El Parque madrileño El Capricho
Redacción ProfesionalesHoy08/04/2009
Existen muchos jardines bellos en España, pero para deleitarse con la perfecta armonía entre jardinería y arquitectura, El Capricho es el ejemplo ideal. Situado en la Alameda de Osuna, sus orígenes se remontan a finales del siglo XVIII,en el año 1783, cuando los Duques de Osuna adquirieron la finca como casa de recreo.
Fue Doña María Josefa de Pimentel la que se dedicó a transformar los terrenos de la nueva propiedad, y todo el jardín está impregnado de un toque femenino. La duquesa encargó a un conjunto de artistas ilustrados el diseño de pabellones, fuentes, recorridos y estancias que aunaran la belleza de la arquitectura con un estilo propio y natural. Doña María ideó su finca de recreo como un lugar que incitase al descanso, al ambiente festivo y a la diversión.
El Capricho, tal y como nos explica el Director General de Patrimonio Verde Federico Sepúlveda, tiene una unidad compositiva establecida por el concepto de “the picturesque”, lo digno de ser pintado, y la entidad estilística que proviene del jardín anglo-chino. Esto se traduce en la creación de pequeñas escenas que emocionen al espectador. Pese al estilo uniforme y en boga durante esa época, su peculiar singularidad se encuentra en el aprovechamiento del terreno, y de su abastecimiento natural del agua, que alimenta la ría, los estanques y las fuentes. El jardín se descompone en dos estructuras diferenciadas, pero bien cohesionadas. Al sur, el visitante encontrará dos piezas muy elaboradas, el Jardín de las ranas y el Laberinto, ésta última cerrada al público. Son las más cercanas al Palacete, y las que se pueden contemplar desde la galería del edificio. Dentro del jardín ornamental, también encontramos la exedra con su columnata y esfinges, que cierra la perspectiva desde el palacio.
La situación del Palacio, así como su orientación, son las que consiguen la unión entre el jardín puramente ornamental y los espacios abiertos. Estos se caracterizan por respetar la naturaleza y su lento transcurso. Al pasear por la finca, se observa el hermoso cambio entre el control y el libre albedrío de la flora y fauna que pueblan todo el terreno. Desde el palacio, el camino lleva al visitante hacia el Templete de Baco, situado en lo alto de una pequeña colina, donde se encuentra una estatua del dios pagano realizada en mármol blanco, como alegoría al otoño. Un poco más adelante, siguiendo el estilo del Palacio, se halla el Abejero, construcción suntuosa y peculiar, ya que incorporaba colmenas en una de las fachadas. Asimismo, se convertía en un perfecto gabinete de Ciencias Naturales, y a través de los cristales que cerraban las colmenas se podía observar el ajetreo de las abejas.
Agua y diversión
Los duques de Osuna pretendían que el Capricho fuera todo un parque de juegos. Con este fin se construyó una zona, con diferentes columpios y carruseles hoy desaparecidos, para deleite de sus invitados y amigos. Asimismo, una ría cruza toda la parte norte del parque, pasando por la Casa de las Cañas o embarcadero, donde se avista en mitad de la isla una estela funeraria del estilo de la tumba de J.J. Rousseau; y muere en el Casino de baile, salón para fiestas y reuniones, construido tardíamente encima del manantial que alimenta la ría. Esta disposición favorecía que los invitados llegaran hasta el casino en góndolas y falúas, para mayor diversión y elegancia. En las escaleras que se utilizab a la vez de embarcadero y de acceso al salón de baile, se encuentra un jabalí en reposo del que mana el agua de un surtidor. La leyenda cuenta que, Diana-Ártemis, diosa grecoromana con poder sobre las aguas de ríos y estanques, envió al jabalí de Calidón para castigar a Eneo en venganza por no haber ofrendado un sacrificio en su honor.
Asimismo, sobre el arroyo que atraviesa la propiedad, refrescando el ambiente y regando la densa vegetación, se construyeron siete puentes, imitando el estilo del valle de “Fountains Abbey”, cerca del condado de York.
La conocida Casa de la vieja es, sin duda, la construcción más caprichosa de todo el jardín. Con la apariencia de una auténtica casa de labriegos (probablemente a semejanza de la que había en la finca antes de que la adquiriesen los duques), fue adornada y diseñada como si estuviera habitada por una familia de campesinos. Contenía enseres, cacharros y mobiliario rústico, así como muñecos simulando a sus humildes habitantes. Pese a que todos los muebles y la ornamentación se perdieron, continúa siendo un rincón mágico de visita obligada.
De finca de recreo a jardín monumental
En el año 1920 la familia Baüer compró la Alameda. Éstos mantuvieron el jardín en buen estado hasta que en 1934, con la aplicación de la Ley de patrimonio histórico-artístico nacional, El Capricho fue declarado monumento histórico. Durante el transcurso de la guerra civil, se utilizó como Cuartel General del Ejército del Centro y, por este motivo, se llevaron a cabo múltiples edificaciones subterráneas como el Bunker y el Polvorín.
En 1945, la compañía Baüer vendió la finca. Desde ese momento, el jardín fue totalmente abandonado, hasta que fue finalmente adiquirida por el Ayuntamiento de Madrid. En 1986, con la creación de la Escuela-Taller Alameda de Osuna, comenzó su recuperación y restauración integral de todo el conjunto, a día de hoy todavía sin finalizar. Almudena Avilés


















