Entrevista a la Lighting Designer, Sophya Acosta
Sophya Acosta es una de las LIghting Designer más reputadas en el sector de las artes escénicas. Su magistral creación lumínica y su potencial creativo le han impulsado a liderar iniciativas vinculadas con los grandes espectáculos, pero también en el light art, disciplina de la cual está trabajando en un trabajo de investigación, como nos explica en la siguiente entrevista.
¿Quién es Sophya Acosta?
Soy argentina, nacida en una ciudad que se llama San Miguel de Tucumán. Mi padre era maestro mayor de obras, así que el mundo de la construcción y la arquitectura siempre estuvo en mí; mientras que mi madre era profesora de letras y artes plásticas. Viendo mi vida en retrospectiva la luz siempre ha formado parte fundamental de mí. Fue como un eje transversal de mi crecimiento y de mi elección de carrera.
El otro día me acordaba, hablando con mi madre, que en un proyecto de la escuela había diseñado unas lámparas, unas pantallas. Debía tener 10 u 11 años. Era una feria escolar y mi proyecto era muy profesional porque mi padre había hecho la estructura y mi madre me había acompañado a buscar el tejido, que era como un papel. Me acuerdo que lo pinté y con el miedo, porque en esa época era luz incandescente, para que no ardiera.
En paralelo, siempre hice teatro, pero me gustaban las matemáticas y la física. Siempre estaba entre artes y ciencias. Era una lucha interna que resolví de la mejor manera porque en el mundo de la iluminación está todo ahí ‘empacadito’. Con el tiempo, la actuación teatral me fue aburriendo, así que me invitaron a introducirme en el mundo del ‘backstage’ como asistente de dirección que siempre está al lado del técnico del show. Eso me abrió los ojos a un mundo que no conocía, que ni siquiera sabía que existía, ya que para mí la luz estaba como más vinculada a la fotografía o al vídeo. El día que descubrí que se podía crear con la luz sin filtro, sin mediar ningún elemento entre la luz y yo fue un momento de iluminación, de descubrimiento trascendental en mi carrera.
Cuando llegó el momento de elegir mi carrera, a los 17, por casualidad encontré la Licenciatura de Diseño e Iluminación en la Universidad Nacional de las Artes de Argentina en cuyo programa se daba física de la luz, historia de las artes e historia del teatro. Pese a ello, mi primera elección fueron ciencias políticas porque me gustaba mucho el mundo de la organización. Todo el background de ciencias políticas y de organización, así como todas mis formaciones posteriores en empresa están muy vinculadas en cómo produzco mi obra, en cómo pienso también la parte artística. Es un diálogo constante entre distintas partes de mí.
La Lighting Designer Sophya Acosta. Foto: Álvaro Valdecantos.
¿Y qué representa para Sophya la luz?
Hay un dicho común que dice que: “La luz es como un material que vive entre nosotros”. Realmente, la luz es plásticamente tan material como la arcilla o como cualquier otro elemento que sea físicamente moldeable. Es una profesión bastante nueva y siempre se coloca al diseñador de iluminación detrás de la luminaria, como si fuese un ojo que está detrás de la luz. Yo siento que estoy debajo de la luz porque solo ahí puedo tocarla y manipularla. Si me alejo soy como una mera observadora, como un ojo con cerebro nada más, pero si yo soy capaz de ponerme bajo la luz y habitarla como lo van a habitar los actores dentro de una obra de teatro, los espectadores en una obra de light art o los habitantes de una casa puedo tener realmente una conexión, no solamente desde lo visual, sino desde todo lo que implica la relación con lo lumínico.
¿Descubre la luz en Argentina, pero abre estudio en Barcelona?
