Una visión profesional sobre la evolución de las tijeras para peluquería canina

Ese verano, mi compañera de trabajo, después de haberse cerciorado de que no tenía plan alguno para después del instituto, me propuso que la ayudara en el salón dado que en ese momento se encontraba con una carga de trabajo importante y necesitaba a alguien para que le echara una mano. Y así lo hice, pero, no nos vamos a engañar, mi primera toma de contacto con la profesión no fue muy buena: me pareció un trabajo muy duro, los perros se resistían y a veces venían incluso con miedo.

En esos tiempos, la peluquería canina era bastante desconocida y, siendo sinceros, no estaba muy bien vista. Digamos que, por aquel entonces, se identificaba a los peluqueros como “gente rara que se dedica a cortar el pelo a los perros”. Aún así, el destino quiso que siguiera.

En 1997 se celebró el primer campeonato de peluquería canina en España, y allí estuve yo. Me apunté sin tener apenas idea de nada, pero con mucha ilusión por ver qué se cocía en aquel emblemático evento de la feria de Montjuïc.

La “historia” empezó bien. Los campeonatos me engancharon y, a medida que fui cogiendo experiencia, me fui profesionalizado hasta acudir, por cuatro veces consecutivas, al campeonato del mundo, llegando incluso a “pisar cajón”.

Cuando empecé, solo tenía unas tijeras de la marca 3 Claveles rectas del número 6 (tijeras de coser), una máquina Oster, una carda y un peine. Por eso, cuando a día de hoy mis alumnos se dirigen a la mesa donde tengo las herramientas y me preguntan “¿cuál de ellas cojo?”, no puedo evitar acordarme de mis inicios en la profesión. Así, les explico cómo eran las cosas años atrás, cuando no disponíamos de tantas posibilidades, no existiendo tijeras elegantes de corte fino ni chunker para ir más rápido, ni distintas medidas de estas.

Pero el mercado ha ido evolucionando de forma trepidante, teniendo en la actualidad una gran cantidad de modelos de tijeras a nuestra disposición. Como en todos los sectores, esta evolución se debe, en gran parte, a la importación de productos provenientes de China, sin perder de vista la globalización que preside el planeta en esta época en la que nos ha tocado vivir.

Volviendo atrás, las primeras (nuevas) tijeras que descubrí fueron las de esculpir, con las que podía cortar y difuminar los cortes. Por fin podíamos cortar un pelo liso sin dejar trasquilones, consiguiendo hacer arreglos de lo más elegantes. Pero otras que me dejaron sin habla fueron las chunker, que aceleraban mi trabajo en pelo rizado a un nivel que jamás habría soñado, sin olvidarme de las de diente de tiburón, conocidas también como “clinkers”, que son como las de esculpir, pero con dientes anchos, además de muy rápidas, y sirven para pelo rizado o muy grueso.

Me costó un poco entender que cada tijera tenía un uso, que la revolución había llegado para quedarse y que ahora podía tener una tijera para cada tipo de pelo, cada zona del cuerpo, cada raza e incluso para cada color de pelo.

A partir de ahí todo dio un giro de 180º, llegando el híbrido (mezcla de chunker y de tijera de esculpir), diferentes longitudes entre dientes (para ir de más elegante a más rápido) o diferentes inclinaciones de grados en tijeras curvas, para trabajar mejor las zonas “redondas” de cualquier perro. Por último, cada tijera existe en diferentes longitudes, lo que ayuda a que nuestro trabajo sea más fácil y rápido, y a que nuestro talento pueda salir a relucir en su máximo esplendor.