Ser mujer, un riesgo para toda la vida
Solo el 18% de los ciudadanos españoles tienen un plan de pensiones privado, ya que, supuestamente, en el momento de la jubilación se percibiría casi el 100% de la base reguladora si se tuvieran 35 años cotizados.
Pese a esto, las tendencias cambian y el Gobierno y otros ámbitos tiene cada vez más clara la insostenibilidad del sistema de pensiones como ahora lo conocemos -de hecho lleva dos décadas empujando a los españoles a suscribir planes de pensiones privados-. Pero más allá de dicho debate, en cuestión de jubilación ellas siempre pierden.
La diferencia salarial entre hombres y mujeres continúa muy vigente: ellos tienen un salario medio de 2.102,1 euros, frente a los 1.621,6 de ellas.
Recordemos que hace poco se publicó un estudio donde se demostraba que las mujeres tendrían que trabajar una media de once años más para acceder a la misma pensión jubilatoria que los hombres. Entonces, si en el año 2011, el salario anual más frecuente en las mujeres (14.468,5 euros) representó el 78,4% del salario más frecuente en los hombres (18.465,2 euros) significa que de entrada, por los mismos años cotizados, las mujeres cobran menos y por tanto deberían seguir trabajando para acceder a la pensión que recibirían sus compañeros.
Mujer y jubilación (pixabay)
Si no fuera suficiente con estos datos, otro estudio sobre pensiones y jubilación resalta que las mujeres son las que, al tener hijos, reducen su jornada y por ello presentan una mayor inseguridad frente a sus años de vejez.
Ellas son las que renuncian. Ellos no. Ellas interrumpen su trayectoria profesional para hacerse cargo de sus hijos y, eventualmente, de sus mayores, por lo que su nivel de ingresos se ve reducido y por lo tanto también su cotización o la posibilidad de reservar un fondo privado.
Curiosamente, el porcentaje de las mujeres con estudios superiores es mayor al de los hombres, situándose en un 46% frente al 41% de ellos. Lo que significa que ellas se encuentran igual o incluso más preparadas que ellos para desempeñar una carrera profesional.
Pero renuncian. En un porcentaje demasiado elevado, ellas renuncian. Porque él no lo va a hacer.
Eso las lleva directamente a depender de un cónyuge que lleve dinero a casa. Un cónyuge que cotice lo suficiente para poder tener una jubilación digna de la que depender.
Por eso, ellas tienen miedo y se sienten inseguras
Porque sin él, no pueden. Según el antes mencionado estudio, el 24% de mujeres señala que en este momento no podría destinar ningún porcentaje de sus ingresos actuales a su jubilación.
Las cifras difícilmente mienten y esta vez nos cuentan que ellas son más propensas a asociar términos negativos al período de jubilación y vejez. Más de la cuarta parte de las mujeres (27%) asocia la jubilación a valores como “inseguridad” y casi una quinta parte (17%) a “pobreza”. Además, más de la mitad de las mujeres españolas que están casadas o que viven en pareja (55%) considera que su cónyuge será “extremadamente o muy importante” como fuente de ingresos económicos durante su jubilación, frente a los hombres, que se muestran más seguros en cuanto a la independencia económica en su periodo de jubilación (45%). Porque son ellos los que cobran, los que trabajan y los que cotizan. Y si alguien tiene que depender del otro, mejor ellas.
Ya no solo hay que asumir que ser mujer lleva implícito tener que sortear más baches laborales que ellos, sino que además no pueden librarse de los prejuicios. Demasiadas veces son las que se ven en la necesidad de demostrar el doble que sus compañeros para ser respetadas.
Por todo esto, reducir la brecha salarial no solo sirve para conseguir igualdad durante los años activos del trabajador o trabajadora, sino para asegurar también independencia económica en el momento de la jubilación.
