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El riesgo laboral en los invernaderos

Redacción Protección Laboral29/03/2016
Un invernadero es una estructura cerrada, cubierta por materiales traslúcidos, que permite crear un microclima que favorece la producción de cultivos agrícolas. Los trabajadores se enfrentan a una larga lista de riesgos, entre los que hay que destacar los de origen químico.

Por sus innegables ventajas, los invernaderos no se consideran como una parte aislada de la explotación agrícola, sino como una unidad productiva en sí misma. Podemos distinguir entre los invernaderos temporales, de estructuras simples, sin cimientos, basadas en materiales efímeros, y los invernaderos permanentes, los cuales disponen de estructuras sólidas, cimentadas, dotadas de infraestructuras complejas. Estas construcciones responden a una tipología estructural diversa (planos o tipo parral, tipo raspa, multi-capilla, multi-túnel, semi-cilíndrico, etc.).


Laguna legal

Invernadero3

Las condiciones de seguridad y salud de los invernaderos son muy mejorables con la aplicación de las disposiciones del Real Decreto 486/1997, que establece las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo. Sin embargo su aplicación presenta una especial problemática. En efecto el artículo 1.2 de este Real Decreto excluye de su ámbito de aplicación “los campos de cultivo, bosques y otros terrenos que formen parte de la empresa o centro de trabajo agrícola o forestal, pero que estén situados fuera de la zona edificada de los mismos”, cita un texto de la Comisión Nacional de Seguridad y Salud del INSHT.

Algunas de las disposiciones del RD 486/1997 que podrían tenerse en consideración son las que se refieren a las condiciones constructivas, a las vías y salidas de emergencia, a los servicios higiénicos y a locales de descanso y de primeros auxilios. Los déficits, derivados de las lagunas legales, son innegables. Por lo general, en los invernaderos no existen servicios higiénicos (vestuarios, duchas, lavabos, retretes), ni tampoco locales de descanso o comedores. El agua potable para el personal no es fácilmente accesible y los trabajadores habitualmente no se cambian de ropa en el lugar de trabajo, sino en su domicilio o el espacio que habita.

Del mismo modo, es frecuente la falta de botiquín de primeros auxilios, o cuando existe no cuenta con la dotación adecuada para las necesidades que se pueden presentar, los trabajadores no conocen su ubicación o carecen de formación para su utilización.


Riesgos específicos

Sin voluntad de agotar el tema, señalaremos algunos de los riesgos habituales, que son los mismos que encontramos en las tareas agrícolas. Sintetizando, el trabajo en los invernaderos incluye la preparación del terreno, acondicionamiento del suelo, limpieza y eliminación de restos de cultivos, desherbado, transplante-siembra, poda, deshojado, pinzamiento, utilización de insectos polinizadores, preparación y aplicación de plaguicidas y fertilizantes, eliminación de frutos defectuosos y recolección. El INSHT destaca, entre otros, los siguientes riesgos derivados:



  • Caídas al mismo nivel

Es un riesgo inherente a la existencia de suelos resbaladizos, húmedos o embarrados, obstáculos en los pasos o accesos, instalaciones o conducciones tendidas por el suelo, acequias y canalizaciones en zonas de paso, etc.



  • Caídas a distinto nivel

La caída de la cubierta al suelo está asociada con trabajos de mantenimiento, y depende del tipo de construcción del invernadero. En la fase de cultivo, este riesgo se origina por la necesidad de efectuar tareas como la colocación de tutores, amarrado, destallado, recolección, etc., que, bien por el tipo de planta cultivada o por la altura que puede llegar a alcanzar, se hace necesario el uso de equipos para acceder a la altura en que debe efectuarse la tarea de cultivo.

Es frecuente que, entre la diversidad de equipos que se emplean para alcanzar los niveles superiores, se encuentran las cajas de embalaje de plástico o de madera utilizadas para la recolección de los productos, puestas boca abajo en uno o varios niveles de altura (según necesidad), escabeles, escaleras de mano, bancos, zancos, perigallos, equipos automotrices adaptados para estas tareas y carretillas elevadoras de manutención provistas de cestillos, donde se sube el trabajador. En la mayoría de las ocasiones, estos equipos no están concebidos para elevar personas y se acondicionan sin ninguna garantía para tal finalidad, por lo que se ignoran las disposiciones mínimas de seguridad y salud para la utilización por los trabajadores de los equipos de trabajo (Anexo II. 3. B del Real Decreto 1215/1997).



