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Exposición laboral a agentes biológicos en servicios funerarios

Redacción Protección Laboral18/10/2017
Servicios funerarios son los que se prestan desde el fallecimiento de una persona hasta su inhumación o incineración. Incluyen recogida y traslado de cadáveres y restos, enferetrado, acondicionamiento sanitario y estético de cadáveres, amortajado y vestido, conservación, refrigeración o radioionización de cadáveres así como su embalsamamiento o tanatopraxia. La actividad conlleva diversidad de riesgos, siendo prevalentes los biológicos.

religiosos o legales), aunque este artículo pone el foco sólo en aquéllos que suponen un riesgo laboral por agentes biológicos.

Oficios funerarios


Aunque produzca cierta grima hablar del tema, la actividad funeraria –distinguida por su discreción- existe y se comporta como un mercado más. España cuenta con unas 7.000 salas de velatorio; el sector mueve algo más de 1.500 millones de euros anuales con algo más de 1.400 empresas. En 2015 (Informe Panasef), se produjeron 422.276 defunciones; contábamos con 17.682 cementerios y una plantilla funeraria en torno a los 11.300 trabajadores. Los oficios del sector son:

-Consultor funerario. Organiza el ceremonial, atiende la familia durante el sepelio y se encarga de todas las incidencias. Es responsable de que el traslado de difuntos se efectúe en las condiciones establecidas.

-Funerario. Efectúa la carga, descarga y traslado de cadáveres y coronas, desde la cámara o casa mortuoria hasta su destino. También se ocupa de la recogida de cadáveres judiciales, trasladándolos al depósito correspondiente.

-Tanatopráctor. Realiza todas las operaciones sobre cadáveres para su sanitización, conservación o embalsamamiento, así como aquellas prácticas necesarias para una correcta presentación del difunto, tales como limpieza, afeitado y maquillaje.

-Operario de cementerio. Ejecuta la inhumación, exhumación, elaboración de listas de fosas, limpieza de recintos, confección de losas de cierre y extracción, colocación de lápidas, etc. así como obras de reparación en general. Colabora en las tareas de transporte manual de cadáveres, féretros y material exclusivamente en el cementerio y sus accesos.


El riesgo es extremo con muertos por enfermedades infecciosas

Exposición a agentes biológicos


“En las múltiples tareas que tienen lugar en los servicios funerarios, el contacto con los cadáveres puede producirse durante el traslado de los fallecidos desde el lugar de su muerte hasta su destino final, así como durante su almacenamiento, lavado, embalsamamiento o preparación; aunque en principio son pocos los agentes biológicos que pueden presentar un riesgo de infección, el riesgo que éstos representan puede ser importante”, cita la NTP 858 del INSHT.

La exposición se produce por contacto directo a través de la piel dañada, por salpicaduras, principalmente a membranas mucosas, por vía parenteral (inoculación, sobre todo en operaciones de tanatopraxia) o por vía respiratoria, por la inhalación de bio-aerosoles (partículas aero-dispersas sólidas o líquidas). El riesgo biológico más importante de los embalsamadores son las patologías infecciosas graves por pinchazos con aguja de sutura o con los tubos de inyección y aspiración, así como por contacto con los fluidos biológicos.

Dichas infecciones son debidas principalmente a dos bacterias: Staphylococcus Aureus, resistente a meticilina (MRSA) y Streptococcus pyogenes (grupo A). El MRSA es un reconocido patógeno nosocomial (infección hospitalaria) Por su parte, el Streptococcus puede sobrevivir en cadáveres de víctimas de enfermedades invasivas, presentando un importante riesgo de infección para los trabajadores que los manipulan.

Los operarios de cementerio tienen el riesgo de contraer la enfermedad de Lyme, que se transmite a través de una garrapata contaminada por una bacteria (Borrelia Burgdorferi). Los virus patógenos más comunes por contacto con sangre u otros fluidos biológicos son el virus de la hepatitis B (VHB), el virus de la hepatitis C (VHC) y el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Otro grupo de agentes biológicos a considerar son los priones, que pueden producir la enfermedad de Creutzfeld-Jakob o encefalopatía espongiforme bovina.

  • Contaminantes quimico-biológicos en las autopsias

Los cadáveres sometidos a la necropsia ocasionan el derrame abundante de fluidos biológicos que, además de contaminar el área de trabajo, pueden provocar resbalones y caídas. Sin embargo, su carga más nociva es la biológica, con la posible transmisión de enfermedades como la hepatitis B o C, tuberculosis, SIDA, etc. Por citar algún ejemplo, en España tenemos que lamentar la muerte de un patólogo que contrajo en la mesa de disección la enfermedad de las vacas locas. En el caso de los misioneros muertos hace unos años por ébola, no se practicaron las autopsias porque los protocolos de bioseguridad lo prohíben expresamente.


El trabajo forense en la sala de autopsias conlleva riesgos biológicos.

El responsable del riesgo químico en las autopsias es el formaldehido, parte constituyente de las soluciones de formol. Este clásico, omnipresente en los ambientes médico-científicos, se emplea para conservar tejidos u órganos; además de inyectarse directamente en los cadáveres para enlentecer la putrefacción.

