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Esta explotación forma parte de una plataforma de productores artesanos que se dirigen al cliente final, sin necesidad de intermediarios

Granja Luisiana, ejemplo de producción avícola ‘artesana’, como hace 50 años

Anna León16/02/2011

16 de febrero de 2011

“En nuestra explotación ofrecemos una crianza alternativa. Los animales viven al aire libre, en régimen de semi libertad, alojados en unos parques donde están protegidos de aves foráneas. Es una producción totalmente tradicional. Desde el principio, tuve claro que no quería ni podía compararme con ganaderos que operan a gran escala”. Quien habla así es Anna Giménez Uribe, titular de la Granja Luisiana, en el Deltebre, municipio perteneciente a la provincia de Tarragona (Cataluña), donde se crían, engordan y sacrifican patos de raza Mulard y otras especies, pollos de payés y capones. Sin embargo, la Granja Luisiana, con unas dimensiones de 27.000 metros cuadrados de los que 6.000 reserva a la cría de aves, también es testigo de lo difícil que resulta, para un ganadero, la conversión a la producción ecológica.

La Granja Luisiana se halla en un fantástico enclave, en una zona rodeada de arrozales, y donde se crían patos Mulard...

La Granja Luisiana se halla en un fantástico enclave, en una zona rodeada de arrozales, y donde se crían patos Mulard, pollos de payés y capones al aire libre.

“Desde siempre, he estado vinculada al sector primario. Y es que me siento orgullosa de dedicarme a esta actividad”. A Ana Giménez, titular de Granja Luisiana, la vocación por la producción ganadera le viene de familia. Durante la década de los años 80, su hermano fundó una granja porcina, y así empezó sus primeros pasos como productora con la cría, en este caso, de patos que después comercializaba. En la actualidad, y ya en su propio negocio, Giménez ha pasado de la crianza y engorde de un centenar de patos iniciales a gestionar “con oscilaciones temporales al alza en verano y durante las fiestas navideñas” de 6.000 animales entre pato de la raza Mulard, criado en el delta del Ebro y muy valorado por su sabor y textura, y otras especies además de pollo de payés y capón. Pero este no ha sido el único cambio. Además de la cría y engorde “tradicional” de estas aves, quizás la tarea más dura y delicada, esta ganadera decidió incorporar otras fases del proceso, mucho más rentables como son la transformación y comercialización de sus productos. Para ello, amplió la explotación con la construcción de un matadero propio, auditado bajo controles de seguridad e higiene y, posteriormente, una pequeña tienda habilitada en una de las dependencias de la granja, donde vende al público los alimentos que ella elabora. El año pasado, Granja Luisiana facturó un total de 290.000 euros y entre sus clientes, además del usuario final, se incluyen establecimientos de restauración y tiendas especializadas en alimentos ‘delicatessen’, así como todas aquellas transacciones que realiza vía online, a través de varias páginas web. “Tenemos 200 clientes y nuestro ámbito de actuación se desarrolla en Cataluña, Castellón y algo de Madrid”, asegura.

Una crianza 'artesanal', que recuerda a la de medio siglo atrás

“Aquí criamos a los animales igual que hacía antaño cualquier payés. De los 27.000 metros cuadrados de la finca donde cultivamos arroz, reservamos unos 6.000 a la cría de aves en parques vallados al aire libre, de 300 metros cuadrados cada uno, protegidos con unas redes del ataque de aves silvestres. Es una crianza tradicional, diferente a la de las grandes producciones”. Y es que en la Granja Luisiana tienen muy claro, desde sus inicios, conceptos de moda actuales, como el bienestar, la comodidad y la ausencia de estrés animal. “Según la normativa, la densidad de aves por metro cuadrado ha de ser como máximo de 15 ejemplares. Nosotros, tenemos una media de entre 1,6 y 2,5 animales. Tenemos espacio más que suficiente...”, argumenta Giménez.
El proceso se inicia con la compra de los patos, la crianza mayoritaria en la granja, que adquiere en Francia con uno o dos días de vida y a los que mantiene en una nave con temperatura controlada entre 26-27 grados hasta los primeros ocho o 10 días. Posteriormente, los animales ya están listos para pasar a los parques exteriores donde conviven unos 85 días, en un hábitat natural, ajenos a cualquier tipo de estrés. En su cuidado, más que maquinaria y sistemas automatizados, se tienen en cuenta, el espacio reservado a la crianza de los animales, la luz que reciben y especialmente la alimentación, que califica de “natural”, a base de arroz y productos de la zona. “Nuestra granja no es ecológica. Para ello, deberíamos alimentar a los animales con cereales ecológicos. Sin embargo, sí es cierto que cumplimos una serie de condiciones en materia de bienestar animal, manejo, etc. de los animales que nos permiten ofrecer productos certificados y de calidad”, puntualiza. “Tenemos un veterinario propio –explica– que efectúa los controles y analíticas de salmonelas, a los que están obligadas explotaciones y mataderos. Además, contamos con la ayuda externa de laboratorios agroalimentarios que verifican nuestro trabajo, como el de LDG. Ellos son los que auditan, de forma permanente, que este sello de calidad se cumple día a día”. En concreto, la explotación dispone de la aprobación del Pliego de etiquetaje facultativo de carne de ave de corral, otorgado por el Servei de Denominacions i Marques del Departament d’Agricultura Alimentació i Acció Rural de la Generalitat de Catalunya. El Pliego contempla el RCE 543/2008, de 16 de junio de 2008, por el que se establecen las normas de desarrollo del Consejo Europeo, en relación a la comercialización de carne de aves de corral.

