Donde el invierno florece y la Navidad se siembra: cómo celebrar en clave vegetal
Fernando Pozuelo, fundador y CEO de Fernando Pozuelo Unique Landscapes
20/11/2025A lo largo de los años, he descubierto que cada estación revela un lenguaje propio en el jardín. Pero si hay una época en la que el jardín se convierte en pura alma, es el invierno. Es cuando el ruido cesa, cuando la vegetación calla para escuchar, cuando las formas se desnudan y lo esencial se hace visible. Es época de Navidad y fin de año y el jardín puede ser el escenario perfecto para celebrar.
Diseñar un jardín para el invierno es una invitación a mirar con otros ojos, a habitar desde dentro, a celebrar lo sutil. El invierno no es la pausa del jardín, es su forma más pura de expresión, y una oportunidad para que sea un punto de encuentro y conexión para la familia y amigos en una época de celebración.
La poesía del jardín en invierno
En los meses fríos, el jardín se transforma. Ya no es un escenario exuberante, sino un lugar que nos ofrece texturas nuevas, luces suaves, sombras alargadas y una calma que invita a la introspección. Un jardín en invierno no está dormido. Está despierto en otro nivel. Algunas plantas desprovistas de follaje se muestran elegantes o fantasmagóricas según los caprichos del viento y la luz.
El musgo, la escarcha, el vapor que emerge de una fuente tibia o el crujido de las hojas secas bajo los pies son parte de una sinfonía más callada, pero no por ello menos vibrante. Para mí, es una de las estaciones más auténticas del jardín.
Materiales que narran el silencio
En invierno, los materiales adquieren una nueva importancia. Trabajo con mármol, piedra blanca, madera lavada, metales oxidados, espejos de agua estáticos o levemente vaporizados. Todos ellos reflejan la luz invernal de una forma que invita a la contemplación.
Me gusta combinar contrastes: el blanco del mármol junto al negro del basalto o el carbón, las superficies porosas frente al cristal o al agua. En invierno, el diseño se hace más escultórico. Las formas cuentan más que los colores. Y los materiales nobles se convierten en poetas del paisaje. Además, hay que contar con que tenemos menos horas de luz solar, así que el uso y disfrute del paisaje ha de considerar la iluminación artificial en sus distintas modalidades. Lámparas, antorchas, farolillos o tiras de luz deben sincronizarse para crear ambientes acogedores, marcar caminos o delimitar espacios.
Menos agua, más humedad
También contamos con que, al menos en el clima de la península ibérica, no hace falta regar en inverno, porque la humedad es suficiente alimento. La humedad, según la hora del día, también crea curiosos caprichos de luz, y obliga a disponer de mobiliario y elementos para resguardarse. Especialmente si hay riesgo de heladas, la humedad puede ser una aliada para crear espejos de agua congelada, o consigue teñir de blanco las superficies vegetales como trampantojos de paisaje nevado.
Las especies que mejor conviven con el frío
Me preguntan a menudo qué plantar en un jardín que quiera vivir también en los meses más fríos. Y siempre respondo: plantas que resistan, pero también que cuenten algo. Me interesan especies como los abedules por su corteza blanca, el liquidámbar por su estructura arquitectónica, los cornus por sus tallos rojos, las nandinas por su color otoñal persistente.
Los pensamientos, ciclámenes, tulipanes o prímulas ofrecen flor incluso con temperaturas bajas. Y luego están las hojas secas, que no las retiro siempre: a veces las incorporo al diseño, como alfombra vegetal que recuerda el paso del tiempo.
El jardín como refugio en invierno: pros y contras
Diseñar un jardín para el invierno es diseñar un refugio. Me gusta trabajar con pérgolas bioclimáticas, con estufas exteriores, con alfombras térmicas y textiles que soporten el clima. Un banco bajo un árbol desnudo puede convertirse en un lugar de recogimiento. El jardín no tiene por qué quedar fuera de nuestra vida cotidiana en los meses fríos. Al contrario: es cuando más puede ofrecernos una experiencia de pausa, de contemplación, de volver a lo esencial.
