Bielsa Ruano: vino, territorio y emoción desde el corazón de la Terra Alta

Desde el pequeño municipio de Vilalba dels Arcs, en plena comarca catalana de la Terra Alta, la bodega Bielsa Ruano ha convertido un proyecto personal en una marca con voz propia dentro del mapa vitivinícola nacional. Fundada en 2017 por Joaquim Bielsa y su pareja, esta pequeña bodega familiar nació, en palabras de su director, como “una unión entre pasión, familia y territorio”. La elección no fue casual: ambos decidieron apostar por su tierra de origen no solo para emprender, sino para crear “algo que tuviera sentido no solo como negocio, sino como forma de vida”.

La esencia del proyecto se nutre de una doble vertiente: por un lado, una profunda conexión con el saber tradicional, heredado del trabajo familiar en el campo desde la infancia; por otro, una formación técnica rigurosa en enología, adquirida por Joaquim Bielsa en la Universitat Rovira i Virgili y reforzada por su experiencia en diversas bodegas catalanas. “Ese equilibrio es la esencia del proyecto”, señala. “De la viticultura heredé el respeto por los ciclos, la paciencia y la intuición del viñedo; de la enología, a tomar decisiones fundamentadas, a experimentar y a ser exigente con los procesos”.

Y es que este proyecto es una apuesta por Vilalba dels Arcs, el hogar de sus creadores, para dar continuidad a su legado, pero “desde una perspectiva propia, con una bodega familiar que refleje quiénes somos y cómo entendemos el vino”, destaca el fundador. Ubicados en la Terra Alta, la zona “tiene una larga historia ligada a la viña y a la Garnacha”, como nos explica Ruano, “y nosotros sentimos que formamos parte de esa identidad”. ¿La diferenciación? “No nos limitamos a repetir lo que ya está hecho: reinterpretamos esa tradición con mirada contemporánea, buscando vinos que hablen de nuestro paisaje, pero que también tengan personalidad propia en el mercado actual”.

La bodega trabaja exclusivamente con variedades autóctonas, principalmente Garnacha blanca y tinta, Morenillo y Cariñena. “Las escogimos porque nos diferencian y nos dan autenticidad, alo que el consumidor busca hoy en día”. Pero no todo es fácil, estas variedades suponen un reto por su carácter desconocido: “En algunos mercados internacionales nadie las conoce y requieren de un trabajo pedagógico, explicar su singularidad y convencer a importadores y clientes, pero creemos firmemente que nuestro camino es apostar por lo autóctono”, afirma convencido Joaquim Bielsa.

Estas Garnachas, Morenillo y Cariñena se cultivan en secano sobre suelos de panal y calcáreos, característicos de la zona de Batea. “El suelo marca el carácter del vino”, explica Bielsa. “El panal aporta volumen, textura y una expresión aromática única, mientras que el calcáreo da frescura, estructura y una acidez muy equilibrada. Esa combinación nos da vinos con una elegancia mineral que los diferencia”, añade.

Actualmente, la familia cultiva 10 hectáreas propias de entre 10 y 30 años de vida y colabora con pequeños viticultores locales para ampliar la diversidad varietal sin perder la conexión con el territorio, ya que consideran que “la sostenibilidad no es solo un discurso, sino una práctica real”. Todo el viñedo está certificado en agricultura ecológica: “Trabajamos sin herbicidas ni productos de síntesis, apostando por la biodiversidad y el respeto máximo por el suelo y la viña”, detallan.

Este compromiso se traslada también al trabajo en bodega, donde se aplica una enología poco intervencionista, “dejando que el vino hable de su origen sin artificios”, enfatiza Joaquim Bielsa. “Para nosotros, producir en ecológico y de forma sostenible es la mejor manera de garantizar vinos auténticos y, al mismo tiempo, cuidar el territorio que nos ha visto crecer”.

Entre las gamas que elabora la bodega, destaca Solista, una colección premium de vinos monovarietales con crianza en roble francés entre 6 y 12 meses, donde cada botella busca expresar sin artificios el alma de su variedad. “Solista es nuestra interpretación más pura y sincera de cada variedad”, subraya Bielsa. “Queremos mostrar cómo se expresa una Garnacha o una Morenillo sin disfraces, con el acompañamiento justo de la madera”.

En esta línea, el director destaca que el vino que más les ha exigido a nivel técnico ha sido el Solista Morenillo: “Es una variedad muy delicada, con rendimientos bajos y una expresión sutil. El reto está en no sobrecargarla con madera ni extracción, sino en respetar su elegancia natural. El resultado, cuando se consigue, es un vino muy singular y emocionante”, añade orgulloso.

Todos los vinos de Bielsa Ruano están amparados por la DO Terra Alta, región reconocida como Reserva de la Biosfera por la UNESCO. “La DO nos aporta prestigio y un marco de confianza para el consumidor”, subraya el fundador de la bodega. A nivel internacional, también representa una herramienta de proyección: “Cada vez más importadores valoran las denominaciones con historia y con proyectos singulares dentro de ellas, y nosotros estamos orgullosos de representar a la Terra Alta en el exterior”.

Mirando al futuro, la bodega tiene claro su rumbo: consolidar nuevos mercados internacionales y reforzar el enoturismo en origen. “Queremos ofrecer experiencias que combinen vino, música y territorio”, avanza Bielsa. Además, están explorando ampliar la bodega y realizar nuevas elaboraciones que les permitan expresar aún más la riqueza de sus variedades autóctonas: “Siempre con la misma filosofía: vinos honestos, ligados a la tierra y con vocación de emocionar”.