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La higiene de las manos más allá del simple lavado

Redacción Protección Laboral21/07/2016

No importa el trabajo o el sector, las manos son siempre la herramienta principal. Son la conexión, los periféricos de la mente, la interfase para actuar con el entorno. Sin embargo, es probable que se las menosprecie al pensar en la seguridad y salud de los trabajadores. El cuidado de las manos tiene una importancia capital. La sentencia de Anaxágoras de “el ser humano piensa porque tiene manos”, puede ser una hipérbole, pero reivindica sin vacilación la importancia de las manos.

Los centros de prevención y control de las enfermedades de Estados Unidos estiman que más de un 40% de los trabajadores industriales padecerán una dermatitis laboral en algún momento de su vida laboral. Eso por no hablar de los accidentes. Datos recientes del Ministerio de Seguridad y Trabajo de España confirmaban que, siguiendo la tendencia, las manos y los brazos son las partes del cuerpo afectadas en mayor medida por los accidentes laborales con baja. El 35% de los accidentes se localizan bien en las manos o en los miembros superiores.

Una mala higiene puede desembocar en enfermedades, como efecto colateral:

-Costes derivados de la interrupción del trabajo y pérdida de productividad que supone la ausencia del empleado.

-Disminuye la eficiencia de la fuerza laboral y causa desmotivación.

-Daña la imagen-reputación de las empresas.

Para cualquier organización, aplicar y mantener buenas prácticas en la higiene de las manos es un reto diario. Los empresarios tienen la responsabilidad legal de procurar un entorno de trabajo seguro. Y ocuparse de la higiene de las manos es un capítulo importante de dicha responsabilidad.

Buenas prácticas para la higiene de las manos

Los trabajadores deben incorporar unas rutinas que contemplen:

-Usar cremas antes del trabajo. Las cremas previas al trabajo pueden emplearse bajo los guantes o sin ellos para ayudar a prevenir la irritación dérmica y mantener la piel sana, hecho que facilitará además la limpieza dérmica.

-Lavado adecuado y frecuente de manos. Se aplicará una pequeña cantidad de producto limpiamanos en las manos secas, frotándolas vigorosamente durante al menos 20 segundos. Esta friega debe llegar a todas las partes, incluyendo el dorso, las muñecas, las zonas interdigitales y bajo las uñas. Tras aclarar con agua abundante se procederá al secado usando toallas limpias y desechables. Un detalle nada menor es utilizar una toalla para cerrar el grifo, evitando así el contacto directo con la mano.

El lavado de las manos es crucial para evitar la diseminación de gérmenes de unas personas a otras en el lugar de trabajo y, a la postre, crear un entorno de trabajo sano y productivo.

-Usar el limpiador adecuado para el tipo de trabajo. Existe el error conceptual en continua expansión de valorar la eficacia de un limpiamanos por su capacidad para efectuar una limpieza agresiva. La mayoría de estos limpiadores sobrepasan de largo las necesidades reales de los usuarios. Por ello, es importante seleccionar productos que, además de aportar la eficacia que requiera el trabajo, tengan en cuenta su impacto sobre las manos.

-Usar limpiadores para uso severo exentos de abrasivos demasiado duros. Frecuente se añade arena a los limpiamanos para facilitar la eliminación de sustancias como el aceite o la suciedad incrustada. Muchos de estos agentes limpiadores como la piedra pómez y la arena pueden causar micro-abrasiones o erosiones en la piel. El objetivo es limpiar sin dañar las manos.

-Primar el uso de limpiamanos libres de sustancias solventes. Muchos limpiadores industriales contienen ingredientes nocivos como destilados del petróleo. Los derivados del petróleo, en tanto que disolvente, no solo irrita las manos, sino que es absorbido a través de la piel y, con el tiempo, puede provocar unos niveles perjudiciales de toxinas en el organismo. Los limpiamanos con un bajo contenido (o libres) de disolvente son la opción más saludable.

