Corrosión por orines de perro: un factor de deterioro cada vez más relevante para el alumbrado público en ciudades con alta densidad de mascotas
España cuenta hoy con uno de los mayores censos de animales de compañía de Europa. Solo en perros, la cifra supera los 9,2 millones¹, y el total de mascotas del país asciende a más de 30 millones². Este incremento sostenido confirma un cambio profundo en la relación entre las personas y sus animales, y está transformando también la forma en que se utilizan los espacios públicos.
Un agente químico que acelera la degradación del metal
La orina canina contiene amoníaco, sales y compuestos ácidos capaces de reaccionar con los metales y acelerar su degradación. Estudios técnicos³ han demostrado cómo estos compuestos atacan la protección superficial de columnas metálicas, generando picaduras, oxidación y debilitamiento estructural. Cuando la exposición es diaria y continua —como en parques, entornos peatonales o zonas residenciales con alta presencia de perros—, este deterioro se intensifica con rapidez.
En algunos casos documentados internacionalmente, el efecto acumulado de la orina ha contribuido incluso a fallos estructurales que han puesto en riesgo la estabilidad de las columnas4. Aunque estos episodios son extremos, ilustran el impacto que la corrosión acelerada puede tener en instalaciones que están en uso constante y situadas en contacto directo con la ciudadanía.
Un problema visible que afecta a la estética y a la gestión urbana
El deterioro de las columnas no es una cuestión exclusivamente técnica. Afecta también a la percepción del entorno urbano. Manchas persistentes, pintura descompuesta o bases corroídas ofrecen una imagen de desgaste que puede afectar a la calidad visual de calles, plazas y zonas verdes. En áreas históricas o de alta afluencia turística, este impacto estético resulta especialmente sensible.
A ello se suma el incremento de tareas de mantenimiento. Las columnas afectadas requieren repintados frecuentes, inspecciones estructurales más exhaustivas y sustituciones anticipadas. Este ciclo de intervenciones supone un coste notable para los ayuntamientos y reduce la eficiencia de la inversión municipal en alumbrado.
La alternativa técnica: materiales que no reaccionan con la orina
Evitar este deterioro no depende de repintar con mayor frecuencia ni de reforzar tratamientos superficiales. Estas soluciones son temporales y no impiden que los compuestos químicos sigan actuando sobre el metal. La medida más eficaz consiste en emplear materiales que, por su propia naturaleza, no sean vulnerables a la corrosión.
Los polímeros técnicos de ingeniería utilizados por ATP Iluminación ofrecen una solución estructural y duradera a este problema. El material S7 —empleado en columnas, brazos y chasis— es completamente inmune a la acción de la orina, así como a la humedad, el salitre y otros agentes degradantes presentes en el entorno urbano. Además, al ser un material no conductor, elimina riesgos eléctricos en zonas donde personas y animales suelen entrar en contacto directo con la columna.
El material T5 —utilizado en difusores— aporta alta transmitancia luminosa, resistencia al impacto y estabilidad frente a la radiación solar. Ambos materiales se someten a rigurosas pruebas en cámaras salinas, UV y climáticas, que reproducen las condiciones más exigentes, garantizando su comportamiento óptimo durante años. La hermeticidad integral IP66+, la resistencia antivandálica IK10+ y la garantía de 10 años completan una solución pensada para funcionar sin mantenimiento correctivo.
Alumbrado adaptado a la realidad de las ciudades actuales
Con millones de perros interactuando diariamente con el mobiliario urbano, disponer de infraestructuras capaces de resistir esta exposición continua resulta esencial para mantener la calidad y la seguridad del alumbrado público. Adoptar materiales inmunes a la corrosión no solo evita el deterioro visual y estructural, sino que reduce significativamente los costes asociados al mantenimiento y mejora la eficiencia global de la instalación.
En ciudades donde la presencia de mascotas forma parte del día a día, optar por tecnologías que no se degradan con la orina es una decisión tan lógica como necesaria. Representa un avance hacia entornos urbanos más cuidados, más seguros y más sostenibles, alineando el alumbrado público con las demandas reales de la vida urbana contemporánea.










