TECNOLOGÍA
Crítica al exceso de brillo en la vivienda contemporánea urbana

El silencio lumínico

Ornella Maradona. Arquitecta por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Texto entradilla: Adrià Muros Alcojor

10/12/2025

El artículo que nos presenta la arquitecta argentina Ornella Maradona nos propone una reflexión acertada y crítica sobre la estética actual de la iluminación: la cultura del brillo frente al silencio de la penumbra. Estrategias ambas que nos generan percepciones espaciales, emociones y pensamientos diferentes. La tecnología actual del LED nos induce fácilmente al exceso y a la globalidad de la iluminación, dificultando la presencia de matices y de suaves degradaciones que ayudan a mejorar la comprensión visual del entorno percibido. Nos propone el concepto de 'silencio lumínico', que no significa oscuridad, como una actitud para revalorizar, humanizar y hacer más sostenible la iluminación de los espacios. En definitiva, para ver mejor no es necesaria más luz sino mejor luz.

La luz constituye una de las materias más sutiles y, a la vez, más determinantes del espacio arquitectónico. Desde los templos antiguos hasta los interiores domésticos contemporáneos, la iluminación ha actuado como mediadora entre el cuerpo y el entorno. Sin embargo, la modernidad tardía y el auge de la tecnología LED han impulsado una tendencia hacia la hiper iluminación: una búsqueda de claridad absoluta que elimina toda sombra, toda transición, toda pausa visual.

Fig. 1. Interior doméstico contemporáneo con exceso de iluminación artificial blanca. Ejemplo típico de sobreiluminación urbana...
Fig. 1. Interior doméstico contemporáneo con exceso de iluminación artificial blanca. Ejemplo típico de sobreiluminación urbana.

Este trabajo propone una reflexión crítica sobre el exceso de brillo en la vivienda urbana contemporánea, entendiendo que dicha sobre iluminación no solo tiene efectos energéticos y ambientales, sino también sensoriales y simbólicos. Retomar el valor de la penumbra implica repensar nuestra relación cotidiana con la luz, no como un fondo neutro sino como un lenguaje que configura atmósferas, emociones y modos de habitar. El enfoque adoptado combina tres perspectivas complementarias: una revisión bibliográfica de teorías lumínicas y fenomenológicas; observaciones empíricas sobre viviendas urbanas actuales; y una reflexión personal basada en la práctica profesional y la experiencia sensorial. Esta triangulación busca construir una mirada integradora entre técnica, percepción y ética.

En este sentido, la noción de silencio lumínico se propone no solo como categoría estética, sino como una herramienta crítica capaz de reorientar las prácticas proyectuales hacia una forma más humana y sostenible de iluminar los espacios.

Contexto histórico y cultural de la luz doméstica

La historia de la arquitectura puede leerse también como una historia de la luz. En la vivienda preindustrial, la iluminación natural dictaba los ritmos cotidianos. Las lámparas de aceite o velas generaban un tipo de intimidad que hacía del hogar un refugio del mundo exterior. Con la aparición de la electricidad en el siglo XX, la noche fue conquistada por la luz, transformando radicalmente la experiencia del habitar (Schivelbusch, 1988).

El racionalismo moderno profundizó esa tendencia. Le Corbusier, Mies van der Rohe y otros arquitectos del Movimiento Moderno entendieron la luz como herramienta de control y pureza visual: la claridad se asoció con higiene, progreso y transparencia. La casa debía ser luminosa, blanca y sin misterios. Esa concepción, que en su momento supuso una emancipación técnica, derivó con el tiempo en una forma de saturación perceptiva.

En la segunda mitad del siglo XX, con la difusión masiva del tubo fluorescente y luego del LED, la luz perdió su singularidad espacial para volverse un estándar técnico. En los hogares, el deseo de “espacios luminosos” se transformó en una imposición cultural, forzada por revistas de decoración y redes sociales que asocian claridad con limpieza y perfección.

Fig. 2. La claridad racionalista del Movimiento Moderno: transparencia, blancura y control visual (Casa Farnsworth, Mies van der Rohe, 1951)...
Fig. 2. La claridad racionalista del Movimiento Moderno: transparencia, blancura y control visual (Casa Farnsworth, Mies van der Rohe, 1951).

