Disbarismo en Arinsal
Paula Llull11/02/2015
Se entiende por disbarismo toda alteración del organismo producida por los cambios de presión, tanto bajo el mar, como en la montaña. Esta alteración provoca la formación de burbujas gaseosas en algunos tejidos y fluidos del interior del cuerpo debido a las diferencias de presión.
Sin quererlo, un trabajo que a priori toda persona formada para ello podría realizar, como por ejemplo ser monitor de esquí o guía de montaña, se convierte en una tarea de riesgo para muchos. Lo que todos conocemos como Mal de altura, es un tipo de disbarismo, y se origina por la falta de adaptación del organismo a la hipoxia (falta de oxígeno) de la altitud.
La gravedad del trastorno está en relación directa con la velocidad de ascenso y la altitud alcanzada. Ocurre normalmente a partir de los 2.400 metros, hasta la denominada «zona de la muerte» a los 8.000 metros de altitud. Teniendo en cuenta que muchos pies de pista y hoteles superan ya esos 2400 metros, hay que encender las alertas.
Muchos lugareños –y no tan lugareños- se dedican a hacer temporada en pistas, ya sea de monitores o guías de montaña u otros trabajos relacionados, pero no tienen por qué estar acostumbrados a los cambios de presión.
Un ejemplo común: un individuo que se pasa temporada baja viviendo en Barcelona, a nivel del mar, y temporada alta sube a Arinsal, a 3000 metros. Eso significa dos cosas: un organismo poco adaptado a las alturas y un riesgo más elevado de sufrir las consecuencias del Mal de altura.
Guía de Montaña. Imagen de Flickr
Las manifestaciones más graves (y potencialmente letales) del Mal de altura son el edema pulmonar de altitud y el edema cerebral de altitud, aunque en este tipo de trabajos, la rapidez con la que se suben, y sobre todo se bajan las pistas, probablemente conduzca , si lo hace, a una hipoxia episódica, que muchas veces pasa inadvertida.
A efectos prácticos (en la montaña, por encima de los 2.500 metros) la aparición de cualquiera de los síntomas anteriores que no puedan explicarse por otras razones debe considerarse como Mal de altura y actuar en consecuencia: dejar de ascender y, si los síntomas no mejoran, bajar, perder altitud lo antes posible, al menos hasta la cota donde no se presentaban dichas manifestaciones.
Generalmente, para identificarlo se recurre a tablas de síntomas, cada uno de ellos con distinta puntuación. Si la suma total de los puntos obtenidos supera determinado umbral se considera diagnóstico de Mal de altura.
¿Se puede evitar el Mal de altura?
Además de ascender de forma lenta, pausada y prestando atención al más mínimo síntoma, es importante mantener una forma física y peso adecuados para reducir el riesgo –que no eliminarlo-.
Por un lado, el aumento del gasto cardíaco y de la ventilación pulmonar facilita el control de las burbujas y, por el otro, se ha comprobado que el exceso de grasas facilita la acumulación de gases en el organismo. También aumenta el riesgo de sufrir esta enfermedad con la edad, la fatiga y el abuso del alcohol y del tabaco.
El factor añadido del frío y las bajas temperaturas, sumadas a la posible hipoxia y el esfuerzo físico, por muy preparado que se esté, pueden provocar efectos muy dañinos en el trabajador. Por eso es importante que, pese a las explícitas o implícitas exigencias del trabajo, no se baje nunca la guardia, y al mínimo síntoma de Mal de altura se tomen las medidas necesarias.
Sin quererlo, un trabajo que a priori toda persona formada para ello podría realizar, como por ejemplo ser monitor de esquí o guía de montaña, se convierte en una tarea de riesgo para muchos. Lo que todos conocemos como Mal de altura, es un tipo de disbarismo, y se origina por la falta de adaptación del organismo a la hipoxia (falta de oxígeno) de la altitud.
La gravedad del trastorno está en relación directa con la velocidad de ascenso y la altitud alcanzada. Ocurre normalmente a partir de los 2.400 metros, hasta la denominada «zona de la muerte» a los 8.000 metros de altitud. Teniendo en cuenta que muchos pies de pista y hoteles superan ya esos 2400 metros, hay que encender las alertas.
Muchos lugareños –y no tan lugareños- se dedican a hacer temporada en pistas, ya sea de monitores o guías de montaña u otros trabajos relacionados, pero no tienen por qué estar acostumbrados a los cambios de presión.
Un ejemplo común: un individuo que se pasa temporada baja viviendo en Barcelona, a nivel del mar, y temporada alta sube a Arinsal, a 3000 metros. Eso significa dos cosas: un organismo poco adaptado a las alturas y un riesgo más elevado de sufrir las consecuencias del Mal de altura.
Guía de Montaña. Imagen de Flickr
Las manifestaciones más graves (y potencialmente letales) del Mal de altura son el edema pulmonar de altitud y el edema cerebral de altitud, aunque en este tipo de trabajos, la rapidez con la que se suben, y sobre todo se bajan las pistas, probablemente conduzca , si lo hace, a una hipoxia episódica, que muchas veces pasa inadvertida.
¿Cómo detectarlo?
A efectos prácticos (en la montaña, por encima de los 2.500 metros) la aparición de cualquiera de los síntomas anteriores que no puedan explicarse por otras razones debe considerarse como Mal de altura y actuar en consecuencia: dejar de ascender y, si los síntomas no mejoran, bajar, perder altitud lo antes posible, al menos hasta la cota donde no se presentaban dichas manifestaciones.
Generalmente, para identificarlo se recurre a tablas de síntomas, cada uno de ellos con distinta puntuación. Si la suma total de los puntos obtenidos supera determinado umbral se considera diagnóstico de Mal de altura.
¿Se puede evitar el Mal de altura?
Además de ascender de forma lenta, pausada y prestando atención al más mínimo síntoma, es importante mantener una forma física y peso adecuados para reducir el riesgo –que no eliminarlo-.
Por un lado, el aumento del gasto cardíaco y de la ventilación pulmonar facilita el control de las burbujas y, por el otro, se ha comprobado que el exceso de grasas facilita la acumulación de gases en el organismo. También aumenta el riesgo de sufrir esta enfermedad con la edad, la fatiga y el abuso del alcohol y del tabaco.
El factor añadido del frío y las bajas temperaturas, sumadas a la posible hipoxia y el esfuerzo físico, por muy preparado que se esté, pueden provocar efectos muy dañinos en el trabajador. Por eso es importante que, pese a las explícitas o implícitas exigencias del trabajo, no se baje nunca la guardia, y al mínimo síntoma de Mal de altura se tomen las medidas necesarias.
