OPINIÓN

La importancia de cuidar la calidad de aire en los centros educativos

Paulino Pastor, director general de Ambisalud

15/12/2025
Adultos y niños pasamos gran parte de nuestro tiempo en espacios cerrados. Pero, incluso en la etapa fetal -durante el embarazo- y, por supuesto, en los primeros años de vida, ese porcentaje “bajo techo” es aún mayor. Desde su nacimiento -e incluso antes-, el entorno en el que los niños viven, juegan y aprenden influye en el desarrollo del cerebro y de sistemas claves como el inmune, el metabólico o el cardiovascular. Y un aire limpio, al que los niños son especialmente sensibles, es parte esencial para disfrutar de un entorno saludable.
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De hecho, instituciones especializadas de prestigio como el Centro para el Desarrollo Infantil de la Universidad de Harvard consideran que la calidad del aire afecta especialmente al desarrollo y la salud en la primera infancia. En uno de sus documentos de trabajo de este mismo año -Air Quality Affects Early Childhood Development and Health (Working Paper 3)- lo califica como un componente “esencial” del entorno de desarrollo infantil.

En guarderías, escuelas, centros comunitarios, oficinas, coches y hogares, el aire combina aportes del exterior con fuentes internas, de modo que una parte importante de la exposición ocurre en interiores. De hecho, la EPA (Environmental Protection Agency) estima que los niveles de algunos contaminantes interiores pueden ser entre dos y cinco veces superiores a los del exterior.

Debemos de tener en cuenta, además, que los niños son más sensibles porque respiran más rápido, inhalando un mayor volumen de aire con relación a su tamaño corporal -proporcionalmente, respiran “más” que los adultos-, y, además, los órganos que componen su sistema respiratorio, reproductivo, endocrino, inmune, digestivo y neurológico aún están en desarrollo; son sistemas inmaduros que tienen menor capacidad para eliminar y neutralizar toxinas.

Investigadores del Instituto de Salud Carlos III indican que la exposición a la contaminación durante la infancia puede condicionar el desarrollo de patologías respiratorias en la edad adulta, destacando el papel significativo del NO2. En este sentido, consideran que las fases más críticas son la fetal y la primera infancia.

La exposición prolongada a contaminantes aéreos reduce atención y memoria

La evidencia, por tanto, relaciona exposiciones prolongadas a contaminantes comunes (partículas finas y ciertos gases) con una mayor probabilidad de padecer síntomas respiratorios, no solo en la infancia, sino también a lo largo de la edad adulta. A ello se suma que pueden provocar efectos negativos en funciones como la atención y la memoria. Estos resultados se explican por mecanismos conocidos: inflamación y estrés oxidativo, entre otros, y reducir la exposición mediante una buena ventilación, filtración y monitorización del aire, especialmente en los centros educativos donde los menores pasan una media de 8 horas diarias, aporta beneficios medibles en cualquier momento.

Los contaminantes que afectan a la calidad del aire en colegios y guarderías no difieren especialmente de los de otros espacios cerrados y son viejos conocidos para los que trabajamos en este sector. Hablamos de partículas de diferentes calibres como las PM2.5, PM10 o las ultrafinas, que entran desde la calle por tomas y vanos, procedentes del tráfico, polvo urbano, obras, patios, etc. y se generan dentro del edificio de nuevo por resuspensión de polvo.

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Riesgos contaminantes desde el exterior y desde el interior

Gases, humedad, compuestos orgánicos volátiles e incluso el humo de incendios forestales, son algunos de los contaminantes a tener en cuenta. Desde el exterior, el humo penetra con facilidad por tomas de aire, ventanas, o fugas de la envolvente, elevando la carga de partículas y gases en interiores, pero también se “cuelan” contaminantes como el dióxido de nitrógeno (NO2), que se produce por el tráfico o la cocción a gas en cocinas, o el Ozono (O3), que suele elevarse considerablemente en las olas de calor, por las condiciones ambientales más secas y cálidas.

Otros proceden directamente del interior del edificio, como los Compuestos orgánicos volátiles (COVs) que emanan de los componentes de materiales y mobiliario, así como de otros productos utilizados cotidianamente para la limpieza, o incluso de materiales habituales para la realización de actividades en los centros educativos, como marcadores o pegamentos.

Por todo ello, es necesario, no solo disponer de buenas envolventes estancas, sino garantizar también la estanqueidad de los sistemas HVAC, para mitigar la entrada de contaminantes desde el exterior, al renovar el aire, pero cuidando y vigilando también el filtrado continuo del aire interior, para reducir los contaminantes que emanan de los objetos de uso cotidiano.

Confort térmico

Tradicionalmente las escuelas no han dispuesto de aire acondicionado dado que los veranos son periodo no lectivo, sin embargo, cada vez más los últimos meses del ciclo escolar justo antes del verano son excesivamente calurosos creando graves problemas de confort térmico.

La necesidad de climatizar por tanto se une a la necesidad de ofrecer alta calidad de aire interior, las escuelas necesitan sistemas equivalentes a los que ya se usan en edificios de oficinas, capaces de ofrecer alta calidad de aire y confort térmico según se requiera.

Monitorizar y filtrar contaminantes, claves para un entorno CAI más saludable

Por tanto, mejorar el aire interior en la escuelas y guarderías es una intervención concreta, medible y de alto impacto para la salud y el aprendizaje infantil. Dado que los niños pasan gran parte del día en interiores y son más sensibles a las exposiciones, centrar la actuación en los espacios donde están aporta beneficios claros.

Pero para sostener los resultados, hay que actual en tres niveles de manera simultánea: proteger hoy; adaptar el edificio y su operación, y prevenir aguas arriba. Este enfoque convierte la intención en práctica: monitorizar contaminantes, temperatura y humedad para saber cuándo actuar; ventilar según ocupación y contexto exterior para evitar acumulaciones, y filtrar con filtros de eficacia F8 o superior donde el sistema o la situación lo requieran.

Y, para que sea eficaz, deben hacerlo utilizando datos reales ya que, solo así, la toma de decisión permitirá disponer de una ventilación bien ajustada y una filtración eficaz. Cuidando estas premisas, los centros educativos pueden reducir los picos de exposición, disminuir ausencias, y mejorar la atención, el confort, el rendimiento y, por supuesto, la salud de los niños.

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Aire Limpio 2000, S.L.
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