La URV identifica tres nuevas variedades de viña en La Palma tras analizar su diversidad genética
Un estudio liderado por la Universitat Rovira i Virgili, basado en el análisis genético de 96 muestras de viña de La Palma, ha permitido identificar tres variedades hasta ahora desconocidas y constatar que la erupción volcánica de 2021 no provocó pérdidas significativas de biodiversidad vitivinícola en la isla.
Las islas Canarias destacan internacionalmente por su biodiversidad y singularidad ecológica, un rasgo que también se refleja en su patrimonio vitivinícola. En la isla de La Palma se concentran siete variedades exclusivas de viña, dentro de un total de cuarenta presentes en el conjunto del archipiélago. Esta riqueza varietal se explica, en gran medida, por la compleja geografía insular, que genera múltiples microclimas y favorece el desarrollo de cepas con características diferenciadas, así como por el aislamiento histórico del territorio.
En este contexto, un equipo del Departamento de Bioquímica y Biotecnología de la Universitat Rovira i Virgili (URV), liderado por la investigadora Francesca Fort, lleva años analizando la identidad genética de las viñas canarias. En su último trabajo, el grupo ha estudiado 96 muestras procedentes de distintos puntos de La Palma con el objetivo de detectar mutaciones y posibles variedades no catalogadas hasta ahora.
El proceso se inicia a partir de un aviso del personal técnico agrónomo de la isla, que solicita la colaboración de los viticultores para localizar cepas cuya variedad no pueda identificarse con certeza. Tras una primera evaluación sobre el terreno, se recogen muestras leñosas que se envían a los laboratorios de la URV para su análisis genético.
Del sarmiento al ADN
[texto< una vez en el laboratorio, las muestras se preparan para la extracción del adn. el procedimiento comienza con la eliminación de la parte leñosa externa y de la médula del sarmiento. el material restante se pulveriza mediante un molino que enfría la muestra hasta los -180 ºc con nitrógeno líquido, una condición necesaria para evitar la degradación del adn. “es fundamental trabajar a temperaturas muy bajas para inhibir las enzimas que podrían degradar el material genético”, explica qiying lin-yang, investigadora de la urv. a continuación, el polvo obtenido se somete a un protocolo específico, desarrollado por el propio equipo tras años de experiencia, que permite aislar el adn. posteriormente, se amplifican determinadas regiones mediante la reacción en cadena de la polimerasa (pcr), una técnica que genera millones de copias de fragmentos concretos del adn para su análisis en el secuenciador. este procedimiento permite comparar la similitud genética entre las muestras. “cuando encontramos diferencias superiores al 15%, consideramos que se trata de una nueva variedad; si son menores, hablamos de una mutación”, detalla lin-yang.
Tres variedades desconocidas
El análisis genético reveló la existencia de 44 perfiles distintos entre las 96 muestras estudiadas, lo que indica que más de la mitad eran redundantes. De esos 44 perfiles únicos, el equipo identificó 31 variedades diferentes, de las cuales 28 ya estaban descritas en bases de datos especializadas.
“Podemos llevar a cabo estos estudios porque siempre analizamos las mismas regiones del ADN, lo que nos ha permitido construir una de las bases de datos más completas del mundo en este ámbito”, señala Fort.
Las tres variedades no catalogadas hasta ahora, cultivadas de forma tradicional pero desconocidas para la Administración y la comunidad científica, han sido denominadas Aromática Eufrosina, Cagarruta de Oveja y Viñarda Rosada. Además, el estudio ha identificado 16 mutaciones inéditas de viña, catorce detectadas por diferencias genéticas y dos asociadas al color de la uva.
Las viñas y la erupción volcánica
La investigación también ha permitido evaluar el impacto de la erupción volcánica iniciada en septiembre de 2021 en el parque natural de Cumbre Vieja. Durante los 85 días que duró el episodio, cerca de 200 millones de metros cúbicos de material volcánico afectaron a más de 1.200 hectáreas de terreno, incluidas zonas vitícolas. De las aproximadamente 480 hectáreas de viña de la isla, unas 40 quedaron completamente sepultadas.
Catorce de las muestras analizadas procedían de cepas afectadas por la lava o la ceniza. En este grupo se identificaron cuatro mutaciones: tres presentes también en otras islas y una exclusiva de la zona dañada. Aunque sería técnicamente posible reproducir esta última a partir del material conservado, la investigadora aclara que su similitud con la variedad original hace que las nuevas plantas resultantes sean prácticamente idénticas a las ya existentes.






















