Ensayando la fruticultura del futuro
La adaptación al cambio climático y la necesidad de incorporar nuevos rasgos en las variedades que den respuesta a la demanda del mercado y a los nuevos sistemas de producción, son algunos de los aspectos más importantes sobre los que trabajan actualmente los investigadores del Programa de Fruticultura del IRTA en Cataluña.
Luis Asín Jones, Jefe del Programa de Fruticultura del IRTA.
El doctor Luis Asín es el responsable del Programa de Fruticultura del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA). La labor de investigación que se desarrolla en este centro se ha convertido en una referencia para el sector de la fruticultura, tanto en España como fuera de nuestras fronteras. Un equipo de trabajo que acumula una amplia experiencia en la obtención de variedades propias en los cultivos de manzana, pera, melocotón y almendro, y también en portainjertos de peral. Se trata de un programa de mejora situado en pleno valle del Ebro, "con condiciones idóneas pero a la vez muy duras para el cultivo de frutales", destaca Asín. El clima de esta zona es continental pero, a diferencia de otras zonas productoras del mundo, "aquí los veranos son bastante cálidos y los inviernos muy rigurosos, lo que representa un aspecto positivo para la producción de fruta".
La mejora de la sostenibilidad es quizá el objetivo más importante que se ha fijado el sector agrario en los próximos años. Desde la obtención y desarrollo de nuevas variedades mejor adaptadas al ambiente y, en general, al estrés abiótico que ya está provocando el cambio climático, hasta lograr una mayor competitividad de las producciones con un menor consumo de inputs de origen químico. En el sector de la fruticultura, este reto entronca con lo que se denomina la "tecnología del cultivo". A diferencia de los cultivos herbáceos, la producción de aceituna, uva, fruta e incluso cítricos, depende en gran medida de este concepto. La conducción y el manejo del árbol en estos cultivos cobra una especial relevancia. Como explica Luis Asin, "esta disciplina de trabajo se centra en tareas como el tipo de poda, la formación del árbol o la densidad de plantación. Es una decisión que tiene que tomar el agricultor desde el inicio y sobre la que se construirá la rentabilidad futura de la finca". Cualquier fallo o acierto en esta fase tendrá un impacto sobre la inversión que, a menudo, suele acometerse para un periodo no inferior a 20 años.
La adaptación al cambio climático
"El cambio climático es evolutivo y dinámico, por lo que sus efectos se irán incrementando en los próximos años". Bajo esta premisa, Luis Asín tiene claro que es necesario adaptar las plantaciones de frutales para superar este reto. El aumento global de la temperatura, la reducción de la pluviometría y, sobre todo, una gran variabilidad en la climatología, se traducirá en que las olas de calor serán "de mayor intensidad, más prolongadas en el tiempo y probablemente más numerosas en un futuro". En este ámbito, la experiencia del IRTA es notable, sobre todo en viñedo. En otros cultivos leñosos el trabajo se ha comenzado más tarde pero con el claro objetivo de identificar, en base a las proyecciones climáticas existentes, cómo evolucionará la fenología de los cultivos para definir cuáles serán los elementos más críticos y los cambios a efectuar en la parcela para conseguir esa adaptación.
La selección de variedades específicas para hacer frente al cambio climático requiere implementar una metodología en la que se expone a los árboles a condiciones extremas. Actualmente, desde el IRTA se trabaja con una serie de variedades de manzana de recolección tardía a las que se somete a aumentos controlados de temperatura para conocer su respuesta. La previsión de inviernos menos rigurosos orienta esta línea de trabajo que intentar predecir cómo variará la época de floración de los diferentes cultivos, una investigación que se desarrolla en paralelo y de forma simultánea a la obtención de nuevas variedades.
Para optimizar la rentabilidad de los productores, el trabajo que se desarrolla desde el IRTA se orienta también hacia la mejora de la calidad del fruto. Este es un ámbito de lo más diverso porque cada especie tiene uno o varios puntos clave, que son los que se valorizan económicamente. Uno de los programas de investigación más longevos de este sector es el Hot Climate Programme. Este programa comenzó hace casi 20 años con el fin de obtener variedades de manzana y pera adaptadas a las zonas productoras de Cataluña donde se registran elevadas temperaturas. Las perspectivas que se manejan de cara a los próximos años apuntan a unas condiciones "extremademente cálidas en verano, por lo que el objetivo es lanzar al mercado variedades sostenibles y adaptadas a nuestras condiciones climáticas pero con una alta calidad gustativa". Estas nuevas variedades estarán en el mercado en un plazo breve de tiempo.
La iniciativa Hot Climate Programme está impulsada por el IRTA, Fruit Futur –una asociación formada por los principales productores de fruta de Cataluña (Actel, Fruits de Ponent, Nufri y Poma de Girona)–, el centro de investigación Plant & Food Research de Nueva Zelanda y cuenta con el apoyo del Departamento de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (DARP) de la Generalitat de Cataluña.
Sede del Fruitcentre (IRTA).
Nuevos modelos de plantación
En la actualidad, la apuesta de muchos agricultores por introducir en sus explotaciones cultivos leñosos en marcos de plantación reducidos, está orientando la labor de investigación de centros como el IRTA en Cataluña y de otras instituciones homólogas en las distintas comunidades autónomas de España. Luis Asín confirma que se están evaluando los nuevos sistemas de producción en intensivo y súperintensivo, en lo que respecta a la productividad de los cultivos a largo plazo. "En almendro, por ejemplo, estamos observando que el cambio de paradigma que se está produciendo es interesante, lo que hay que ver es hasta donde".
