La formación en el sector HVAC
Avance en la formación reglada
La formación reglada y la normativa han avanzado de forma significativa en los últimos años. Desde la entrada en vigor de la Ley 3/2022 de Formación Profesional, todo el sistema se ha reorganizado para agrupar bajo un mismo paraguas legal los distintos itinerarios formativos ligados al mundo profesional. La ley establece cinco grados (A, B, C, D y E), siendo los grados C y D los que más directamente conectan con el ejercicio profesional en el ámbito HVAC. Los certificados de profesionalidad —grado C— acreditan habilidades específicas para el desempeño de oficios concretos, mientras que los grados D —los títulos de técnico— aportan una formación más completa y polivalente. En el caso de las instalaciones, ejercer como profesional autorizado implica necesariamente estar acreditado, salvo en fontanería, que permanece desregulada. Existen varias vías para conseguir dicha acreditación.
La más directa es la obtención de un certificado profesional o un título de FP. También se reconoce la experiencia acumulada en el oficio: si se pueden acreditar al menos tres años de experiencia o 300 horas de formación no formal, es posible obtener el certificado profesional a través de la vía de la cualificación profesional (Real Decreto 1224/2009), sin necesidad de superar un curso reglado ni exámenes. Otras opciones pasan por las certificaciones de personas emitidas por entidades acreditadas por ENAC, como Conif- Sedigas o FMPA, o por las tradicionales pruebas de evaluación de Industria, que aún se mantienen en la Comunidad de Madrid para determinadas especialidades como RITE o Gas. Este marco legal y formativo, relativamente claro y flexible, no ha conseguido sin embargo resolver la desconexión entre oferta y demanda de profesionales.
El siguiente paso no está tanto en las estructuras de la FP, sino en cómo conectar estos itinerarios con una nueva generación de técnicos. Y en cómo ayudar a los que ya están en el sector a no quedarse atrás. El reto fundamental para los próximos años en formación es la implantación de forma exitosa de la nueva Ley de FP antes de 2028. Esta legislación representa una gran oportunidad para alinear de forma efectiva la formación de los profesionales con las necesidades reales de las empresas. A diferencia del modelo formativo tradicional, donde centros educativos y empresas operaban de forma independiente, la nueva ley establece que todos los alumnos de FP deben realizar una parte de su formación en las empresas, adoptando el modelo de formación dual. Esto implica un desafío logístico considerable, ya que 1,1 millones de alumnos en toda España necesitarán empresas donde llevar a cabo esta formación cada año. La clave del éxito de esta iniciativa reside en que las empresas se involucren activamente. Sin su participación, los alumnos simplemente no podrán obtener su titulación. Desde un punto de vista pragmático, la formación en alternancia ofrece ventajas económicas significativas para las empresas. El coste por empleado en un programa de alternancia es notablemente inferior (menos de 1.000 €/mes) en comparación con la contratación de un nuevo empleado sin experiencia previa (más de 2.000 €/mes). Esta diferencia se debe a las bonificaciones en formación y seguridad social, así como a un salario reducido al 65%.
¿Quién quiere ser instalador? El reto de atraer a los jóvenes al sector HVAC
La falta de relevo generacional no es una amenaza futura: es una realidad que ya está limitando el crecimiento del sector. En los talleres y aulas de formación profesional, los instructores ven pasar promociones cada vez más escasas, mientras las empresas compiten entre sí para contratar a los pocos técnicos recién titulados. La media de edad del instalador se sitúa por encima de los 45 años, y en muchos casos no hay una segunda generación dispuesta a tomar el testigo.
Esta situación no es exclusiva del ámbito HVAC, pero en este sector resulta especialmente crítica por el ritmo acelerado al que cambian las normativas y las tecnologías. La digitalización de los sistemas, la automatización, el control remoto, la eficiencia energética y la integración de renovables han cambiado completamente el perfil del profesional que necesita el mercado. Y sin embargo, esa transformación no ha calado en la percepción social de la profesión.
