Fundación y Centro Tecnológico Soermar
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Eva Novoa, directora general de Soermar.
Ahora, que estamos a punto de comenzar una nueva legislatura, es un buen momento para repasar el potencial y los retos de un sector como el de la construcción naval, que, pese a estar circunscrito a un ámbito de actividad muy concreto, es estratégico para la economía del país y fundamental para actividades como la exportación y el transporte de mercancías, la pesca o el turismo, por poner varios ejemplos.
De acuerdo con los datos de la última Agenda Sectorial de la Industria Naval, de 2019, se trata de una industria que tiene una facturación anual de 7.500 millones de euros y emplea, directa e indirectamente, a 70.000 personas.
Al mismo tiempo, es un sector que desde hace varios años está inmerso en relevantes procesos de innovación y de transformación digital, a través de la aplicación de nuevas tecnologías, y que camina hacia la descarbonización tanto en sus propios procesos productivos como en los buques que construye o transforma. Son retos que esta industria está afrontando y que se unen a otros como la seguridad marítima, la explotación de los recursos marinos, la atracción de talento capacitado y la formación del que ya tiene, la ciberseguridad…
Pero para hacer frente a esos desafíos necesita seguir contando con el apoyo de las diferentes administraciones a través de mecanismos y herramientas que le permitan innovar y realizar inversiones en tecnología que, la mayoría de las veces, son muy costosas. Administraciones que, a la hora de diseñar ayudas, deben tener en cuenta las especiales características de empresas como los astilleros, que por los productos que desarrollan -los buques son caros y de alto nivel tecnológico- no pueden acceder a muchos de los programas públicos. Es importante mantener y fomentar la colaboración publico privada de forma que los sectores industriales podamos trasladar a nuestros líderes en la Administración nuestras particularidades, inconvenientes y barreras.
Entre esas características, cabe destacar el hecho de que los astilleros desarrollan productos no seriados, pues cada buque es un prototipo, de muy alto nivel tecnológico, de largos periodos de construcción, que necesita contar con un contrato de venta -pues es inviable hacer prototipos de cada buque solo para estudiarlos- y con una importante competencia externa, tanto europea como mundial. A lo que se añade que trabajamos con las reglas del comercio internacional -no en vano la mayoría de nuestros productos son para la exportación- y que es difícil dar confianza a los inversores extranjeros si no trasladamos estabilidad, seriedad y legislaciones sólidas, claras y con requerimientos asumibles por todos los sectores industriales.
Así es el sistema productivo y así se debe tener en cuenta en los mecanismos de ayuda y los programas de financiación, que deben favorecer la colaboración activa entre empresas, apoyar la innovación abierta y colaborativa y disponer de plazos libres, no de convocatorias y ventanillas de tiempo limitado, para apoyar la participación de todas las compañías. Solo las estructuras de financiación accesibles a todos y que supongan una ventaja competitiva y atractiva conquistarán a los armadores, la mayoría europeos. Estos deben percibir que construyendo en España conseguirán un producto de alta calidad tecnológica y económicamente viable. Porque la realidad, aunque a algunos les cueste creerlo, es que tenemos mucho que ofrecer: tecnología, conocimiento, saber hacer y buques muy avanzados tecnológicamente.
Además, desde el punto de vista del talento, el sector necesita profesionales especializados, a veces difíciles de encontrar, y, al mismo tiempo, poner en marcha programas de formación para que los trabajadores actuales adquieran conocimiento de las nuevas tecnologías que se deben implantar en los astilleros.
Sin ninguna duda, el área de I+D+i es una de las que más empleo de calidad genera. Los expertos lo tienen claro y coinciden en la necesidad de apostar por la tecnología marítima. También la industria naval europea, que es líder mundial en términos del valor añadido tanto en buques de alto nivel tecnológico como en equipos y sistemas de abordo.
Por eso, los países con actividad industrial representativa en construcción, transformación y reparación naval, como lo es España, deben capitalizar su fuerte posición actual, en particular en los segmentos de alta tecnología, y aprovechar los próximos años para consolidarla en Europa. Y, junto con el resto de los países europeos, establecer una posición firme, unida y coordinada frente a la competencia internacional.
Es necesario diseñar una estrategia para las particularidades de esta industria y acompañarla de una verdadera integración de políticas marítimas destinadas a apoyar el crecimiento industrial, mediante medidas concretas, que estabilicen y fortalezcan la competitividad.
Y desde el punto de vista medioambiental, también a través de la innovación, es prioritario intensificar la producción, la implantación y el uso de combustibles alternativos y sostenibles. Asimismo, la creación de una red de infraestructuras para estos que sea densa, extensa, fiable y fácil de usar es un elemento fundamental para alcanzar el objetivo de neutralidad climática antes de 2050 y contribuir a la aspiración de contaminación cero prevista en el Pacto Verde Europeo.
Somos conscientes de que conocer las peculiaridades y características del sector es complicado. Por eso, estamos disponibles para ayudar a las distintas administraciones públicas a entenderlas y dispuestos a colaborar activamente con ellas. No lo duden, cuenten con nosotros cuando lo necesiten.