-Tener fácil acceso a los limpiamanos. La ubicación de estos productos determina el éxito de toda política higiénica. Deben ser visibles y fáciles de encontrar, lo que contribuirá a reforzar la importancia que la organización concede al cuidado de las manos. Las cremas deben encontrarse en áreas clave como los vestuarios, entradas a los lugares de trabajo, lavabos e instalaciones específicas para el lavado de las manos (las ‘hand washing stations’)

-Cuidar las manos después del lavado. Con el lavado las manos pierden aceites naturales y su humedad, por lo que será necesario aplicar una crema acondicionadora para restablecer el equilibrio y la hidratación natural de la piel.

-Usar guantes cuando sea necesario. A pesar de que no siempre resulta práctico o seguro emplear guantes al trabajar, los guantes y otro equipo de protección individual debe emplearse siempre que sea posible para proporcionar un escudo a las manos frente a irritantes y contaminantes severos.

-Informar de los problemas dérmicos inmediatamente. Los trabajadores deben haber sido informados de la importancia de una actuación precoz ante la aparición de afecciones. Informar de las mismas es el camino más rápido para aplicar los tratamientos y evitar daños mayores.

La piel

Prescindiendo de las estructuras osteo-articulares que componen la compleja pieza de ingeniería que es la mano humana, nos centraremos en su barrera de protección contra agresiones externas, es decir, la piel.

La piel humana, órgano extenso y complejo, es el envoltorio que preserva al organismo de las agresiones externas. Así pues, tiene una función inmunitaria que ejerce convirtiéndose en una “barrera”. La piel también es vital para la regulación de la temperatura corporal, el equilibrio hídrico, la protección frente a la radiación solar, la síntesis de la vitamina D... La piel transmite una imagen de nosotros mismos, algo que no puede pasarse por alto cuando la apariencia física está sobrevalorada, como ocurre actualmente.

La piel es la superficie que aísla el organismo humano de su entorno. Así, provee importantes funciones protectoras contra la penetración de sustancias extrañas y el efecto de agresiones físicas. La piel lleva a cabo numerosas funciones fisiológicas, como:

-Regulación de la temperatura

-Regulación del equilibrio hídrico

-Función inmunitaria

-Protección contra la radiación ultravioleta y

-Síntesis de la vitamina D.

Además, es el órgano que acoge las células sensitivas para la percepción de la presión (sentido del tacto), temperatura y dolor.

Vista desde el exterior hacia el interior, la piel está constituida por la capa externa o epidermis, el corium y el sub-cutis, así como el tejido graso que le da soporte, partes que están unidas mediante un tejido de conexión con los músculos.

Las enfermedades y accidentes laborales que afectan a este órgano son una prueba irrefutable de que no le prestamos los cuidados que requiere. En el entorno laboral, será necesario proteger al trabajador -a su piel- del contacto con sustancias nocivas, agresivas o que, sin ser nocivas, como el agua, se convierten en una amenaza para la higiene laboral al romper el equilibrio graso de la piel.

Los preparados de protección dérmica ejercen unos beneficios que pueden neutralizar los peligros que nos acechan. Sin embargo, el buen resultado preventivo depende de la elección del compuesto, que estará en función del tipo de agente nocivo.HandsCream

Causas del daño dérmico

Las sustancias que disuelven la película grasa y las grasas de la capa córnea provocan una degradación del efecto de barrera natural de la piel. Entre estas sustancias se encuentran fundamentalmente el agua y aquéllas que disuelven las grasas, como los disolventes orgánicos. El agua también produce un hinchamiento de la capa córnea, lo que provoca adicionalmente un debilitamiento de su resistencia mecánica. El daño resultante para la capa córnea -la capa hidrolípida aumenta la pérdida de agua- se traduce en la deshidratación de la piel y el consiguiente agrietamiento, con lo que la piel no puede impedir la penetración de sustancias nocivas. El daño mecánico de la piel, por ejemplo, desgaste debido a la abrasión, disminuye, asimismo, la efectividad del efecto barrera. Este efecto también se produce por el uso frecuente de agentes limpiadores que contienen ásperos abrasivos. Por esta razón, está plenamente justificado el requisito de que los agentes limpiadores de la piel sean suaves y proporcionados al grado de suciedad a los que se enfrenta el trabajador.