La cultura del brillo y la pérdida de la sombra

El desarrollo de la iluminación LED, junto con el abaratamiento de la energía y la influencia de los dispositivos digitales, ha dado lugar a una nueva estética urbana: la ‘cultura del brillo’. Tanizaki (1933/2018), en su célebre ensayo El elogio de la sombra, anticipaba esta tensión entre luz y penumbra, al advertir que la modernidad occidental tiende a “lavar” la materia con luz hasta borrar su espesor.

Fig. 3. La ‘cultura del brillo’: homogeneidad visual y saturación lumínica en el espacio urbano y doméstico
Fig. 3. La ‘cultura del brillo’: homogeneidad visual y saturación lumínica en el espacio urbano y doméstico.

Hoy, los interiores domésticos están dominados por un tipo de luz blanca y difusa, sin dirección ni matiz. La penumbra, aquella zona de transición entre luz y sombra, ha desaparecido casi por completo. Según Zumthor (2006), la calidad atmosférica de un espacio depende precisamente de esa gradación lumínica, donde la sombra permite percibir la profundidad y el espesor del aire.

En la cultura digital, donde la pantalla retroiluminada se ha convertido en el principal medio de percepción, el ojo se ha habituado a la luz constante. Este fenómeno no solo modifica la percepción, sino también la expectativa estética: los habitantes buscan reproducir en sus casas la nitidez de las pantallas, generando espacios homogéneos, brillantes, sin jerarquía visual (Turkle, 2011).

Por otro lado, la publicidad inmobiliaria refuerza esa lógica al presentar interiores ‘luminosos’ como sinónimo de calidad.

Efectos sensoriales y psicológicos del exceso lumínico

La percepción visual humana necesita contraste. La visión depende de la adaptación a distintos niveles de luminancia y la ausencia de sombras provoca fatiga ocular (Boyce, 2014).

Desde la psicología ambiental se sabe que los entornos sobreiluminados generan ansiedad y reducen la sensación de refugio (Knez & Kers, 2000). La penumbra, en cambio, actúa como un amortiguador perceptivo que permite el descanso visual y la introspección. En la vivienda, donde el cuerpo busca reponerse de la exposición constante al estímulo urbano, esta cualidad se vuelve fundamental para el bienestar. Bachelard (1957/2000) hablaba del ‘derecho a la sombra’ como parte del imaginario del hogar: un espacio que acoge y protege. Recuperar ese derecho implica devolver a la casa su espesor simbólico, su capacidad de contener.

Estudios recientes confirman que los niveles de iluminación excesiva, especialmente en tonalidades frías, alteran los ritmos circadianos e interfieren en la calidad del sueño (Falchi et al., 2011). En contrapartida, la luz cálida, modulada y orientada, favorece la relajación y la producción de melatonina.

Hacia una ética del silencio lumínico: moderación, textura y orientación

El ‘silencio lumínico’ no implica oscuridad, sino mesura. Consiste en restablecer un equilibrio entre luz y sombra, intensidad y pausa, claridad y misterio. Desde un enfoque ético y ambiental, esta práctica se basa en tres principios interrelacionados: moderación, textura y orientación.

Moderación: La luz debe ajustarse a la actividad, al momento del día y a la necesidad del cuerpo. La iluminación general permanente carece de sentido cuando el ojo humano se adapta naturalmente a niveles más bajos de luminosidad. Diseñar con moderación también supone un acto de sostenibilidad: reducir el consumo energético y las emisiones asociadas (Cuttle, 2015).

Además, la moderación puede entenderse como una forma de resistencia frente al consumo visual excesivo. En este punto, los proyectos que integran sensores de presencia, atenuadores o sistemas de control dinámico constituyen un avance técnico al servicio del confort visual y la eficiencia energética.

Textura: No toda luz es igual. Su temperatura, dirección y materialidad determinan la atmósfera del espacio. La interacción con superficies, maderas, textiles, yesos, metales, genera reflejos y sombras que dotan al lugar de una identidad sensorial. Pallasmaa (2012) insiste en que “la arquitectura es esencialmente háptica”, y que la luz contribuye a esa tactilidad perceptiva.

Fig. 4. Diferencia perceptiva entre luz fría uniforme y luz cálida modulada: de la fatiga visual al bienestar sensorial
Fig. 4. Diferencia perceptiva entre luz fría uniforme y luz cálida modulada: de la fatiga visual al bienestar sensorial.