“Aquí criamos a los animales al igual que hacía antaño cualquier payés. Contamos con parques de 300 m2 al aire libre. Es una crianza diferente a la de las grandes producciones”
En la Granja Luisiana, los animales se crían al aire libre, en parques vallados protegidos de aves foráneas...

En la Granja Luisiana, los animales se crían al aire libre, en parques vallados protegidos de aves foráneas.

Los controles que se efectúan en la granja permiten la trazabilidad de los alimentos. Desde el momento en que el animal, siendo una cría, llega a la explotación se inicia un proceso de seguimiento por número de lote. De este modo, se sabe dónde está, qué ingiere, en qué estado se encuentra…en cualquier momento. Un proceso que no finaliza con el sacrificio del animal, su despiece y transformación en producto alimentario. Toda esta información, junto al tiempo que ha durado su crianza, se hace constar en el etiquetado y en los albaranes que se entregan a los establecimientos compradores.

La conversión a la producción ecológica, una utopía

Dar el paso hacia la producción ecológica no resulta un proceso fácil para los productores ganaderos en nuestro país. De llegar a ello, la Granja Luisiana no sería una excepción. El hecho de alimentar a los animales con pienso ecológico encarecería sobremanera sus costes de producción. “Si añadiéramos cereales ecológicos a la alimentación de nuestros animales, se dispararían los costes. Esto repercutiría en el precio final al que venderíamos la carne, y ésta no resultaría competitiva en nuestro mercado”, justifica Giménez. En su opinión, aunque los clientes valoran la carne de calidad que comercializan, no estarían dispuestos a pagar el doble del precio actual. “La producción ecológica quizás sería más propia de una explotación más pequeña, con un censo de 200 patos como mucho. O también para vender los alimentos por internet. Hay que tener en cuenta que la comercialización de productos refrigerados es bastante complicada. No se puede romper la cadena de frío: necesitas vehículos adaptados, en ocasiones para cubrir largas distancias, y todo se encarece. Y claro, lo ecológico tiene un público determinado y a la vez, minoritario”. A modo de ejemplo continúa: “Aquí vendes un kilo de pato a seis euros el kilo, pero si éste fuera ecológico, los clientes tendrían que pagar el doble. Es posible que algún particular estuviera dispuesto a ello, pero el canal de la restauración, seguramente no. Estos establecimientos quieren productos certificados, pero sin entrar en el tema ecológico. Es decir, buscan la interrelación entre calidad y precio”. Básicamente, y según la propietaria de la Granja Luisiana, las razones para la no conversión a la producción ecológica se resumirían en dos: encarecimiento de la materia prima y el hecho que en España hay poco cereal ecológico.

En el caso específico de la Granja Luisiana la conversión ecológica encarecería los costes de producción y, con ello...

En el caso específico de la Granja Luisiana la conversión ecológica encarecería los costes de producción y, con ello, el precio final de los alimentos. Algo que buena parte de su clientela no estaría dispuesta a asumir.

“Si añadiéramos cereales ecológicos a la alimentación de los animales, se dispararían los costes. Esto repercutiría en el precio al que venderíamos la carne que no resultaría competitiva en nuestro mercado”

Una explotación ganadera que aúna toda la cadena de valor, sin intermediarios

Hoy en día, los productos del campo pasan por una serie de procesos intermedios, de transformación, antes de llegar al consumidor final. Esto hace que a veces el ganadero venda por debajo del precio de coste y que el usuario pague, a veces, precios desorbitados. “El valor se queda por el camino”, resume la ganadera. Aunque este no es su caso, ya que en su granja se llevan a cabo todos los procesos de la cadena de valor: crianza y sacrificio de los animales, en un matadero propio, así como la transformación y despiece de los mismos y posterior comercialización de carne fresca, de pato entero o troceado y otros derivados: magret y jamón curado de pato, foie entero o en mousse y mi-cuit en varias preparaciones.

Granja Luisiana es uno de los productores asociados amparados por la plataforma Mont-soliu que promueve el conocimiento y respeto por los productores independientes, incrementa su volumen de ventas y margen comercial. Para ello, ponen en contacto a ganaderos y agricultores con los consumidores finales, sin necesidad de intermediarios. La plataforma se da a conocer como garante del precio de comercialización pactado, sin presiones comerciales impuestas. Cuentan con su propio sello de identidad, el PRP que garantiza al primer eslabón de la cadena un precio justo por su producción. Cualquier artesano independiente, ganadero, agricultor o elaborador halla una nueva forma de comercializar sus alimentos sin pasar por la gran distribución. Para ello, sólo ha de cumplir unos requisitos: producciones limitadas, sin grandes volúmenes, especializadas, solo una gama de productos, no introducidos en la gran distribución, situados, sobre todo en zonas rurales, con RSI y garantía de calidad demostrable. “Somos un motor de la economía, somos artesanos y creadores de alimentos. Y a esto no se le da la importancia que tiene. Nos tenemos que profesionalizar y buscar unos canales que nos permitan evolucionar y hacer cada vez mejor nuestro trabajo. Hay gente que todavía no entiende que esto no es un trabajo, sino una forma de vida”.

La Granja Luisiana plantea un modelo de negocio ganadero que integra todo el proceso de la cadena de valor...
La Granja Luisiana plantea un modelo de negocio ganadero que integra todo el proceso de la cadena de valor, lo que les mantiene alejados de presiones y negociaciones con la gran distribución.

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