Para muchos jóvenes —y también para sus familias, que influyen de forma decisiva en su orientación académica— el sector sigue asociado a un trabajo físico, de baja cualificación y escaso reconocimiento. Nada más lejos de la realidad actual: el técnico de instalaciones de hoy necesita manejar plataformas digitales, interpretar protocolos complejos, trabajar con sensores y sistemas domóticos, integrar soluciones con software y asegurar el cumplimiento de reglamentos cada vez más exigentes. La digitalización ha convertido al instalador en un operador tecnológico. La “caja de herramientas” incluye ya un portátil y una conexión Wi-Fi.
Además, el sector está en el centro mismo de la transformación energética: la integración de bombas de calor, autoconsumo, sistemas híbridos o aerotermia conecta con los intereses de una generación mucho más concienciada con la sostenibilidad. Las energías renovables, lejos de ser una etiqueta de marketing, forman ya parte del día a día de muchos instaladores. Es una oportunidad para reconectar con los jóvenes desde sus propias preocupaciones medioambientales.
Pero para atraer talento no basta con cambiar el relato. Hace falta ofrecer una propuesta realista y concreta. Y en este punto, el sector tiene bastantes puntos a su favor. La empleabilidad es altísima: quien se forma, trabaja. Y no se trata de trabajos precarios. Un oficial puede empezar ganando entre 1.500 y 1.600 euros netos, con progresión clara según experiencia y especialización. Los técnicos cualificados en instalaciones suelen tener condiciones laborales muy superiores, por horarios, estabilidad y salario, a sectores como la hostelería, donde también accede gran parte de la juventud sin estudios universitarios.
Frente a esta desconexión entre la imagen y la realidad del oficio, el sector tiene la oportunidad cambiar esa percepción. Mostrar la dimensión tecnológica del trabajo, visibilizar a los jóvenes que ya están trabajando como técnicos en automatización, eficiencia o conectividad, y generar referentes atractivos en el sector puede ser más eficaz que cualquier campaña institucional.
Algunos centros de FP y empresas están comenzando a hacerlo. Utilizan redes sociales para enseñar montajes reales, intervenciones en edificios singulares, simulaciones en realidad aumentada o diagnósticos a distancia mediante apps. En muchos casos, los propios alumnos producen el contenido. Este tipo de comunicación directa, visual y tecnológica conecta mejor con las generaciones que han crecido con el móvil en la mano que cualquier folleto o charla tradicional.
Pero no basta con cambiar el discurso, también es necesario facilitar el acceso. Los ejemplos que mejor están funcionando para atraer jóvenes son los que combinan formación y trabajo desde el primer día. La FP Dual, las prácticas remuneradas, la tutorización en empresas o incluso programas de inserción con compromiso de contratación están siendo contribuyendo a que los jovenes que se acercan a este sector, se sienta parte de él desde el inicio.
Proyecto Cantera: formación con contrato desde el primer día
Frente a la dificultad de atraer jóvenes a la formación profesional convencional y la lentitud de algunos itinerarios reglados, el sector de las instalaciones está apostando por fórmulas más directas y realistas para incorporar talento joven. Una de las más prometedoras es el llamado Proyecto Cantera, puesto en marcha por Agremia. Se trata de un programa de formación en alternancia que combina desde el primer día contrato laboral, formación acreditada y experiencia práctica. Dirigido a jóvenes menores de 30 años sin formación específica ni título habilitante para el ejercicio profesional, este modelo rompe con la idea de que primero hay que estudiar y luego buscar trabajo.
Los contratos son de alternancia, lo que significa que el 65% del tiempo se dedica a actividades reales en la empresa y el 35% restante a formación reglada en un centro acreditado, ya sea para obtener un certificado profesional o una titulación de FP. Durante ese periodo, el alumno-trabajador cobra un salario proporcional a su jornada (en torno a los 900 euros mensuales), está dado de alta en la Seguridad Social y empieza a adquirir tanto competencias técnicas como experiencia laboral en un entorno real.
Actualmente hay cinco programas de este tipo en marcha, y los primeros resultados son alentadores. No solo permiten incorporar a jóvenes que probablemente nunca habrían considerado este sector, sino que mejoran la retención y fidelización de quienes completan el proceso. Al finalizar el año de contrato, las empresas tienen la posibilidad de incorporar al alumno como indefinido, con mejores condiciones laborales y salariales.