Me encuentro habitualmente con encargos en los que no se ha tenido en cuenta que, en invierno, el jardín no está muerto o que no necesita mantenimiento, a veces se descuida hasta la primavera, lo que impide su disfrute durante todos estos meses. Otro error que se comete muy a menudo es el de sobrecargarlo con elementos decorativos artificiales, luces o plásticos.
El invierno exige una estética sincera. Improvisar sin prever el viento, la lluvia o la orientación solar puede echar a perder el diseño. Hay que usar materiales nobles, formas serenas y dejar que el jardín respire. Y, sobre todo, no descuidar las podas, el sustrato o el riego residual. El jardín en invierno no descansa: respira más despacio, pero sigue vivo.
Navidad en el jardín: una oportunidad simbólica
La Navidad es el momento más espiritual del año. Y el jardín puede convertirse en el escenario perfecto para expresar todo lo que esta época representa. Para mí, no se trata de llenar el jardín de iluminaciones o adornos, sino de evocar emociones profundas. Una luz cálida, una corona vegetal elaborada con ramas y frutos naturales, un belén hecho con piedras locales, un árbol decorado con hilos de lana o naranjas secas... todo eso habla más profundamente que cualquier exceso comercial.
El jardín debe respirar la verdad de cada casa y de sus habitantes: reflejar su sensibilidad, su historia, sus silencios y sus sueños.
Ideas para un jardín navideño poético
Me gusta trabajar con caminos blancos de arena, con figuras simbólicas talladas en ramas, con agua en estado de vapor o hielo. Las velas flotantes, los bancos con mantas, los mensajes escritos en piedra, las estrellas colgadas en los árboles secos... todo puede formar parte de un jardín navideño.
Lo importante es que sea coherente con su entorno, con la historia del lugar, con la sensibilidad de quienes lo habitan. El jardín no es un escaparate, sino una extensión del alma familiar.
El belén, el árbol de Navidad, las coronas… todos pueden reinterpretarse con elementos del jardín. Podemos crear un belén vegetal, figuras hechas con ramas, un árbol sin luces, pero con símbolos bordados o pintados a mano. Podemos hacer que las tradiciones se integren con el jardín, no que lo invadan.
Y por supuesto, el gusto también tiene un lugar. Las frutas, las infusiones aromáticas al aire libre, los dulces de temporada servidos en una mesa rústica, los licores caseros compartidos bajo la luna… Todo eso también forma parte del diseño multisensorial del jardín navideño.
Para lograr una decoración elegante y natural, recomienda inspirarse en la propia naturaleza: las puestas de sol, la niebla, las luciérnagas. El uso de luces cálidas, caminos iluminados con estrellas, elementos suspendidos en los árboles o velas flotantes permite generar atmósferas mágicas sin artificios. También uso rincones con ramas secas y restos de poda, alfombras vegetales, frutas de temporada como naranjas, granadas o manzanas y, por supuesto, musgo, piñas, maderas claras, cortezas. Estas son ideas, pero no para utilizarlas todas en el mismo lugar, porque la clave está en evocar, no en saturar.
Fin de año en el jardín
El 31 de diciembre suelo proponer un espacio especial en el jardín. Un altar de gratitud, una piedra con palabras, una mesa sencilla con elementos del huerto: calabazas, romero, limones, nueces...
Velas en el suelo, luces en las ramas, un banco para detenerse. Porque el jardín también puede ayudarnos a cerrar ciclos. Una piedra lanzada al agua genera ondas: así debería ser nuestro paso por el tiempo.
Diseñar el jardín como escenario para despedir el año es uno de los gestos más bellos que conozco.
No se trata de decorar, sino de habitar con intención
En conclusión, el invierno no es ausencia de belleza, sino belleza concentrada. Y el jardín puede ser, en esta época, uno de los lugares más íntimos, más verdaderos y necesarios.
Para mí, el diseño invernal es diseño espiritual. Es una forma de dejar testimonio, de sembrar emociones duraderas, de invitar al silencio y al alma. Porque un jardín no pertenece al calendario. Pertenece al tiempo interior de quien lo cuida y lo vive.
Te invito a que este invierno, tu jardín sea un refugio, una sala de estar vegetal, un templo al aire libre o una extensión del alma familiar. Solo hace falta sensibilidad, respeto… y un buen paisajista.


















