Devir, juegos de mesa para potenciar el desarrollo de habilidades cognitivas y sociales

“Mire doctor, le traemos a Julia porque está todo el día con la pantallita y ya no sabemos qué hacer, nos tiene fritos”
Cuando empecé a trabajar como psicólogo, lo primero que hacía ante esta consulta era aplicar todas las herramientas a mi alcance para establecer con la familia y el niño un sistema de refuerzos positivos para reconducir esta conducta adictiva. Con la práctica profesional, fui viendo que se repetía un patrón: cuando le consultaba al niño en cuestión sobre qué actividades le gustaría hacer, ya tenía en su cabeza una lista de actividades a hacer con los padres. Ante esto, empecé a responder preguntando…
“Si a Julia le quitamos las pantallitas, ¿qué opciones tiene para distraerse?”
Muchas veces, la respuesta es ponerlo a dibujar o leer. Evidentemente, son tareas muy enriquecedoras, pero no son actividades que entretengan a un niño solo durante más de veinte minutos.
Esto se debe a que, en función de la edad, el cerebro humano va asimilando nuevas capacidades cognitivas y esto abre el abanico de juegos a los que puede acceder. Además, el cerebro del niño no ha madurado lo suficiente para focalizar la atención tanto rato.
Con esto no quiero caer en el discurso de culpar a los videojuegos o a la televisión. Simplemente señalo que es absurdo pensar que un niño que quiere y necesita jugar abandonará un entretenimiento fácil y directo como es un videojuego sin una alternativa que sea atractiva.
Tampoco pretendo señalar a los padres. En muchas ocasiones lo que observo por parte de la familia son las ganas de ayudar, pero no las herramientas.
Hasta este punto, hemos visto lo complejo que puede resultar gestionar el ocio infantil, pero que la solución no consiste en culpar a la televisión, los videojuegos o los padres. Opino que la solución es plantear los juegos de mesa como una forma de ocio beneficiosa para nuestra salud mental. No solo durante la infancia sino también durante toda la vida, puesto que ofrece un espacio controlado para poder poner a prueba dificultades que tenemos; ya sean al tolerar la frustración, en la socialización o en funciones cognitivas como la atención o planificación.

“¿Por qué no puedo construir una ciudad usando menos recursos en Catán?”
“Es que Julia cuando jugamos y pierde, empieza a tirar todo y no hay quien la calme… Por eso la dejábamos ganar siempre”
Entonces toca enseñarle a Julia a tolerar su frustración, que es un aprendizaje que va a tener que hacer y es mejor que lo haga en casa con su familia, que es un entorno controlado y seguro. Evidentemente, nuestro objetivo cuando jugamos es ganar, pero es importante que aprendan a disfrutar del trayecto y no sólo del final. Si siempre la dejamos ganar, lo único que estamos haciendo es convertir un refuerzo positivo como es la victoria, en un estímulo neutro, una rutina que el día que no llegue cuando juegue con sus iguales en la escuela, se convertirá en un castigo.
No olvidemos tampoco que dejando ganar se rompe esta situación de igualdad que el juego se ha esforzado en ponernos. Evidentemente, tampoco se trata de ir a por todas y avasallar al niño haciendo que convierta en castigo el propio juego en sí. Se trata de entender en qué etapa del desarrollo está el niño o niña y así poder adaptarnos a sus capacidades para ofrecerle un reto razonable.

“Es que a Julia pierde fácil la concentración y se le da fatal el Dobble”
El cerebro es un órgano con una gran plasticidad, lo que significa que se adapta para resolver los diferentes retos que le propongas. Dimensiones cognitivas tan cruciales como la atención, memoria, concentración, planificación o visoespacialidad, se entrenan en los juegos de mesa. Esta plasticidad se produce principalmente durante la infancia y adolescencia, pero se mantiene a lo largo de toda la vida desarrollándose habilidades diferentes.
Efectivamente, los juegos de mesa no son sólo para niños.
“Buenos días doctor, me llamo Julia y me siento sola… Nunca he sido una chica extrovertida, y de pequeña mis padres me llevaron al psicólogo ya que tenía un carácter muy fuerte y hacía lo que quería”
Tanto en infancia como en adolescencia y en edad adulta, los juegos de mesa son de las mejores opciones que podemos encontrar para socializar.
Empezando por la Julia en la infancia, es bueno que esta adquisición de normas que la frustran, pueda hacerla en casa. Así podrá disfrutar más del juego con sus amistades y el juego podrá convertirse en un catalizador de la comunicación social.
En la Julia adolescente, encontramos que puede resultarle difícil la coordinación en el grupo de iguales, pero que en juegos por equipos debe remar junto al resto.
En la edad adulta, este espacio simbólico permite también practicar habilidades sociales como la comunicación asertiva en juegos de negociación.
Sea a la edad que sea, los juegos de mesa nos ofrecen un espacio seguro en el que el más tímido y el más extrovertido tienen los mismos turnos de palabra y donde los derechos asertivos que puede resultar difíciles de aplicar son algo normalizado.
Así que Julia, ¿quieres jugar a algún juego de mesa?