La consideración de los grupos ocupacionales que desarrollan con mayor frecuencia enfermedades de la piel arroja luz sobre la fuente de los peligros. En ese sentido, es evidente que las actividades que suponen trabajo en un entorno húmedo o en áreas mojadas se llevan la parte del león en lo que a responsabilidad se refiere. Son situaciones de riesgo, entre otras muchas:

-El lavado del cabello, rizado y coloreado en el sector de la peluquería.

-Contactos con mezclas acuosas de lubricantes de refrigeración en la industria metalúrgica.

-Lavado de manos en profesiones relacionadas con el tratamiento y cuidado de pacientes.

-Contacto con el agua, productos mojados, soluciones de lavado y limpieza en la industria alimentaria.

Queda pues claro que el agua y las sustancias acuosas contribuyen a una gran parte de las enfermedades de la piel. Debido a la degradación de la barrera natural de la piel y el hinchamiento de la capa córnea, las sustancias que causan las enfermedades tienen la posibilidad de ejercer su efecto nocivo.

Enfermedades dérmicas de las manos

  • Dermatitis, afección invalidante

La dermatitis laboral es un problema serio, que supone más de la mitad del tiempo perdido en incapacidades, suponiendo un problema para el trabajador y su empresa.

Con aspecto y consecuencias desagradables, la dermatitis profesional es una inflamación de la piel causada por el contacto con una sustancia irritante presente en el puesto de trabajo. Los síntomas y la variedad de las condiciones varían considerablemente.

El tiempo para contraer la dermatitis profesional dependerá de una serie de factores:

-Si la sustancia en cuestión es un irritante conocido o no.

-Tiempo y frecuencia de contacto con la piel.

-Horquilla de temperaturas.

-El tipo de piel y sensibilidad individual.

Localizada normalmente en las manos y antebrazos, los síntomas de la dermatitis profesional pueden ser rojez, picor, propagación y aparición de ampollas. Un empeoramiento conducirá al agrietado y sangrado de la piel, pudiéndose producir infecciones cutáneas. Estas condiciones son suficientes para provocar la incapacidad laboral transitoria del trabajador y, en casos extremos, podrían imponer un cambio de oficio. Su diagnóstico precoz y la profilaxis adecuada producirán una completa recuperación del afectado.

Como en todo, también en la dermatitis la prevención es la regla de oro. En caso contrario, nuestra herramienta fundamental de trabajo no sólo no estará en condiciones, sino que constituirá un serio riesgo para la higiene de los productos manipulados. En estos casos puede decirse que la salud de las manos es doblemente valiosa.

  • Urticaria

Sin revestir la gravedad de una dermatitis profesional, que tiene carácter crónico, los trabajadores pueden contraer urticarias, dermatosis que aparecen en los minutos siguientes al contacto con un agente sensibilizante. La urticaria más frecuente en la vida cotidiana se debe al contacto con las ortigas, que dan el nombre a la dolencia.

En el ámbito profesional, es el personal de la alimentación (panaderos, cocineros, trabajadores de mataderos), los veterinarios y los agricultores los que están más expuestos a la urticaria. Los principales agentes sensibilizantes son las proteínas de origen vegetal (harina, plantas, legumbres...) y animal (pescado, carne, piel...), productos químicos (medicamentos), etc.

La urticaria se presenta en forma de placas eritematosas (rojas), edematosas (inflamadas), de tamaño variable, con prurito, sin descamación ni costra. Las lesiones se localizan en la zona de contacto, pudiendo extenderse y verse acompañadas de otros síntomas (algunos graves).

Una urticaria momentánea puede acabar convirtiéndose en una enfermedad profesional invalidante. Nuevamente estamos ante un riesgo con dos frentes: la salud del trabajador y la salubridad de los alimentos manipulados.

  • Onicomicosis

Constituye un problema de salud que afecta a un elevado porcentaje de trabajadores, especialmente en el sector alimentario.

