Novedad editorial: ‘Arenas de Barcelona: Historia de una transformación’

Alonso, Balaguer y Arquitectos Asociados ha presentado recientemente el libro ‘Arenas de Barcelona: Historia de una transformación’, firmado por Luis Alonso y con prólogo de Jordi Hereu. El libro aborda la transformación de la antigua plaza de toros en un centro comercial de vanguardia.

La plaza de Las Arenas fue construida en 1899 por iniciativa de Josep Marsans, miembro de una familia propietaria de diversos bancos y de los terrenos donde se ubicaría un solar de 30.000 m2.
El Arquitecto modernista August Font i Carreras fue el encargado del proyecto y el constructor Juli Marial el encargado de su desarrollo y ejecución. La plaza se inauguró en 1900 con una capacidad de 14.893 espectadores.

Durante su vida útil, hasta 1977, año en que se celebró la última corrida taurina, funcionó como gran elemento dinamizador del barrio y de la ciudad, con manifestaciones deportivas (básquet, boxeo, velódromo…), artísticas (opera, conciertos, circo…) o políticas (meetings, manifestaciones…). Tenemos que pensar que Barcelona fue la única ciudad que llegó a disponer de tres plazas de toros (Las Arenas, La Monumental y La Barceloneta), pero que Las Arenas disponía en las primera décadas de una posición más céntrica en la ciudad, pues La Monumental disponía de una seria barrera en su frontal (la vía del tren) y La Barceloneta (desaparecida en
1942) siempre apareció como “extramuros”.

Finalmente en 1990, a causa de la nula rentabilidad económica se clausuró al público permaneciendo en completo abandono hasta el inicio del proyecto de reconversión, que se remonta a junio del 2000.

Derribo o no derribo
Formando parte de la memoria popular y colectiva de la ciudad de Barcelona, como indicaba anteriormente, desde los inicios del proyecto se planteó el mantenimiento y conservación del “tambor rojo” como testimonio histórico; con la combinación indicada de apuesta de vanguardia, tecnología y amplio programa funcional de equipamiento de escala metropolitana.

De esta manera se rompía, por tanto, los esquemas hasta entonces planteados sobre su posible
derribo. Nuestra arriesgada y atrevida apuesta pretendía preservar tan sólo el gesto historicista/respetuoso, es decir, la fina piel de recubrimiento. La enorme dificultad pasaría por encontrar solución técnica para preservar tal elemento, en suspensión literal y temporal así como para poder efectuar el vaciado inferior del subsuelo, necesario para ejecutar las precisas plantas sótano.

Grapaje urbanístico
una de las consideraciones a tener en cuenta era el planteamiento del edificio como elemento de continuidad y grapaje urbanístico con el entorno. Su estratégica situación lo convierte en una pieza clave, en un gran eje lineal preexistente que se inicia en el Palau Nacional de Montjuic, la Fira de Barcelona, la Av. Maria Cristina, la Plaza de España, Las Arenas propiamente, el parque de l’Escorxador (Joan Miró), la centralidad de la vía definida por la calle Tarragona y por último la estación de ferrocarril de Sants y su entorno.
Por lo tanto, el nuevo edificio debía producir un efecto de “grapaje” urbanístico en tal eje, potenciando especialmente la continuidad peatonal y, por tanto, se debía buscar la máxima permeabilidad ciudadana, para lo cual teníamos que ampliar al máximo las aceras, liberar al “tambor rojo” de todas sus adherencias edificadas históricamente a su alrededor y posibilitar el fácil tránsito peatonal a nivel de planta baja, dentro del
propio centro.

Objetivo de gran dificultad, éste último, pues la plaza se encontraba elevada a 4 metros respecto de las aceras actuales y, por tanto, si se tenía que preservar tal fachada, se debía liberar su paso bajo ella. Otro gran obstáculo a salvar en la solución.

Promiscuidad funcional como objetivo
El estudio Alonso, Balaguer y Arquitectos Asociados siempre ha creído y apostado por la intensa promiscuidad funcional (mezcla de usos) de sus proyectos como objetivo con sentido de permanencia y futuro”.
“Se nos pedía la más brillante solución para un edificio como centro comercial, -explica la memoria del proyecto-, pero iniciamos un proceso de justificación y persuasión de que la mezcla de usos tan sólo produciría efectos positivos al conjunto, con claras sinergias entre comercio, deporte, cultura, oficinas, restauración, eventos, cines y todas aquellas sugerencias que tuvieran consistencia económica y ciudadana.

Flexibilidad como premisa
“Cuando hablamos de flexibilidad en nuestra arquitectura, procuramos dotar a nuestros edificios de todos aquellos recursos que posibiliten su adaptabilidad futura a los más que posibles cambios de usos, o de usuarios, que a buen seguro se producirán tarde o temprano”, añade la memoria del proyecto.

Para generar flexibilidad, uno de los principales recursos consiste en externalizar todos aquellos elementos que, inevitablemente, tendrán que perdurar en los edificios: los núcleos de servicios y las comunicaciones verticales.
Así, elementos como ascensores, montacargas, escaleras de emergencia, aseos, conductos de instalaciones… son ubicados sistemáticamente fuera del núcleo, del tambor principal, del “cogollo” de la actividad, liberando así las áreas susceptibles de uso y actividad.
Asimismo, se decidió desligar estructuralmente la planta cubierta y su cúpula del resto de edificación inferior.

Más información:
www.alonsobalaguer.com