Una de las claves de los estudios que se llevan a cabo en el IRTA, reside en la búsqueda de rasgos en las nuevas variedades que faciliten la mecanización en estos sistemas, en los que la inversión inicial es más elevada que en los marcos tradicionales de plantación. Para lograr esta característica, se debe incidir sobre la fructificación y ramificación de la variedad determinada para que sea lo más adecuada posible a mantener un sistema compacto. "En los programas de mejora, cada año se generan miles de individuos nuevos entre los cuales es preciso identificar aquellos que puedan validar lo que denominamos la arquitectura del árbol: tipología de fructificación, ángulo de inserción, número de ramificaciones espontáneas a lo largo del árbol, para lograr un sistema compacto y que sea capaz de perdurar en el tiempo".
En estos sistemas, el objetivo es alcanzar un grado de mecanización lo más fácil posible de gestionar, por lo que el fruto, además de albergar todos los criterios de calidad inherentes a su comercialización, debe ofrecer una arquitectura propicia para su mecanización. "No olvidemos que los robots recolectores llegarán a este sector más tarde o más temprano, y por ello es necesario facilitar el trabajo a este tipo de tecnología. Más allá de que un robot sea capaz de reconocer el índice de maduración o el calibre para la fase de recolección, nuestro trabajo sobre variedades tiene en cuenta ya este factor de la arquitectura del cultivo", resalta Asín.
Los retos agronómicos
Para el Jefe del Programa de Fruticultura del IRTA, los retos más importantes de este sector son aquellos vinculados a la rentabilidad de las producciones. "Existe una tendencia hacia la reducción de los inputs. Esta reducción tiene sentido hasta cierto punto pero, aun así, es difícil de implementar dado que el grado de tecnificación del sector es ya muy elevado. Producir con menos inputs es un rasgo que ya deben introducir las nuevas variedades y portainjertos".
Otra de las tendencias en este campo es la optimización de las aplicaciones de fitosanitarios, gracias a la innovación en los equipos, en los productos y en la propia estructura de los árboles. Para lograr este objetivo, la transformación digital del sector agrario juega en estos momentos un papel destacado en lo que se refiere a la evaluación del estado de desarrollo de los cultivos, para conocer las necesidades de riego, fertilización o tratamientos a aplicar. Pero la digitalización también es la gestión de la información para la toma de decisiones. "Aquí creo que existe un gran recorrido en lo que se refiere al desarrollo de algoritmos para predecir situaciones de un futuro más o menos próximo, y que nos va a permitir actuar con la suficiente antelación", señala Luis Asín.
En lo que respecta a la sanidad, el control biológico de plagas es una realidad desde hace años en este sector. El empleo de 'enemigos naturales' ha favorecido el control de plagas y ha hecho posible que muchas de ellas ya no representen ningún problema serio. Existe además la posibilidad de promover la fauna auxiliar que ya está presente en las parcelas, con el fin de aumentar su densidad hasta un punto adecuado al objetivo que se quiere alcanzar. No obstante siguen existiendo plagas cuyo control es muy complicado. "Esto se produce en determinadas especies con una tasa de reproducción muy elevada, como pulgones o psilas, para los que es muy difícil establecer una colonia de enemigos naturales que sean polífagos y que estén en el momento y sitio adecuados. Al final es una herramienta más en la Gestión Integrada de Plagas, pero no siempre es la única solución".
Un buen ejemplo de la aplicación de nuevas tecnologías en fruticultura es el proyecto FRUIT Monitor del IRTA. Un proyecto financiado por el Departamento de Agricultura de la Generalitat de Cataluña y que se centró en dos parcelas de manzano ubicadas en Girona y Lleida. En ellas se emplearon diferentes sondas y estaciones climáticas para validar las ventajas o los incovenientes que aportaban en cada una de las fincas. "El objetivo era conocer y demostrar hasta qué punto es conveniente la monitorización del cultivo in situ, a diferencia de basarse en datos procedentes de estaciones que no se encuentran cercanas a las fincas. Los parámetros evaluados fueron el clima y el contenido de agua en el suelo, como aspectos clave en la gestión de la parcela. La información a pie de finca mejora la calidad, productividad y gestión de los cultivos, para aportarles lo que necesitan en el momento adecuado".
Investigación 'al gusto del consumidor'
"El gusto evoluciona pero no es único para todos los consumidores". Los criterios de calidad de la fruta son uno de los factores más importantes en la investigación que se lleva a cabo desde el IRTA y el Fruitcentre. Cuando una empresa detecta que hay cambios en las preferencias de los consumidores o quiere acceder a un nuevo mercado, se han de redifinir los criterios gustativos que van a caracterizar a una determinada variedad, ya se la acidez de la fruta, sabor, textura... La función del mejorador es definir cuáles son los cruzamientos en base a las características que se quieren alcanzar. "Cada año tenemos una reunión para analizar si se cambian o no los criterios que se siguen. En su día solo se pensaba en la calidad exterior, pero desde hace tiempo tanto este rasgo como la calidad gustativa van de la mano. Solo cuidando el aspecto exterior no fidelizas al consumidor", subraya Luis Asín.