En el decálogo de las manos sanas, uno de los mandatos fundamentales será combatir la onicomicosis, o infección de las uñas de las manos por efecto de los hongos. Esta afección oportunista tiene mayor incidencia a medida que aumenta la edad. La multiplicación de los hongos encuentra su medio idóneo en ambientes húmedos y cálidos (interior del guante) o si el trabajo requiere un contacto directo y frecuente con el agua. La onicomicosis, que se transmite de individuo a individuo, cursa con molestias iniciales, picor y un cambio estético progresivo del estado de las uñas. Cuando la afección está avanzada, las uñas cambian ostensiblemente su aspecto y forma. La infección en la punta de los dedos puede llegar a ser dolorosa y provocar la propia caída de la uña, que antes se habrá mostrado frágil y quebradiza. La onicomicosis tiene un tratamiento complicado, largo y pesado, por lo que la mejor profilaxis será prevenir su aparición. Tratemos de imaginar cómo se defenderá en el tajo cualquier trabajador que haya desarrollado onicomicosis y sienta una insufrible comezón en la punta de los dedos cuando deba montar el cableado de un automóvil, despiezar cortes de carne, o atender la sala de un comedor en un restaurante...

  • Paroniquia

Es otra dolencia que afecta asimismo a la uñas o, mejor dicho, su contorno, caracterizándose por la inflamación de éste (perioniquio), acompañada de dolor. La evolución sintomática pasa la formación de vesículas, pústulas y ampollas, además de una potencial supuración y la propia destrucción de la cutícula. En casos graves se hace necesario un tratamiento médico-quirúrgico.

Esta dolencia se da por infección de la piel que rodea la uña a causa de una bacteria, hongo o virus. La infección se instala como consecuencia de traumatismos en la última falange del dedo, padrastros, mordeduras de las uñas, chupar los dedos, manicuras agresivas, etc. La higiene es vital para evitar un problema que incapacita la mano, además de ser indeseable en cualquier persona que manipula alimentos.

  • Sensibilización dermatológica

Mientras hay dolencias con efectos visibles sobre los que se puede actuar con prontitud, existen otros efectos más insidiosos, como la sensibilización dermatológica que no conviene menospreciar porque sus efectos –quizás a más largo plazo- son igualmente dramáticos.

Los aceites minerales y productos del refino del petróleo, los disolventes y un sinfín de sustancias químicas tienen capacidad para actuar como sensibilizantes dérmicos. Los sensibilizantes (alérgenos) son sustancias que se introducen en el organismo a través de la piel, produciendo una hipersensibilidad, que dependerá de factores individuales, y que puede culminar con la aparición de un eczema cutáneo denominado dermatitis alérgica de contacto.

Una vez que se ha producido la sensibilización, cualquier nueva exposición a la sustancia sensibilizante provoca una reacción de defensa del cuerpo, lo que conocemos como las molestas alergias. Si éstas se centran en las manos acabarán siendo invalidantes, con lo que el afectado puede dar por concluida su actividad laboral, además de ver mermada su calidad de vida, en el mejor de los casos.

Productos de protección de la piel

Los productos para preservar la piel nunca pretenden reemplazar los EPI pertinentes, simplemente protegen la barrera natural de la piel contra las sustancias o los efectos ambientales en el puesto de trabajo. Las investigaciones demuestran que no cabe esperar una protección fiable contra la absorción percutánea de sustancias tóxicas por vía sistémica. De ahí que el término ‘guante invisible’ es incorrecto aplicado a los productos previos al trabajo, que proporciona a los usuarios una falsa sensación de seguridad. La protección completa contra cualquier sustancia presente en el trabajo no puede obtenerse con ningún producto de protección general.

Es necesario adaptar productos de protección dérmica previos al trabajo, los productos de limpieza y los de cuidado de la piel a los riesgos particulares de cada caso. Además de los criterios de evaluación subjetivos, como olor agradable y absorción rápida por la piel, conviene considerar otros aspectos de la calidad del producto. Los denominados ‘protectores dérmicos universales’ ofrecen menos protección que las formulaciones especiales. Los servicios técnicos de los proveedores de estas formulaciones para el cuidado de la piel pueden prestar una valiosa ayuda a la hora de seleccionar los productos idóneos a cada necesidad, y siempre sobre la base de evitar que el usuario final acabe usando sustancias que podrían causar irritación o, peor aún, provocar una alergia.

Los preparados de protección de la piel forman una capa ejerce distintas funciones:

-Se comporta de forma absolutamente neutra desde el punto de vista fisiológico.

-No interfiere en el proceso laboral directa ni indirectamente.

-Previene el contacto entre la sustancia nociva y la piel.HandsWashingStation

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