactivación de Mycoplasma mycoides capri por encima de 60 ºC y la una reducción muy importante de M. Agalactiae, principal responsable de la agalaxia contagiosa ovina .

Una medida clave de la bioseguridad interna en pequeños rumiantes es la separación de neonatos de sus madres tras el momento del parto, que además permite aplicar una serie de medidas que aumentan su supervivencia, como su limpieza y secado para evitar hipotermias y la desinfección del cordón umbilical, estrategia de bioseguridad individual que no puede faltar bajo ninguna excusa. Con una reposición manejada en estas condiciones, apartada de los adultos y alimentada con un lactorreemplazante libre de patógenos, se puede conseguir, en una sola generación, una nueva cohorte de animales con un nivel sanitario muy superior al de sus madres.

VISITAS

Nuestras explotaciones adolecen, en general, de medidas de bioseguridad externa en lo que al control de las visitas y de vehículos se refiere, careciendo mayoritariamente de un registro de visitantes y una desinfección de las personas o vehículos que acceden a la explotación. Esta carencia es mayor en explotaciones medianas o pequeñas. Probablemente algunos elementos sociológicos o culturales puedan estar en la base de esta resistencia y podrían relacionarse con la habitual hospitalidad de los ganaderos de pequeños rumiantes. Poner límites a las visitas en las explotaciones ganaderas no solo es una medida esencial en cuanto a la bioseguridad sino que, además, es una obligación legal.

LAZARETO

La separación de animales enfermos, el tener un lazareto para alojarlos y el aplicar cuarentenas cuando sea necesario son medidas que tampoco están muy extendidas en las explotaciones de ovino y caprino. Se deben tener unas instalaciones para apartar a los animales cuando están enfermos y, en función de las condiciones de la explotación, se debe optar por minimizar el mantenimiento animales enfermos en la explotación, para reducir riesgos. En ese sentido, el concepto de ‘incurable’ para cada caso y tipo de explotación se debe incluir y definir en el programa de bioseguridad.

ENFERMEDADES TRANSFRONTERIZAS

A los ganaderos les interesa la bioseguridad porque mejora la producción y tiene consecuencias en la sanidad de los animales, pero a las autoridades oficiales les interesa en alto grado. En el caso de la introducción de una enfermedad transfronteriza, como ya ocurrió con la lengua azul, la bioseguridad es la principal medida para evitar la dispersión del patógeno.

Entre las enfermedades transfronterizas, queremos llamar la atención sobre La fiebre aftosa que está presente en Marruecos, con más de 40 focos desde enero de 2019 y en Argelia con 317 focos desde junio de 2018. Asimismo, La peste de los pequeños rumiantes está también presente en Argelia con 105 focos desde octubre de 2018.

Los australianos tomaron nota del brote de fiebre aftosa en Reino Unido en el año 2001, que generó el sacrificio de más de seis millones en ovinos, por lo que establecieron una serie de programas en los que la fiebre aftosa, de la que están libres, es la principal prioridad. Así, Australia se realizó una simulación, utilizando el modelo de la fiebre aftosa (FA), en el que se analizaron las medidas de bioseguridad para mejorar los protocolos y frenar una posible epidemia. Pusieron en marcha una evaluación de su bioseguridad, utilizando como modelo la fiebre aftosa, desarrollando modelos de exposición y rutas de dispersión, con un análisis de probabilidad en un modelo epidemiológico complejo. Las conclusiones son que, para la aparición de casos en las explotaciones, tener una explotación vecina infectada es uno de los principales elementos de riesgo, sobre todo ante la existencia de granjas de porcino, que también se ven afectadas; además, el virus puede transmitirse de forma aerógena y tiene una gran resistencia ambiental. La introducción en la granja de un lote de animales, en fase de incubación y que no pudieron ser detectados, fue otro de los elementos detectado por el modelo epidemiológico como condicionante del riesgo de aparición de la enfermedad. La fauna salvaje y los potenciales portadores, incluyendo visitas y vehículos, tuvieron un papel menos importante de cara a la aparición de la FA. Sin embargo, respecto a la dispersión de la FA una vez introducida, y considerando tanto la bioseguridad interna como la externa de cara a la difusión hacia otras explotaciones, tuvieron un papel destacado en el modelo epidemiológico las granjas vecinas y la fauna salvaje.

En España también se han realizado algunas simulaciones para valorar la bioseguridad ante la aparición de un caso de fiebre aftosa. El último simulacro publicado en la web del Ministerio de Agricultura se hizo en Castilla-La Mancha en el año 2012 en una explotación de bovino de alto nivel y evidenció el buen nivel de las medidas de bioseguridad y la eficacia de los técnicos implicados. Estaría bien hacer una simulación parecida en pequeños rumiantes y ver cómo se detecta el caso índice (primer caso de un nuevo foco) de fiebre aftosa, en una explotación pequeña o mediana de pequeños rumiantes.

Por todo lo anterior, se hace necesario disponer de un protocolo a nivel nacional de bioseguridad en pequeños rumiantes, que recoja las particularidades de los diferentes sistemas de producción en ovino y caprino (intensivo-extensivo; carne-leche-mixto).

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