  • Caídas de objetos en manipulación

La manipulación de los cajones de recolección puede suponer la caída de los mismos a los pies del trabajador. La utilización de herramientas durante las tareas de reparación o mantenimiento del invernadero y su caída durante la manipulación pueden afectar a otros trabajadores que estén en el interior del invernadero.Invernadero1



  • Atrapamiento por vuelco

Los accidentes provocados por el vuelco del tractor suelen tener graves consecuencias porque, generalmente, los arcos de seguridad de los tractores no son fijos (para trabajar en el interior de los invernaderos suelen llevarlos abatidos para facilitar las labores y el acceso a los invernaderos, o para desplazarse entre distintas naves. Asimismo, las plataformas móviles para la recolección presentan también el riesgo de atrapamiento por vuelco.



  • Atrapamientos, golpes y cortes con maquinaria

Entre los elementos de los equipos utilizados en invernaderos que puede originar este riesgo destacan las transmisiones por correas, engranajes, de las motobombas, generadores de electricidad, compresores, cintas transportadoras, plataformas, automatismos de apertura de hoyos, plantadoras, cubas, tractores, motocultores, motosierras, desbrozadoras, etc. El mantenimiento y utilización adecuada de los equipos, junto con la destreza en su uso, son fundamentales para evitar accidentes



  • Cortes y pinchazos

Durante el manejo de herramientas manuales como cuchillos y tijeras, alambres, puntas, bordes metálicos o astillados, etc. se pueden producir lesiones y heridas inciso-contusas.



  • Golpes y atrapamientos

Estos riesgos se presentan cuando la estructura, cables, tensores, y elementos constructivos de la cubierta del invernadero presentan defectos debidos al deterioro. También pueden producirse golpes y atrapamientos por movimientos incontrolados de herramientas, elementos de las máquinas u otros objetos.



  • Atropello por vehículos

La mayor probabilidad de este riesgo se da durante la utilización del motocultor y las tareas de recolección de frutos en cajas con el tractor.



  • Electrocución

El contacto –directo o indirecto- (y accidente eléctrico) puede deberse a un defecto o falta de elementos de protección en la instalación, en la máquina o herramienta eléctrica utilizada. Otras causas son la presencia de agua o humedades en instalaciones no protegidas, presencia de cables, conductores, cajas de distribución y sistema de alumbrado no protegidos, modificaciones y manipulaciones de las instalaciones o de los equipos eléctricos originales, la falta de protección o una protección insuficiente en acumuladores, grupos electrógenos o el contacto con líneas aéreas, subterráneas u otras instalaciones bajo tensión durante las tareas de mantenimiento del invernadero.



  • Incendio o explosión

Este riesgo va asociado comúnmente a tareas de repostaje de combustible de los equipos y maquinaria empleados. La acumulación de materiales combustibles o inflamables junto a focos de ignición es otro de los factores de riesgo que suelen darse con más frecuencia. Ocasionalmente también pueden originarse incendios en los equipos como consecuencia de una falta de mantenimiento o en las labores de recarga de los acumuladores de baterías. En este caso, el riesgo también puede ser de explosión del gas hidrógeno desprendido en la operación de carga de los acumuladores si la misma no se realiza correctamente. También es posible el incendio producido por cortocircuitos en el sistema eléctrico del invernadero.



  • Intoxicación por productos químicos

En un invernadero pueden manejarse productos químicos de muy diverso tipo. Estos pueden ser productos fitosanitarios, abonos y otros preparados de uso en agricultura, combustibles y carburantes, carbonato cálcico, disolventes, pegamentos, etc. Asimismo debe tenerse en cuenta la exposición a polvo, partículas y aerosoles generados en trabajos como la limpieza y preparación del terreno para el cultivo.

Las condiciones de altas temperaturas y humedad en un invernadero, junto con el uso de los productos químicos, pueden incrementar la probabilidad y gravedad del daño. Conviene tener en cuenta que las sustancias químicas permanecen un determinado periodo de tiempo en las plantas tratadas, pudiendo afectar a los trabajadores que realizan tareas posteriores en el cultivo.