En 2017 tuve la oportunidad de venir a estudiar a Barcelona, al Institut del Teatre, un semestre de intercambio en escenografía, que no era lo que yo quería, pero era lo que había en ese momento. Mi elección era un instituto donde se impartía técnica de iluminación, pero no tenía equivalencia con una licenciatura. En el fondo fue una muy buena decisión porque pude conocer un nuevo idioma, ya que me vi incluida en un ambiente catalanoparlante desde el primer día. Y, por otro lado, porque esta formación, un poco más tradicional, incluía iluminación y vestuario y me permitió desarrollar distintas habilidades para poder comunicarme después con todas estas otras áreas que interactúan conmigo. Barcelona es un lugar en el que me siento como en casa y me puede desprender de los miedos y de esas miradas que juzgan, para empezar realmente a crear con luz, sobre todo la parte técnica. Esa libertad dio pie después a emprender años de viajes de ida y vuelta entre Barcelona y Argentina hasta que en 2019 me llamaron para trabajar como profesional acompañando unos proyectos de graduación del Institut del Teatre y, al mismo tiempo, me habían contratado para el Cirque du Soleil, que era como uno de mis grandes sueños de la infancia; pero siempre había querido tener un estudio. Y la primera vez que vine a Barcelona había conocido también a la International Association of Lighting Designers y había empezado a tener contactos con el mundo de la iluminación y la arquitectura. De hecho, cuando trabajé para el Cirque du Soleil en un crucero tenía como 10 o 20 proyectos en ‘stand by’ así que puse en marcha el estudio con tres colegas más de Argentina. Uno de ellos estaba en Barcelona y los otros dos en Buenos Aires que, al principio, tenía base en Argentina, pero tras el covid tuvimos que reformular nuestra estructura. Nos ayudó que ya desde el principio trabajábamos de forma virtual.
¿Cómo se trabaja a kilómetros de distancia?
Tuvimos que aprender a diseñar con gente que estás viendo a través de una pantalla. El mayor reto fue dejar de esperar que los clientes vengan, a empezar a trabajar con la luz sin tener que esperar a que llegue un cliente, a experimentar por mi cuenta. De ahí surgió mi incursión en el light art y despertó mi lado de investigación. Además, nos permitió abrirnos como diseñadores de iluminación, pero siendo productores de proyectos. ¿Qué pasa si los proyectos arrancasen desde la iluminación? ¿Cómo se diseñaría? Es una propuesta innovadora para algunos, pero la forma más orgánica de empezar un proyecto arquitectónico es desde la luz.
¿En iluminación de espectáculos existen normas generales o cada pieza teatral se debe diseñar de forma personalizada?
Hay elementos que sí están más estandarizados como la iluminación en arquitectura que cuenta con unos protocolos en cuanto a control de iluminación y seguridad. En mi caso, implica un mayor desarrollo en cuanto a la documentación técnica y, especialmente, en espectáculos lo que hay es una sensación de comunidad que provoca que la creación tenga un ámbito de trabajo diferente, de forma cooperativa porque hay muchos agentes que participan en el proceso y la gestión de la información y de la documentación es muy importante.
Comentaba que la luz es un material, pero a diferencia de otros elementos que se emplean en un espectáculo, tiene la capacidad de emocionar. ¿Qué opinión le merece al respecto?
Creo que es un conjunto de cosas. En el ámbito del espectáculo, la luz está ahí porque forma parte de un universo, de algo que está sucediendo y tiene que sentirse natural. Por ejemplo, en el musical ‘El Rey León’ sabemos que los amaneceros no son así, pero, sin embargo, en el imaginario del espectáculo, ese anaranjado y ese sol tienen su lógica. Pero si el espectador sale de la obra y comenta qué buena es la iluminación es una señal inequívoca que hay algo que tenemos que revisar. Es un material y un lenguaje y el mensaje es lo que pasa en la obra y produce las mismas emociones que el resto de los elementos encima del escenario como un actor. Por ejemplo, en ‘Hamlet’, esa luz, ese momento, ese actor capaz de canalizar toda esa emoción es lo que provoca esa sensación.
Comentaba que los proyectos de arquitectura deberían desarrollarse a partir de la iluminación. ¿Qué ventajas ofrece este concepto tan innovador?
La luz es un material que está un poco denostado porque se siente como algo cotidiano, como el aire, pero contribuye a visualizar qué hay en la realidad, de construcción mental alrededor de lo que estás viendo. He tenido la posibilidad de trabajar en proyectos en los cuales los materiales estaban al servicio de la luz, pero para llegar a este punto el diseñador de iluminación debe entrar en el rol protagonista de un proyecto. Debe salir tras la técnica y dejar de esconderse tras la luminaria. Hacer iluminación no solo tiene una lectura a nivel ocular, sino que es también cómo yo siento la temperatura de la luz en mi piel, mis vivencias, cómo desarrollo el diseño y cómo transito por el espacio.
Hablamos de luz, pero la oscuridad tiene también un peso importante.
