Europa, ¿competitividad o precarización?
#DíadelTrabajador
En una coyuntura como la actual y a un día del 1 de mayo, no podemos dejar pasar la oportunidad de reflexionar y hacer balance de la situación laboral en la que se encuentra actualmente nuestro país, y gran parte del mundo.
Las historias que nos gustaría compartir para ilustrar la situación son incontables. Hay tantas y tan representativas que lo más idóneo es reflexionar sobre el problema de fondo.
Hoy en día, tanto jóvenes como mayores se pueden encontrar en situaciones laboralmente complicadas por la falta de oportunidades, y el parón que ha sufrido nuestro país por culpa de la crisis económica que vivimos desde 2008.
Ese es el nuevo paradigma laboral en que nos encontramos, ya no solo en España, sino en todos los países del sur de Europa y parte del mundo.
En estos últimos años se ha forjado un estrecho vínculo entre pobreza y precariedad laboral, una realidad nueva en Europa y ya conocida en EEUU. Tras la destrucción de 3,3 millones de empleos en España entre 2008 y 2014, el nuevo panorama laboral arroja una sustitución del empleo indefinido a tiempo completo por empleo a tiempo parcial, que representan ya casi un 20% de la fuerza de trabajo. Algunos argumentan que eso puede hacernos más competitivos en un mundo en el que hay otras regiones pisando fuerte.
Aunque eso también genera jóvenes que viven con miedo a que se les rompa el portátil, porque es su herramienta de trabajo y no podrían comprarse otro. El 70% de su sueldo lo destinan al desorbitado alquiler de un loft (véase ratonera) en una gran ciudad.
O personas de mediana edad que trabajan más de doce horas diarias por miedo a perder el empleo. Otros que ya lo han perdido y que tienen una hipoteca por pagar. Y también mucho miedo a que el coche se estropee, miedo a que su hijo rompa los zapatos o miedo a que llegue la factura de la luz.
Ellos, o cualquiera de nosotros
Este australiano compró el sueño del emprendimiento, pero no tuvo suerte. Se convirtió en un mendigo con techo. La sopa de pollo era su aliada, para comer, para cenar y para desayunar. Tenía miedo de que sus compañeros le pidieran que trajera limones a la fiesta, porque se iba a gastar la mitad de lo que tenía para ese día.
Esta trabajadora por cuenta propia consigue subsanar los gastos, pero a un precio muy alto: más de 15 horas al día: “Señores, tengo que facturar 2.000 euros para poder ganar 938 limpios, y eso que en mi caso no tengo que pagar local ni gastos de ese tipo. ¿Estamos locos? Pues una asume el reto, pero HOY reconozco que es agotador”
Y no os olvidéis de Benja, ese licenciado que optó por huir. Aquí no tenía nada, allí al menos limpiaba wc’s.
Por todos y todas, abogamos por un mercado laboral más justo y más razonable.