  • Exposición a agentes físicos

En los invernaderos, la combinación de temperatura, humedad ambiental, esfuerzo físico, ropa de trabajo no adecuada y ventilación escasa, propicia un riesgo de estrés térmico importante debido a las condiciones termo-higrométricas que se generan, sobre todo en determinadas épocas del año y en determinadas zonas geográficas.

Además debe tenerse en cuenta el riesgo por exposición a ruido y vibraciones durante el uso de equipos y maquinaria.



  • Exposición a agentes biológicos

Los residuos orgánicos como excrementos de animales, estiércol, aguas residuales, etc. pueden contener agentes biológicos nocivos para los trabajadores. Asimismo, cabe considerar en este apartado las picaduras de insectos (especialmente los polinizadores empleados en el propio invernadero) o la posible exposición a otros agentes biológicos, dadas las condiciones de temperatura y humedad (bacterias como la listeria, legionella, etc).



  • Carga física

El trabajo en el invernadero, especialmente en labores de siembra y recolección, supone el manejo manual de cargas, lo que puede dar lugar a sobreesfuerzos, con riesgo de lesiones músculo-esqueléticas, especialmente dorso-lumbares. Además, es frecuente que el trabajo implique la adopción de posturas forzadas durante diferentes labores de cultivo (siembra, recolección, poda, etc.) efectuando trabajos repetitivos que, por sobrecarga de grupos musculares, óseos y tendinosos, provocan la aparición de este tipo de lesiones.



  • Iluminación del lugar de trabajo

En los invernaderos la iluminación no suele ser un problema por déficit de la misma, sino por lo contrario. Ocasionalmente, suele haber un exceso de iluminación, especialmente cuando se realizan trabajos en la cubierta, de modo más acusado en determinadas zonas geográficas y épocas del año. La protección ocular evitará lesiones oculares que pueden afectar gravemente a la retina.



  • Estrés laboral

Aspectos como una jornada de trabajo excesiva, trabajo nocturno o a destajo, trabajos que requieren una cualificación distinta a la que se posee, inadecuado reparto de tareas, falta de coordinación, conflictos entre los compañeros, etc. conforman un ambiente laboral que desencadena situaciones de estrés y sobre-carga mental.



  • Especificidad de género

La mano de obra está constituida indistintamente por hombres y mujeres. Con frecuencia la prevención de riesgos carece de perspectiva de género. Aspectos como la deficiente adecuación de los materiales y equipos de protección, la influencia de las altas temperaturas o la falta de concienciación sobre los efectos concretos que los productos químicos pueden tener en la maternidad pueden suponer la desatención de los riesgos específicos de las mujeres trabajadoras en los invernaderos, contraviniendo el ordenamiento legal.

En esta área cabe destacar la frecuente existencia de abusos (delitos contra la seguridad de los trabajadores) y situaciones de explotación laboral de trabajadores inmigrantes o en situación irregular en el país, como es el caso destapado recientemente (diciembre de 2015) en unos invernaderos de Lorca y Mazarrón (Murcia).


Riesgo químico

En los cultivos de invernadero se maneja gran cantidad de sustancias químicas, con el agravante de que los trabajadores agrícolas tienen una escasa consciencia de los riesgos que manipulan, lo que dificulta la prevención, condicionando una respuesta reactiva –que no preventiva- cuando el daño ya se ha producido.

Andalucía es la primera comunidad autónoma en cuanto a consumo de plaguicidas en España. Las condiciones de trabajo en los invernaderos, bajo plástico (altas temperaturas, escasa circulación del aire, etc.) dificultan la utilización de ropa de protección e intensifica la exposición dérmica y respiratoria a los productos. El riesgo, además, trasciende más allá de los lugares de trabajo con la contaminación del medio ambiente (aire, suelos y agua) y la presencia de residuos en los alimentos



  • Plaguicidas y fertilizantes

La finalidad de los plaguicidas es causar la muerte, por consiguiente es necesario adoptar precauciones para manipularlos de forma segura. Algunos de los problemas han sido superados por los avances en los productos. En la mayoría de los casos, el lavado con agua abundante es el mejor tratamiento de primeros auxilios en caso de exposición superficial de la piel. Según el tipo de plaga a combatir, el agricultor puede manejar insecticidas, fungicidas, herbicidas, rodenticidas, bactericidas, acaricidas, nematocidas o molusquicidas, un cóctel venenoso contra el que hay que protegerse.

