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El poder de cultivar en entornos urbanos

Huertos urbanos en otoño: claves para un manejo eficiente y sostenible

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El cultivo urbano se ha consolidado como una práctica cada vez más relevante en ciudades de todo el mundo. Más allá de su papel como fuente de alimentos frescos y saludables, los huertos urbanos actúan como espacios verdes que contribuyen a mejorar el microclima, reducir la huella de carbono y reforzar los vínculos sociales entre vecinos. El otoño, lejos de significar un paréntesis en la actividad agrícola, representa una etapa clave para garantizar la continuidad de la producción y preparar el sistema para los meses de invierno y la llegada de la primavera.

Características agronómicas de la estación

El otoño se distingue por una reducción gradual de las temperaturas en comparación con el verano, lo que favorece el desarrollo de especies de ciclo corto y resistencia al frío. Al mismo tiempo, la disminución de las horas de luz limita ciertos cultivos exigentes en radiación solar, pero resulta beneficiosa para el crecimiento de hortalizas de hoja que toleran mejor la sombra parcial. A ello se suma un aumento progresivo de las precipitaciones, que reduce la necesidad de riego artificial y permite aprovechar mejor los recursos hídricos. La humedad ambiental, sin embargo, también se incrementa y con ello el riesgo de aparición de algunos patógenos fúngicos que requieren medidas preventivas. Conocer estas condiciones ambientales es esencial para seleccionar los cultivos adecuados y planificar un manejo sostenible.

Selección de cultivos adaptados al otoño

El éxito de un huerto urbano en otoño depende de la elección correcta de especies y variedades. Las hortalizas de hoja como la lechuga, la escarola, la rúcula, la espinaca o la acelga son especialmente recomendables, ya que presentan un ciclo rápido y permiten cosechas escalonadas que garantizan un suministro constante. Las brásicas, entre ellas el repollo, el brócoli, la coliflor y el kale, son algo más lentas en su desarrollo, pero toleran bien las temperaturas más bajas y aportan un alto valor nutricional. También son muy apropiados los cultivos de raíz y tubérculo como la zanahoria, el rábano, el nabo o la remolacha, que se adaptan fácilmente a suelos ligeros y no requieren un manejo complejo. Por su parte, las leguminosas como los guisantes o las habas tempranas cumplen una doble función, ya que además de producir alimento contribuyen a fijar nitrógeno en el suelo y lo enriquecen de cara a futuras rotaciones. El huerto urbano en otoño también puede aprovecharse para cultivar plantas aromáticas como el perejil, el cilantro, la salvia o el romero, que además de su uso culinario actúan como repelentes naturales de plagas y atraen insectos beneficiosos. La combinación de estas especies en asociaciones de cultivo permite aprovechar mejor el espacio disponible y crear un equilibrio ecológico más estable.

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Manejo del suelo en la estación de transición

El suelo es la base de todo sistema agrícola y en los huertos urbanos, donde con frecuencia se cultiva en recipientes o en terrenos de calidad limitada, su cuidado adquiere especial importancia. El otoño constituye un momento idóneo para enriquecerlo con materia orgánica, ya sea a través de compost maduro o estiércol bien descompuesto, lo que mejora tanto la fertilidad como la estructura. La utilización de acolchados naturales, por ejemplo, paja, hojas secas o restos de poda triturados, ayuda a conservar la humedad, a regular la temperatura del suelo y a prevenir la erosión provocada por las lluvias otoñales. Otra práctica recomendable es la siembra de abonos verdes como la veza, el trébol o la mostaza, que cubren la superficie del terreno, protegen de la compactación y aportan nutrientes cuando se incorporan al suelo. Además, el otoño es una estación adecuada para realizar análisis de fertilidad que permitan ajustar los aportes de nutrientes de manera precisa y planificar mejor los ciclos siguientes.

Control de plagas y enfermedades

Las condiciones templadas del otoño, unidas a la mayor humedad, favorecen la aparición de plagas y enfermedades que pueden comprometer la producción. Entre las plagas más habituales destacan los caracoles y babosas, las orugas y los pulgones, mientras que en el caso de enfermedades fúngicas suelen presentarse el mildiu, la roya o distintas podredumbres asociadas a un exceso de humedad en el suelo. Para prevenir y controlar estas amenazas conviene aplicar un manejo integrado. El control físico puede lograrse mediante trampas de cerveza para babosas, recolección manual de orugas o colocación de mallas que impidan el acceso de insectos a los cultivos. En paralelo, el control biológico se fomenta plantando flores y aromáticas que atraen insectos beneficiosos como mariquitas y crisopas, capaces de reducir las poblaciones de plagas. Por último, el manejo adecuado del riego resulta clave para prevenir el desarrollo de hongos, evitando encharcamientos y programando los riegos en horas tempranas del día.

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Manejo del agua y eficiencia hídrica

El agua es un recurso limitado en la agricultura urbana y su uso responsable es esencial. En otoño, la menor evapotranspiración hace que los cultivos requieran menos aportes hídricos, pero aun así resulta fundamental adoptar estrategias de eficiencia. Los sistemas de riego localizado como el goteo o la microaspersión garantizan un suministro directo a la raíz y reducen las pérdidas por evaporación. La recolección de agua de lluvia mediante depósitos conectados a tejados o canalones ofrece una alternativa sostenible que disminuye la dependencia de la red municipal. Además, conviene ajustar el calendario de riegos a las condiciones climáticas, evitando el uso de sistemas automáticos cuando las lluvias sean suficientes para cubrir las necesidades de los cultivos.

Organización del huerto y planificación a medio plazo

El otoño también es un momento estratégico para organizar el huerto con vistas a los meses siguientes. La rotación de cultivos es una práctica clave para evitar el agotamiento de nutrientes y la acumulación de plagas específicas de cada familia botánica. La preparación para el invierno puede incluir la instalación de pequeños túneles de plástico, mantas térmicas o invernaderos ligeros que protejan a las especies más sensibles frente a heladas. Asimismo, resulta muy útil planificar semilleros bajo protección para iniciar variedades que serán trasplantadas en primavera, adelantando de este modo el calendario productivo. En paralelo, los restos de cultivos de verano pueden aprovecharse para elaborar compost, cerrando así el ciclo de nutrientes dentro del propio huerto.

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Función social, ambiental y educativa

Los huertos urbanos no deben valorarse únicamente como espacios de producción, ya que su impacto social, ambiental y educativo es igualmente relevante. Desde un punto de vista ambiental, incrementan la biodiversidad en entornos urbanos, actúan como sumideros de dióxido de carbono y contribuyen a regular el microclima local. En el plano social, fomentan la cooperación vecinal, la integración intergeneracional y la creación de redes de apoyo comunitario. Finalmente, desde la perspectiva educativa, el otoño es una época especialmente adecuada para desarrollar talleres y actividades de sensibilización sobre compostaje, uso de abonos verdes o conservación de la biodiversidad, ya que la carga de trabajo en el huerto suele ser menor que en verano.

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