Para las empresas, estos programas suponen una inversión directa en talento, pero también una vía eficaz para moldear perfiles a medida de sus necesidades. En un contexto donde escasean los técnicos formados y las soluciones convencionales no cubren la demanda, formar cantera propia se convierte en una apuesta estratégica.
Y para los jóvenes, representa una puerta de entrada tangible, con contrato, sueldo, titulación y perspectiva de futuro. Sin pruebas de acceso, sin largos periodos sin ingresos, sin tener que elegir entre estudiar o trabajar.
El papel de las ONGs en la captación de nuevos profesionales
Uno de los canales más efectivos —y menos visibilizados— para atraer jóvenes al sector de las instalaciones son las colaboraciones con el llamado “tercer sector”: ONGs y fundaciones que trabajan con colectivos vulnerables. Organizaciones como Norte Joven, Pinardi, Fundación Tomillo, Fundación Secretariado Gitano, Fundación UNICEF o Fundación Iberdrola han encontrado en el sector HVAC una salida profesional viable para muchos de sus usuarios.
Estos programas no están pensados para captar a jóvenes con un expediente académico brillante, sino para ofrecer una segunda oportunidad a quienes han quedado fuera del sistema educativo o arrastran situaciones personales complicadas. Menores no acompañados, jóvenes en situación de exclusión social o con dificultades económicas encuentran aquí no solo una formación profesional, sino también un entorno estructurado, un oficio concreto y una expectativa real de empleo.
Para el sector, esta colaboración representa una vía de acceso a perfiles que, de otro modo, nunca considerarían este campo profesional. Para las ONGs, es una forma de cumplir su misión social con resultados tangibles: integración laboral, autoestima y autonomía para sus beneficiarios.
Es una alianza en la que todos ganan: las empresas que necesitan mano de obra cualificada, las entidades sociales que buscan oportunidades reales para sus usuarios y, sobre todo, los jóvenes, que encuentran un camino de futuro donde antes solo había incertidumbre.
Formarse sin dejar de trabajar: cómo se recicla el instalador
La formación no es solo una puerta de entrada al sector, también es una herramienta para quienes ya están dentro y necesitan actualizarse. La digitalización de los sistemas, el endurecimiento de las normativas y la aparición constante de nuevas tecnologías han hecho que el reciclaje profesional sea necesario para seguir siendo competitivo.
Para ellos, existen programas específicos de formación continua dirigidos a trabajadores en activo.
Se imparten en horario de tarde —habitualmente entre las 17:00 y las 22:00 horas— para que puedan compatibilizar el curso con su jornada laboral. Además, suelen estar subvencionados por organismos públicos como las comunidades autónomas, el SEPE o el Ministerio de Educación, lo que reduce o elimina el coste para el alumno.
Todos los certificados profesionales incluyen un módulo de prácticas no laborales en empresa, que permite al alumno aplicar lo aprendido en un entorno real. Sin embargo, en el caso de trabajadores en activo, este módulo puede ser convalidado si se acredita experiencia reciente en el sector —al menos tres meses en los últimos cinco años— mediante vida laboral y certificado de empresa.
En el caso de los desempleados, las prácticas son casi siempre obligatorias, ya que representan una oportunidad crucial para tomar contacto con el mercado laboral.
El nuevo Reglamento Europeo 2024/215 establece un marco de acreditaciones para el manejo de gases fluorados y sus alternativas.
¿Qué contenidos son más demandados y de cuáles existe más oferta?
Si extrapolamos los datos de la Comunidad de Madrid al resto del territorio, los cursos más demandados por trabajadores son los relacionados con el RITE (instalaciones térmicas), los de electricidad y gas.
No obstante, las tecnologías renovables como fotovoltaica, aerotermia, geotermia, biomasa y solar térmica también están ganando peso entre los instaladores, por lo que cursos enfocados en estas fuentes renovables están cada vez más solicitados.
El gas y los nuevos refrigerantes
A pesar de las campañas negativas, el sector del gas es pujante y tiene muchos años por delante como combustible, hasta que el hidrógeno sea una alternativa viable a gran escala. Esta realidad configura un panorama interesante para los profesionales del sector.
