¿Es posible rehabilitar 1,37 millones de viviendas en 2030?

En el marco de Rebuild 2025 se celebró la mesa redonda '¿Es posible alcanzar la descarbonización de 1.370.000 viviendas en 2030?', una meta marcada por el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Cinco profesionales del sector coincidieron en que, si bien el reto es técnicamente viable, existen grandes barreras que ponen en duda su viabilidad real en los plazos previstos.

Héctor Jimeno, coordinador área de Transición Verde y Sostenibilidad de AEICE; Alberto Jiménez, director Técnico de Baxi;  Jordi Ayats, director de la Fundación Europace;  Manuel Castañón, director técnico de  Schütz Ibérica;  Antonio Navas, director de la Oficina Técnica de  Mitsubishi Electric y  Alejandro Payán de Tejada, del  Gabinete Técnico de CGATE, que actuó como moderador de la mesa.

Antonio Navas, director de la oficina técnica de Mitsubishi Electric, recordó que el objetivo de rehabilitar más de un millón de viviendas ya se recogía en el PNIEC desde hace dos años, pero reconoció que el ritmo actual es lento. De cara a 2050, la meta se multiplica: descarbonizar más de 20 millones de edificios para lograr un parque inmobiliario de emisiones nulas. Según explicó, la tecnología y el conocimiento ya existen, pero hacen falta políticas estables, subvenciones constantes y una estrategia común para avanzar de forma decidida.

Manuel Castañón, director técnico de Schütz Ibérica, cuestionó el orden de prioridades: “Tal vez deberíamos haber empezado antes por la rehabilitación del parque residencial, principal emisor de CO₂, antes que por la electrificación de la movilidad”. Además, aportó un dato revelador: solo para aislar los 1,37 millones de viviendas, harían falta más de 500.000 toneladas de poliestireno expandido (EPS), lo que supone aproximadamente el 80% de la producción anual de este material en toda la Unión Europea. Este dato pone en entredicho la viabilidad logística del plan si no se reorganizan los recursos a escala continental.

Para Jordi Ayats, director de Fundación Europace, “posible es, probable no”, aunque insistió en no abandonar el objetivo. En su opinión, la barrera principal no es tecnológica ni financiera, sino la falta de concienciación por parte de los propietarios. Muchos ciudadanos no perciben aún la necesidad de rehabilitar su vivienda, por lo que sería necesario aplicar criterios normativos más estrictos que complementen los incentivos actuales.

Alberto Jiménez, director técnico de Baxi, fue directo: “No lo veo nada claro”. Según explicó, en España se construyen unas 90.000 viviendas nuevas al año, pero el plan exigiría rehabilitar más de 200.000 cada ejercicio, una meta inalcanzable con la escasez actual de mano de obra. La falta de instaladores, albañiles y operarios es uno de los mayores hándicaps. Además, el sector no ha sabido hasta ahora atraer talento joven, por lo que urge hacerlo más atractivo y visible.

La visión más positiva llegó de la mano de Héctor Jimeno, que aportó una serie de datos que animan al optimismo: por primera vez se ha superado el objetivo anual de rehabilitaciones profundas, con 55.000 visados en 2024, frente a los 45.000 marcados por el PNIEC. Aun así, reconoció: “Esto ha sido posible gracias a los fondos Next Generation, y está por ver qué ocurrirá cuando estos recursos desaparezcan”. La falta de un modelo de negocio y gobernanza estable en el ámbito de la rehabilitación es, a su juicio, la gran asignatura pendiente. Además, advirtió de que solo el 2,2% de los CAEs han captado demanda en el ámbito residencial.

Pese a las dificultades, todos los ponentes coincidieron en que el sector ha interiorizado ya el reto de la descarbonización del parque edificatorio como una meta común. Esta conciencia colectiva es, en sí misma, uno de los grandes logros del Pacto Verde. Aun así, alcanzar el objetivo marcado para 2030 requerirá una total coordinación entre administraciones, fabricantes, técnicos y propietarios.