El brillo constante, en cambio, aplana la superficie: los materiales pierden su rugosidad y se vuelven genéricos. En este sentido, el silencio lumínico no solo es perceptivo sino también material: es el retorno de la materia a su espesor.

El diseñador lumínico Richard Kelly (1952) ya distinguía entre ‘luz para ver’ y ‘luz para mirar’. En el ámbito doméstico, esa diferencia se traduce en la capacidad de generar capas de iluminación, alternando intensidades y direcciones que promuevan la intimidad. Orientación: Aprovechar la luz natural y su variabilidad a lo largo del día devuelve al habitante una conexión temporal con el entorno. Orientar los espacios para captar el sol de la mañana o filtrar el del atardecer es también una forma de diseño lumínico consciente, donde la sombra participa activamente en la composición.

Fig. 5. Atmósfera y silencio lumínico: la luz como materia sensible en la obra de Peter Zumthor (Termas de Vals, Suiza)
Fig. 5. Atmósfera y silencio lumínico: la luz como materia sensible en la obra de Peter Zumthor (Termas de Vals, Suiza).

La arquitectura bioclimática ha retomado esta premisa demostrando que la correcta orientación y el uso de elementos como aleros, celosías o cortinas regulables pueden mejorar la eficiencia energética y el confort visual simultáneamente (Olgyay, 2015).

Observaciones de casos reales

Durante la observación de viviendas urbanas recientes en Rosario y Buenos Aires se advierte una tendencia homogénea: el predominio de cielorrasos blancos con artefactos embutidos de luz fría. En varios casos, los usuarios reconocen sentirse ‘más despiertos’, pero también ‘más cansados’ a la noche, fenómeno que coincide con estudios sobre la alteración del ritmo circadiano por exposición nocturna a luz azulada (Falchi et al., 2011). En viviendas de mayor conciencia ambiental aparecen estrategias alternativas: lámparas de baja intensidad, iluminación indirecta o uso de materiales cálidos como el lino o la madera para difundir la luz. Estas configuraciones producen lo que Zumthor (2006) llama ‘atmósferas de permanencia’: espacios donde la luz se siente viva, cambiante, cercana al tiempo real.

También se observó que los usuarios asocian la sombra con descanso, recogimiento o privacidad. En entrevistas informales muchos afirmaron preferir ‘rincones oscuros’ para leer o tomar un té, aunque sus viviendas no los ofrecieran. Esta contradicción revela un desfase entre la aspiración estética impuesta y la necesidad perceptiva real del habitante.

El silencio como resistencia visual

En un contexto donde la ciudad nunca se apaga, pantallas, escaparates, autopistas iluminadas… hablar de silencio lumínico equivale a proponer una forma de resistencia visual. Se trata de reintroducir la pausa en un mundo saturado de estímulos.

Pallasmaa (2012) sugiere que el ojo contemporáneo se ha vuelto táctilmente pobre: ve mucho, pero toca poco. El exceso de luz, en este sentido, elimina la distancia necesaria para la imaginación. La penumbra permite la sugerencia, la ambigüedad, el misterio; cualidades todas que alimentan la experiencia estética y emocional del habitar.

El filósofo Byung-Chul Han (2020) señala que vivimos en una “sociedad de la transparencia”, donde la exposición constante destruye la profundidad y la intimidad. El silencio lumínico puede entenderse como una forma de recuperar ese espesor perdido: devolver a los espacios su derecho a no ser totalmente visibles.

En este sentido, la penumbra no debe temerse, sino celebrarse. Es el ámbito donde la imaginación se expande, donde el cuerpo puede sentir la temperatura de la luz y el paso del tiempo. El silencio lumínico no busca apagar, sino afinar: invitar a mirar con atención y lentitud, a percibir la diferencia entre luz útil y luz expresiva.

Responsabilidad ambiental y cultural de la luz

Más allá de la experiencia doméstica, el debate sobre el exceso de iluminación se vincula directamente con la crisis ambiental. La contaminación lumínica afecta los ecosistemas urbanos y altera los ciclos de aves, insectos y plantas (Gaston et al., 2013).

Desde esta perspectiva, la ética lumínica no puede separarse de la sostenibilidad. Reducir el brillo innecesario significa también recuperar la noche como bien común.

