Centros de datos: el doble reto de la transición digital y energética

En 2012 había 500.000 centros de datos en el mundo; hoy son más de 8 millones y continúan creciendo en proporción a la creciente necesidad de almacenamiento. Este aumento también implica un mayor impacto medioambiental.

Aunque el consumo digital lleva varias décadas aumentando, la inteligencia artificial, las redes sociales y el número de personas con acceso a la tecnología en los países emergentes están multiplicando las necesidades de forma exponencial.

Un centro de datos puede ser interno de una empresa, proporcionar alojamiento compartido para otras compañías, alojar servicios de computación en la nube o incluso configurarse como un centro de computación intensivo.

Pero almacenar datos informáticos ocupa espacio, consume agua y energía para hacer funcionar y refrigerar las máquinas, y debe ofrecer seguridad y fiabilidad: basta pensar en las temperaturas extremas que pueden alcanzar las máquinas.

Hoy el almacenamiento de datos representa entre el 3 y el 4 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero*, y podrían alcanzar el 14 % en 2040. Consumen el 3 % de la electricidad mundial y en 2030 alcanzará el 10 %. Por tanto, el coste en energía puede representar hasta el 75 % de los totales para su funcionamiento**. Ya existen reglamentos y normas aplicables a la construcción de estos espacios, como la EN 50600 y la ISO 50001, a las que hace referencia la directiva europea sobre eficiencia energética.

El documento de la Comisión Europea Shaping Europe’s Digital Future establece específicamente que los centros de datos deben ser neutros en carbono en 2030.

Para reducir su impacto ambiental, se debe optimizar su eficiencia energética desde el diseño. La climatización y la refrigeración representan entre el 40 y el 50 % del consumo de energía en un centro de datos, por lo que mejorar esos sistemas es clave. El impacto puede reducirse integrándose en los planes energéticos locales mediante el suministro de energía renovable (por ejemplo situándose cerca de turbinas eólicas) o recuperando el calor e inyectándolo en los sistemas de calefacción urbana. Con este objetivo ecorresponsable en mente, los data centers deben incorporar el ecodiseño desde el inicio del proyecto, ser más eficientes energéticamente y optimizar los sistemas de refrigeración.

Hasta el momento existen tres diferentes tecnologías de refrigeración: convencional, por inmersión y ‘en el chip’.

Los dos sistemas de refrigeración convencionales son el CRAC (circuito ventilado de aire acondicionado, especialmente útil en países donde hace frío por naturaleza e  inyecta aire frío del exterior mediante ventiladores) y el CRAH, que utiliza una enfriadora de agua fría. Estos métodos contemplan la posibilidad de aprovechar el calor residual. Johnson Controls anunció recientemente el lanzamiento de una enfriadora centrífuga R-1234ze.

Emplear caloportadores de origen biológico como Greenway Neo N, cuya producción consume menos energía que los de origen fósil, es otra forma de mejorar la eficiencia energética. Este fluido además ayuda a producir electricidad verde con paneles solares o geotermia.

En refrigeración por inmersión, los servidores se sumergen en un baño con fluidos Novec, también comercializados por el Grupo Dehon. Y todos podemos contribuir a reducir el impacto ambiental usando la tecnología digital de forma responsable, como señala AGIT (asociación Alliance Green IT) en sus publicaciones**. ¿Sabía, por ejemplo, que el 4G consume más energía que el wifi?

Sin duda los retos energéticos que enfrentan los centros de datos impulsarán la innovación y conducirán a una reorganización de los actores de este mercado.

* Informe Shift Project

** AGIT-KPIs de los centros de datos