Pese al avance de las soluciones tecnológicas y la creciente disponibilidad de financiación para impulsar la rehabilitación energética y la transformación del parque edificado, la gran barrera estructural a la que se enfrenta el sector es la falta de mano de obra cualificada. Esta fue una de las principales preocupaciones compartidas por los expertos, donde quedó claro que sin personas formadas no se podrá hacer frente al volumen de actuaciones necesarias para cumplir con los objetivos europeos.

Como apuntó Antonio Navas, el problema es estructural y demográfico: la generación del baby boom está entrando en edad de jubilación y no hay relevo generacional suficiente. "Cada año perdemos trabajadores y no somos capaces de reponerlos. Eso afectará al ritmo de construcción, salvo que logremos aumentar la productividad con sistemas más industrializados y equipos más fáciles de instalar, que permitan hacer en una jornada con un solo operario lo que antes requería a tres o cuatro".

En este sentido, la industrialización de la edificación aparece como una vía para aumentar la productividad y reducir la dependencia de una mano de obra cada vez más escasa. Pero el problema va más allá, como señaló Alberto Jiménez. El sector no está sabiendo atraer ni a jóvenes ni a población inmigrante, pese a que esta última ya constituye buena parte del tejido laboral en las instalaciones. "No conseguimos que nuestro sector sea atractivo. Hay una falta de vocación alarmante. Otros sectores como el de la automoción han sabido transformarse y proyectar una imagen sofisticada y moderna. Nosotros seguimos arrastrando una imagen gris del instalador, que no seduce ni al talento joven ni al que llega de fuera buscando oportunidades".

La crítica no se dirigió tanto al sistema educativo como a la falta de conexión entre este y las necesidades reales del sector. A pesar de que la Formación Profesional dual está funcionando en otros ámbitos, en áreas como fontanería, climatización o electricidad apenas despierta interés entre los más jóvenes. "Tenemos que aprender de otros sectores que sí han sabido comunicar valor, como el agroalimentario con su mensaje de “somos lo que comemos. Nosotros podríamos decir: “somos lo que habitamos”.

La clave, coincidieron varios participantes, está en construir un relato más atractivo y realista.

Como explicó Jordi Ayats, no basta con apelar a la sostenibilidad o al cambio climático. "Cuando preguntamos a la gente por qué decide rehabilitar su vivienda, las respuestas más frecuentes no tienen que ver con la ecología, sino con la salud, el confort, la accesibilidad o una avería urgente". Solo el 7% lo hace por razones medioambientales. Por eso, el mensaje debe cambiar: rehabilitar no es solo ahorrar energía, es mejorar la salud, la calidad de vida y reducir la incertidumbre económica del hogar.

Para impulsar los proyectos de rehabilitación es imprescindible acompañar al usuario final en el proceso, apuntaron alguno de los ponentes. Las barreras no son solo económicas. Muchas veces tienen que ver con la falta de tiempo, el desconocimiento técnico o la dificultad para alcanzar consensos en comunidades de vecinos. En este punto, las Oficinas de Rehabilitación jugarán un papel crucial para orientar, simplificar trámites y generar confianza.

En paralelo, la industria sigue desarrollando soluciones adaptadas a la rehabilitación. Alberto Jiménez recordó que no todas las viviendas permiten instalar una bomba de calor por limitaciones de espacio. En esos casos, las soluciones híbridas -por ejemplo, mantener una caldera de gas solo para agua caliente y usar aerotermia para calefacción- pueden ser la solución para avanzar hacia la descarbonización. También el uso de biogases puede ser una alternativa en aquellas viviendas donde no sea viable la electrificación.

Por su parte, Manuel Castañón resaltó el papel de los aislantes en la reducción de la demanda energética. “Reducir la factura energética de los hogares y las emisiones asociadas pasa, sí o sí, por mejorar el aislamiento del parque edificado. Y eso implica una producción industrial capaz de dar respuesta a una demanda masiva de materiales”.