Moldes de Portugal: cuando la exigencia es el camino… y el destino

Las grandes decisiones se toman en los despachos de las grandes OEM, o los suministradores de primer o segundo nivel. Se encuentren donde se encuentren, alguno de los 478 moldistas de Portugal siempre está presente en esas mesas cuando llega el momento de lanzar un nuevo proyecto de modelo de coche. Porque, incluso a su pesar, la industria portuguesa del molde dedica una buena parte de su actividad a la industria del automóvil. Ni más ni menos que el 79% de sus moldes son para este sector. En una ruta con parada en una quincena de moldistas de nuestro país vecino, Interempresas ha tenido la oportunidad de ver cómo abunda la idea de la diversificación y la búsqueda de otras aplicaciones en sectores como el packaging, el mobiliario, el médico o los productos domésticos.

Muchos de estos constructores de moldes parten de un origen similar. Son numerosos los que cuentan con un antecedente familiar y los que han seguido el camino de añadir a su actividad principal la inyección de piezas de plástico. La compra de inyectoras, que un día comenzó con la idea de poder hacer pruebas para los clientes, fue dando paso a la actual situación de gran parte de los moldistas, que comparten su dedicación al molde con la inyección de piezas de producción. Especialmente para las pruebas, no es raro ver máquinas de más de 3.000 toneladas.

En una industria que evoluciona a trompicones incontrolables provocando constantes dientes de sierra, los moldistas buscan en la diversificación clientes más previsibles que los del automóvil y, en la inyección de piezas, la constancia en la facturación anual que la sierra de los moldes no permite tener.

Con una experiencia duradera, han aprendido a modelar un futuro aprovechando su creatividad, su conocimiento, su arrojo empresarial y el convencimiento de que solo invirtiendo en los mejores medios pueden sobrevivir ante una competencia, sobre todo china, difícil de combatir sin una estrategia. Una estrategia que apunta a lo complejo como el factor decisivo para lograr esos pedidos que provienen de los despachos antes citados. En 2022, el 80% de sus moldes se exportaron, principalmente a Europa (79% de las exportaciones). Alemania (21%), España (16%) y Francia (13%) son sus principales clientes.

Su nivel de excelencia se puede observar entre máquinas en sus talleres de mecanizado. Las primeras marcas de centros de mecanizado, fresadoras, tornos y máquinas de electroerosión son muy habituales. Máquinas de medir por coordenadas en salas climatizadas, brazos de medir a pie de taller, softwares avanzados de simulación o análisis por elementos finitos, la fabricación aditiva como un paso incipiente en muchos talleres… Una apuesta decidida para acceder a la exigente Europa.

Esta búsqueda de la calidad también se demuestra en la escasa dependencia que tienen de la subcontratación, ya que, en su mayor parte, mecanizan ellos mismos todas las piezas y componentes que necesitan.

También es común a muchos de estos moldistas la evolución hacia una estructura de empresa compleja. Muchos forman parte de un grupo, pero continúa siendo habitual la propiedad familiar, si bien esto está cambiando en cierto modo para tener una estructura suficiente que les permita responder a una actividad compleja.

Parte de su éxito reside en el “sí” a los retos. Alejarse de la famosa zona de confort, afrontar retos difíciles, está en su ADN. Desde la cotización, pasando por el know how y la fiabilidad, hasta el producto final, la confianza mundial de la industria en el molde portugués se ha creado a lo largo de muchos años. Moldes para dos componentes, inyección asistida por gas, sobreimpresión con textil, moldes transfer, preparados para técnicas de espumación, compresión de SMC y BMC, la lista de los moldes complejos que se fabrican es tan larga probablemente como la de procesos complejos que existen.

Una particularidad destacada de la industria de moldes portuguesa es la capacidad de colaborar que tienen las empresas. Conscientes de que para abordar determinados proyectos deben unirse, no tienen problema en juntar fuerzas con sus competidores, incluso para crear consorcios capaces de crear estructuras en México, como ocurre con un proyecto que ya está en marcha.

Los grandes temas de la industria mundial no les son ajenos a los moldistas portugueses. La sostenibilidad es una realidad, de la misma forma que la digitalización.

En los talleres de producción, las líneas automatizadas y las máquinas robotizadas están a la orden del día.

Preguntados por los problemas que estas colaboraciones pueden originar, hablan de nuevo de intangibles poco frecuentes en el mundo industrial. La relación de confianza entre ellos y el respeto favorecen esa cooperación que tanto distingue a esta industria en Portugal. Sin duda, la labor de la asociación Cefamol, aglutinante de todos ellos, el apoyo del centro tecnológico Centimfe y del paraguas de PoolNet, juegan también un papel importante.

La dependencia del automóvil de la industria portuguesa es manifiesta. Piezas de interior, del exterior, incluso bajo el capó. Grandes piezas, pequeñas y medianas. En Portugal, el automóvil encuentra todo lo que necesita. Pero la actual incertidumbre del sector, la irrupción del coche eléctrico, las errantes políticas de los gobiernos e incluso de la Unión Europea, la situación económica internacional que afronta grandes dudas, sitúa a los clientes del sector automóvil en el grupo de los no deseados… ¿Seguro? No, no tanto. La dependencia del automóvil es muy alta, en muchos de ellos entre el 70 y el 90% de la facturación depende de este sector. Lo no deseado es la imprevisible llegada de pedidos. Los proyectos que avanzan y de pronto desaparecen, las tensas tuercas de los precios. Pero ¿quién dice que no a un proyecto para un coche nuevo?

Además, es un sector que todavía deja espacio a muchas oportunidades tecnológicas. Por ejemplo, la reducción del peso de los coches para lograr una mayor autonomía del coche eléctrico o unas menores emisiones en los equipados con motor de combustión.

La construcción de moldes es una actividad compleja. Requiere mucha experiencia, los mejores medios productivos y capacidad de proyección internacional (Portugal exporta el 85% de sus moldes), pero también elementos que se llevan en la sangre, como la pasión, el atrevimiento empresarial o el olfato. Sin embargo, como ocurre a un padre y a una madre con sus hijos, es difícil acostarse sin preocupaciones.

Una de ellas, que afecta a muchas otras industrias y que no está en su mano solucionar, es el progresivo desvió de las capacidades productivas de Europa hacia otros continentes, principalmente Asia.

Otra, también común a otros países, la alarmante falta de personas cualificadas y ello a pesar de su proximidad con universidades y centros tecnológicos.

Más problemas. Las trabas arancelarias de Estados Unidos a China ha provocado un mayor foco de los moldes chinos en el mercado europeo.

Está también la sensación, para algunos perfectamente cuantificable, de que un porcentaje elevado del mercado para los moldistas no se ha desplazado a otros países, simplemente ha desaparecido.

También el consumismo exacerbado de nuestra sociedad está minando en cierto modo el quehacer de los moldistas que se hacen fuertes en la complejidad y el conocimiento. Un consumo rápido de productos requiere nuevos modelos con mucha frecuencia. Así, el fabricante tiende a buscar moldes para menos piezas, moldes más simples, es decir, un terreno en el que Portugal no puede competir con China.

En cualquier caso, con preocupaciones, con problemas cuya solución no está en sus manos y con un futuro incierto, los moldistas portugueses no dejan de sorprender. Saben que, en tiempos difíciles, deben mirar para dentro y mejorar continuamente para seguir estando en esos despachos de quién sabe dónde, en el momento en que alguien decida qué moldista responderá mejor a sus necesidades.