Una cosa no puede existir sin la otra porque percibimos por contraste. Percibo que esto es luminoso porque lo que está al lado está oscuro. En el trabajo lumínico existe esta integración. Se trata de contemplar la dualidad. Pero también me aparece un concepto que está vinculado con la escultura, que es esa idea de ver el vacío alrededor de los objetos. Cuando trabajo con la luz, la veo, pero también el vacío que se genera y el espacio que está ocupando. Para que la luz ocupe un determinado espacio tiene que haber un vacío previo que me permita llenarlo. Es un concepto filosófico, pero para mí es una realidad, veo el vacío y veo el lleno.
Y en este universo existe un cambio tecnológico importante: el LED. ¿Qué ventajas o inconvenientes encuentra en el diseño lumínico actualmente?
En mi caso, la técnica tiene que servir a lo que conceptualmente estoy intentando crear, en el formato. Si, por ejemplo, yo quiero que lumínicamente tener un rectángulo porque va en relación al discurso que estoy creando, voy a necesitar una luminaria que sea capaz de generar rectángulos. Y con el LED pasa lo mismo. Si yo necesito trabajar con un nivel de calidez y en ese momento lo único que está disponible es incandescente porque el LED no me lo da, entonces tiene sentido que vaya hacia una línea y no a otra. Se trata de que el concepto lidere las elecciones técnicas, porque después técnicamente lo puedo resolver de muchas maneras. Volviendo al ejemplo del rectángulo, existen muchas marcas que hacen luminarias, que son capaces de darme el rectángulo. Elegiré la que se adapta más al presupuesto, la que tenga el mejor acabado técnico o la que funcione con el protocolo que yo necesito, pero siempre la resolución técnica viene después. No obstante, hay que tener en cuenta que en el mundo profesional no iluminamos de la misma manera y nuestra imaginación se nutre de todo lo que vemos, por lo que no lo vemos todo de forma homogénea.
¿Qué obras que ha creado se siente más orgullosa?
Va por temporadas, pero una siempre se acuerda de las obras que salen mal como una pieza de light art que el ayuntamiento de la ciudad decidió que no podía haber oscuridad y le puso luz. No puedo dejar de acordarme del amor que le puse a esa creación y que solo cuatro personas pudieron verlo correctamente. También mi primera obra de teatro y lo nerviosa que estaba porque no había técnico, estaba sola pasando los cues o las escenas. Recuerdo que vino la directora a decirme que por favor apretara más despacio el botón que se escuchaba. Pero no me parece justo decir cuál de todos mis ‘hijos’ es mi predilecto. De todos los trabajos he aprendido y crecido. Mi carrera profesional es un poco parecida a la de Robert Wilson, con quien tuve la oportunidad de estar en uno de sus montajes en el Liceu y, sobre todo, me dio mucha impresión que el proceso de diseñar era exactamente como yo lo hacía. De iluminar, darse cuenta que esa luz no funciona, apagarla, encender otra… subir el volumen, bajar el volumen de la luz, pero con mi propia personalidad e imprenta.
Ha destacado sus incursiones en light art, pero, ¿qué opina sobre las voces discordantes alrededor de que light art no es iluminación?
Estoy en un momento un poco complejo emocionalmente porque estoy haciendo un doctorado, estoy en las fases finales y se basa en investigaciones sobre light art. Para mí el light art es una disciplina artística como la escultura o la pintura al óleo, con todo lo que implica. Una de las partes que más me gusta del concepto de disciplina artística es la investigación, que no es simplemente poner luces y ver qué pasa. Hay una rigurosidad en el trabajo artístico con la luz en el marco de esta disciplina y la técnica viene en función de un desarrollo conceptual que tiene que existir. Y, obviamente, como en cualquier otra disciplina artística, hay que saber manejar el pincel con destreza para poder utilizarlo. Hay que ser capaz de manejar la luz y la técnica para crear obras con una consistencia artística porque sino son experimentaciones o ensayos que, obviamente, tienen un valor. Hay que tener en cuenta que no todas las obras que estén hechas de luz son light art, ni todas las obras de light art están hechas con iluminación artificial. Hay obras de light art que están creadas con luz solar, otras con fuego, hay obras de light art que hablan sobre la oscuridad y donde no hay luz… Pero el trabajo y el eje de desarrollo es la luz. La luz es lo que guía. Y hay una definición que la uso que dice que el light art es la disciplina en la cual la luz es el material principal de creación, la luz es el lenguaje y el mensaje. Pero cómo será la complejidad del elemento que, al mismo tiempo, es un material maleable. Ahí es donde puedo sumergirme en la profundidad de la relación con la luz.