Fig. 6. Ambiente interior con iluminación cálida, donde se observan elementos decorativos que aportan una sensación de calma y confort...
Fig. 6. Ambiente interior con iluminación cálida, donde se observan elementos decorativos que aportan una sensación de calma y confort.

La responsabilidad lumínica tiene, además, una dimensión cultural. Así como el siglo XIX industrializó la luz, el siglo XXI debe humanizarla. El diseño lumínico responsable no busca la máxima eficiencia técnica, sino el equilibrio entre confort, emoción y ahorro energético. Los nuevos avances tecnológicos, sistemas LED regulables, sensores de movimiento, domótica lumínica… permiten ajustar la intensidad y temperatura según la hora del día, generando ambientes más saludables y eficientes (Boyce, 2014).

Desde la pedagogía del diseño, incorporar la enseñanza del ‘silencio lumínico’ podría formar arquitectos más conscientes del impacto sensorial y ético de sus decisiones.

Aprender a proyectar penumbra es, paradójicamente, aprender a ver mejor. Culturalmente, la luz siempre fue símbolo de conocimiento, pero su abuso la convierte en ruido visual. Reivindicar el silencio lumínico implica también cuestionar un paradigma de progreso basado en la exposición constante. Así como aprendimos a cuidar el sonido, quizás sea hora de cuidar la luz: diseñar atmósferas donde el ojo pueda descansar y el cuerpo volver a sentir el paso del tiempo.

Conclusiones

La vivienda contemporánea ha confundido iluminación con visibilidad. En nombre del confort se ha impuesto una claridad total que, paradójicamente, elimina el placer visual y la identidad doméstica. La luz, al igual que el sonido, necesita silencios para poder ser escuchada.

El ‘silencio lumínico’ propone una ética del diseño sensible a la sombra, al contraste y a la emoción. No se trata de renunciar a la tecnología, sino de usarla con discernimiento: calibrar la intensidad, valorar la penumbra, elegir la dirección y la textura adecuada.

En última instancia, el silencio lumínico no es una mera cuestión técnica o estética, sino que es existencial. La luz configura nuestra manera de habitar el mundo, de percibirnos y de vincularnos. Reintroducir la sombra en la vivienda urbana contemporánea puede ser una forma de resistencia poética ante la homogeneidad visual del mundo digital.

Fig. 7. Rembrandt van Rijn, ‘El filósofo en la meditación’ (1632)...
Fig. 7. Rembrandt van Rijn, ‘El filósofo en la meditación’ (1632). La luz como revelación y silencio: metáfora visual del equilibrio entre sombra y claridad en la experiencia del habitar.

Tal como lo sugiere Rembrandt en ‘El filósofo en la meditación’ (1632), la luz no ilumina por completo: deja espacios de duda, zonas de pensamiento. Ese intersticio entre lo visible y lo oculto es, quizás, el verdadero territorio del silencio lumínico. Allí donde la claridad se atenúa, el pensamiento se expande, y el espacio recupera su capacidad de emocionar.

La arquitectura, entendida como arte de la atmósfera (Zumthor, 2006), tiene la posibilidad, y la responsabilidad, de devolvernos una experiencia sensorial más humana. El silencio lumínico no busca apagar la modernidad, sino iluminarla con otro ritmo: uno que respete la pausa, la penumbra y la respiración de los espacios.

Bibliografia

  • Boyce, P. R. (2014). Human factors in lighting (3rd ed.). CRC Press.
  • Cuttle, C. (2015). Lighting design: A perception-based approach. Routledge.
  • Falchi, F., Cinzano, P., Duriscoe, D., Kyba, C. C. M., Elvidge, C. D., Baugh, K., Portnov, B. A., Rybnikova, N. A., & Furgoni, R. (2011). Limiting the impact of light pollution on human health, environment, and stellar visibility. Journal of Environmental Management, 92(10), 2714–2722.
  • Gaston, K. J., Visser, M. E., & Hölker, F. (2013). The biological impacts of artificial light at night: The research challenge. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 370 (1667).
  • Han, B.-C. (2020). La sociedad de la transparencia (A. Brotons Muñoz, Trad.). Herder Editorial.
  • Pallasmaa, J. (2012). The eyes of the skin: Architecture and the senses (3rd ed.). Wiley Online Library.
  • Tanizaki, J. (2018). El elogio de la sombra (E. S. Molina, Trad.). Ediciones Siruela. (Obra original publicada en 1933).
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