Los tóxicos pueden entrar en el cuerpo por la boca (ingestión), por los pulmones (inhalación), por la piel intacta (absorción percutánea) o por heridas en la piel (inoculación). La posibilidad y el grado de absorción cutánea varían con el producto químico; algunos de éstos ejercen una acción directa sobre la piel, causando dermatitis.

Sobre los fertilizantes, sólo decir que la base más común a todos ellos es el amoníaco, conocido sobradamente por su condición de alérgeno y por provocar la irritación de la piel, ojos y vías respiratorias. También puede provocar quemaduras, y es inflamable.

El mecanismo toxico-cinético (evolución de la intoxicación en el organismo) varía en función del contaminante. En cualquier caso, estamos ante un problema de higiene laboral integral: en primer lugar pagarán la factura nuestras manos y, a posteriori, el cóctel de productos químicos ocasionará otras dolencias menos visibles –generalmente internas e inespecíficas- como cefaleas, anorexia, nerviosismo, insomnio, alteraciones digestivas, prurito, alteraciones respiratorias y de las mucosas, alteraciones de la visión, etc. Menospreciar el riesgo químico de los fitosanitarios equivale a truncar el talento, la capacidad laboral y la calidad de vida de los trabajadores.

Nos hemos centrado en los usuarios finales de fitosanitarios por ser los que tienen mayor posibilidad de exposición. Sin embargo, conviene precisar que el riesgo químico inherente a estos productos afecta a todos los trabajadores que intervienen en la cadena de vida de la sustancia, desde la formulación y fabricación a la venta, pasando por el transporte y almacenaje.

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Neurotoxinas.

El uso de pesticidas o fitosanitarios aumenta el riesgo de exposición a neurotóxicos, que pueden causar un envenenamiento insidioso y, por tanto, difícil de detectar en una etapa temprana.

Pese a la normativa sobre PRL y la normativa específica del sector químico (REACH), “numerosas empresas no otorgan la importancia debida a la eliminación o sustitución de las sustancias peligrosas. La gestión de los riesgos químicos es especialmente deficiente en las pequeñas y medianas empresas y entre los subcontratistas”, advierte la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo.

La sustancia neurotóxica normalmente en forma de vapor, niebla o aerosol, penetra en el organismo a través de las vías respiratorias, pudiendo incorporarse directamente su carga nociva al caudal sanguíneo, lo que hace que ésta sea la vía con mayor potencial lesivo para el individuo afectado.

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Las vías respiratorias superiores (nariz, boca, laringe y faringe) constituyen el punto de entrada más importante. Según el experto en PRL, Manuel Jesús Falagán, autor de Higiene Industrial Aplicada, “se trata de un ‘sistema rápido’ dado que hay una considerable superficie de absorción del tóxico y una barrera frágil de 0,00001 mm de espesor, así como un sistema franco debido a su contacto directo con el sistema circulatorio (oxígeno celular)”.

Falagán afirma que “cualquier sustancia suspendida en el ambiente puede ser inhalada, pero sólo las partículas que cuenten con un tamaño apropiado alcanzarán los alvéolos pulmonares (...) Los vapores, gases y aerosoles no rechazados por las defensas naturales del individuo podrán llegar a los alvéolos, lugar donde se produce el paso del oxígeno a la sangre, produciendo daños locales o atravesándolos para incorporarse a la sangre y, así, ser distribuidos por todo el cuerpo junto con el oxígeno”.

Este autor también señala que “la porción total de contaminante absorbida por vía inhalatoria quedará supeditada a su concentración en la atmósfera de trabajo, al tiempo de exposición y a la ventilación pulmonar”.

Una vez en los alvéolos pulmonares, los tóxicos pueden absorberse por diferente mecanismos (difusión pasiva, fagocitosis, o difusión linfática), siendo ésta última la más grave, ya que la toxina llega rápidamente a la sangre a través de la circulación, produciéndose una perniciosa y casi inmediata concentración hematológica que origina cuadros clínicos graves.

Los neurotóxicos también pueden absorberse por vía dérmica, que hará mucho más lenta la llegada de la carga nociva al torrente sanguíneo; y por vía digestiva, a través de la boca, por contacto con las manos, bebidas, alimentos y cigarrillos contaminados.

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