Basta decir que dicha sustancia tiene la consideración de carcinógeno por parte de la Organización Mundial de la Salud, si bien no existe un amplio consenso al respecto. Al margen de las clasificaciones, el hecho concluyente es que las exposiciones prolongadas a bajas concentraciones de formaldehido pueden provocar irritación ocular, inflamación palpebral y erupciones.

Como ocurre con los fluidos biológicos, un cadáver también puede liberar efluentes químicos. Pensemos en el potencial tóxico (en la sala de autopsias) de un cuerpo que haya sido envenenado con cianuro.

Prevención


Algunas series televisivas han conseguido hacernos convivir con lo ‘dimensión necrológica’ con aparente normalidad (autopsias y forenses que se mueven como pez en el agua). En cualquier caso, como toda actividad laboral, la funeraria conlleva riesgos, cuya prevención exige un protocolo y una batería de medidas a seguir concienzudamente.

  • Medidas higiénicas

Se deben adoptar y seguir las normas de higiene básicas. Es decir, no comer, beber o fumar en las zonas de trabajo. Evitar tocarse los ojos, nariz o boca con los dedos, y lavarse las manos antes de comer o fumar.

Los trabajadores deben contar con ropa y calzado de trabajo adecuados. Asimismo, las instalaciones estarán provistas con zonas de aseo apropiadas, adecuadas al uso de los trabajadores. Se contará también con lugares para guardar de forma separada la ropa de trabajo de la ropa u otras prendas personales. Al salir de la zona de trabajo, el trabajador deberá quitarse la ropa de trabajo y los equipos de protección individual (EPI) que puedan estar contaminados por agentes biológicos. En consecuencia, las instalaciones habrán de disponer también de lugares adecuados para guardar los equipos de protección y verificar que éstos se limpian y se mantienen de forma adecuada.

Los EPI de un solo uso (no reutilizables) se deben desechar como residuo bio-sanitarios, aplicándose el protocolo específico de los mismos. La ropa de trabajo y de protección, si son reutilizables, deben lavarse a altas temperaturas y separadamente de otras ropas no contaminadas

  • Equipo de Protección Individual

La elección de los equipos de protección individual (EPI) a emplear en cada operación depende de la naturaleza del riesgo. En general, si existe riesgo de salpicaduras de sangre o de fluidos biológicos a membranas mucosas como nariz, boca u ojos, se recomienda emplear pantallas faciales, gafas, mascarillas resistentes a salpicaduras, guantes resistentes a los microorganismos y, cuando sea necesario, resistentes también a los cortes.

Del mismo modo, en las operaciones en que se puedan generar bio-aerosoles se deben emplear, como mínimo, mascarillas auto-filtrantes del tipo intermedio (FFP2). La mascarilla quirúrgica que usa el médico protege, en todo caso, al cadáver, pero no a su portador, por lo que no sirve de nada.

En las operaciones de tanatopraxia (mejorar el aspecto de los fallecidos) se utilizará cuando sea preciso delantal de plástico. Es recomendable cambiarse de ropa antes de entrar en la zona de embalsamamiento. Además, como mínimo, se dispondrá de guantes, protección respiratoria, ropa de uso exclusivo y medios para la desinfección de los mismos.

Cuando se efectúan exhumaciones (extracción de la tumba), deberán observarse las normas higiénicas y sanitarias adecuadas en cada caso.

Aunque queda constancia de que, en el pasado, los profesionales han debido intervenir en condiciones muy precarias, hoy día las necropsias suelen realizarse en salas equipadas con sistemas de ventilación y extracción del aire, ‘arte’ que –como hemos dicho en alguna ocasión- no consiste en la mera instalación de ventiladores. Otras medidas complementarias son: empleo de recipientes herméticos para el formaldehido, reducción al mínimo de los niveles de exposición (excesivamente altos, según estudios), y control médico del personal expuesto.



Tanatoprácticos: cambiando el rostro de la muerte


No es un trabajo sencillo ni apto para pusilánimes. Pocas personas están dispuestas a ser maquilladoras de cadáveres, una actividad que sólo ejercen personas que tienen una auténtica vocación y se han diplomado con nota en optimismo y actitud positiva. Embalsamadores, tanatoprácticos o directores de funeraria, son profesiones tabúes, tan extrañas como necesarias, no exentas de prejuicios ante una sociedad que no termina de digerir la muerte como la consecuencia lógica de la vida.

El humor (presencia de ánimo) de estos profesionales hace posible un servicio que sería inviable sin los mismos. De hecho, el tratamiento mediático también ha recurrido al humor para presentar los tanatorios: Documentos TV (de TVE) emitió, en noviembre de 2015, ‘Vivo o muerto’, un “reportaje en clave de humor negro sobre profesionales que trabajan con la muerte”, en expresión literal de la cadena pública.

“Cuando una persona acaba de morir no tiene un aspecto agradable. Transformar a esa persona, embalsamarla, vestirla, maquillarla, hacer que esté presentable para que su familia guarde un buen recuerdo, eso sí es gratificante”, comentaba convencida Natalie, una tanatopráctica. En términos parecidos se expresaba Donald al subrayar que “embalsamar a alguien es una cuestión de vocación, nada más”.

Una prueba de la presencia de ánimo y humor positivo de Erika la tenemos en su respuesta a la pregunta de si habla con los muertos mientras los maquilla: ¿Y por qué no habría de hacerlo? Son los mejores clientes que se puede tener, y lo digo con todo respeto”.

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