Las calderas actuales ya están preparadas para operar con mezclas de hidrógeno, aceptando hasta un 20%, y la integración del biogás en la red de distribución es una realidad creciente. Esto significa que los instaladores de gas no solo mantendrán su relevancia, sino que se anticipa que en el futuro también serán los encargados de las instalaciones de hidrógeno. Esta transición, sin embargo, requerirá la adquisición de nuevas formaciones y la adaptación a nuevos procedimientos de trabajo.
Paralelamente a la evolución del gas, el ámbito de los refrigerantes está experimentando una transformación significativa, impulsada por la legislación europea. Un nuevo Reglamento Europeo (2024/215) ha modificado el Real Decreto 115, estableciendo un marco de acreditaciones para el manejo de gases fluorados y sus alternativas. Entre estas alternativas, destacan el CO2 y el amoníaco, que requieren conocimientos específicos para su manipulación.
Además, refrigerantes como el R290 (propano) están ganando terreno. Este tipo de refrigerante está siendo adoptado por la mayoría de los fabricantes de equipos de aerotermia y equipos domésticos, lo que pone de manifiesto su cada vez mayor importancia en el mercado. Estamos hablando de gases inflamables, por lo que su manipulación requiere extremar las precauciones y cumplir estrictamente las normativas de seguridad, Por tanto, aquellos que se especialicen en la instalación y mantenimiento de sistemas que utilizan nuevas mezclas de gases y los refrigerantes emergentes se posicionarán a la vanguardia de una industria en constante cambio, pero para eso también hay que formarse.
Seguridad y profesionalización en las instalaciones
En este escenario, la seguridad es esencial. El usuario final debe exigir que la empresa instaladora esté debidamente acreditada, una información que se puede consultar en el registro oficial de Industria. Esta verificación previa es el primer paso para garantizar un trabajo profesional y seguro.
No obstante, es importante diferenciar las responsabilidades dentro de un equipo de instalación. No todos los operarios que ejecutan la instalación necesitan poseer el carné de instalador autorizado. Sin embargo, en el caso de trabajar con sistemas de aire acondicionado que emplean gases fluorados, el operario sí que debe contar con la acreditación de manipulador de gases fluorados. Esta distinción subraya la especialización requerida para el manejo de ciertas sustancias.
Una de las carencias identificadas en el sector se refiere específicamente a las inspecciones de gas. Actualmente, es frecuente encontrar que el operario encargado de realizar estas inspecciones no posea la acreditación de instalador de gas. En estos casos, el certificado es validado y firmado por un instalador autorizado que opera desde una oficina. Consciente de esta brecha en la cadena de responsabilidad, la Dirección General de Industria de la Comunidad de Madrid, por ejemplo, está impulsando un cambio fundamental: su objetivo es que el inspector y el firmante del certificado sean la misma persona y que esta sea, además, un instalador autorizado. Esta medida busca reforzar la seguridad y la fiabilidad de las inspecciones, asegurando que la persona que certifica la instalación sea la misma que ha verificado in situ su correcto funcionamiento y cumplimiento normativo.
La digitalización, el talón de Aquiles de los veteranos
A pesar de los avances y la necesidad urgente de adaptación, el sector HVAC se enfrenta a algunas carencias formativas, especialmente en áreas esenciales para garantizar la eficiencia energética. Hablamos de la digitalización y de la regulación y el control de los sistemas. Pero muchos instaladores tradicionales lo ven como algo complicado para empezar a aplicar. No obstante, si no se dominan estas herramientas, la eficiencia energética no puede alcanzar su pleno potencial en las instalaciones.
Esta brecha generacional, sin embargo, abre una oportunidad para atraer a jóvenes talentos al sector. Los nativos digitales manejan estas herramientas con facilidad, lo que les confiere una ventaja competitiva y puede ser un atractivo para su incorporación al ámbito de la climatización.
Por tanto, compaginar la experiencia técnica de los profesionales veteranos con las habilidades en nuevas tecnologías de los jóvenes, permitiría asegurar el buen desarrollo y crecimiento del sector.





















