Esa creación surge de una investigación y/o experimentación previa desde vuestro laboratorio.
Sí. Eso es parte del cambio que tuvimos en 2020 cuando nos dimos cuenta que queríamos desarrollar un laboratorio sobre el elemento lumínico. Y no se trata de usar solo el software, sino que su eje vertebral intrínseco es la exploración con la luz como material. Durante este tiempo hemos recibido profesionales de más de 20 países con visiones muy diferentes sobre la vida y sobre la luz, sobre su creación artística para compartir esa experimentación, ya que este contacto me permite reflexionar sobre mi propia práctica de forma constante. Es una manera de reflexionar, de percibir la profesión porque he tenido momentos de mucha oscuridad a nivel humano y profesional, momentos en los que de repente estaba haciendo un show y haber sentido que la técnica iba a funcionar, pero buscas más creatividad. Es como un duelo porque uno construye una identidad en los espacios en los que habita y decir, aunque sea temporalmente, que no te apetece construir en esos mismos espacios es duro, pero necesario para impulsar nuevas creaciones alrededor de la luz.
Imagen de la pieza ‘Cómo hacer una obra para romperla’ de PNCN.
En esta creación, ¿la luz es infinita?
Si la luz es infinita entonces todos somos infinitos. Es más un trabajo sobre cuáles son los límites. Hay una imagen que me gusta identificar. Es como las personas que practican free diving que no se sumergen libremente bajo el mar, sino que existen unos límites de seguridad, como puede ser una cuerda, que es lo que les permite avanzar hacia el interior del mar. Eso es para mí la luz. No es tan lejos puedo llegar, sino qué tan profundo en mí puedo crear.
Defiende el concepto de New Surfaces for Our Light to Exist (Nuevas superficies para que exista nuestra luz). ¿Cómo lo materializa en sus proyectos?
Surge tras el momento de haberme dado cuenta que, en ese espacio, en esa matriz que me alojaba, yo ya no podía crecer. Como una planta, que la raíz es más grande que la maceta, entonces ¿qué haces? ¿La dejas ahí o cambias de maceta? Esto se traduce en el plano real en poder conectar con otros clientes, en abrirme a otras tipologías de proyectos.
¿La formación es básica en iluminación?
Yo vengo del mundo académico y no hay nadie más formado que yo en este momento, porque lo único que estudié en toda mi vida ha sido iluminación. Es cierto que la perspectiva académica venía desde el lado de la iluminación del espectáculo, pero fueron cinco años de diseño de iluminación y todas las otras formaciones intermedias que hice en color grading o en negocios siempre vinculados a la iluminación. Así que la formación es fundamental y le tengo mucho respeto también a mis estudiantes porque ellos han elegido estar conmigo para que pueda brindarles algo de mí y también tener un feedback muy valioso de ellos. Soy muy consciente de que ya sea involucrándome en proyectos educativos o no, lo que yo haga moldea la realidad de quien viene detrás de mí. Es como, yo no puedo aceptar unas determinadas condiciones de trabajo, porque si las acepto, ¿qué repercute al que viene después de mí? Tengo que ser responsable en eso.
¿El Lighting Designer empieza a tener reconocimiento en nuestro país?
Creo que el Lighting Designer empieza a tener protagonismo, pero todavía nos queda mucho recorrido. Sería importante que los Lighting Designer salgamos de nuestras cuevas, nos presentemos al mundo y seamos capaces de compartir nuestro trabajo con los demás, porque si no, nadie nos reconocerá nunca. Obviamente, lo que está sucediendo ahora es fruto del tiempo, la influencia de las redes sociales que, de alguna forma, democratizan la información y de mucha gente que ha decidido dar un paso adelante, pero todavía nos falta mucho trabajo como comunidad profesional.
Forma también parte de la asociación Women in Lighting. ¿Hay que visibilizar también la figura de la mujer en la profesión?
En arquitectura no sé porque son más mujeres que hombres, pero me parece que es algo que sucede en el ámbito de la iluminación de espectáculos que está más masculinizado y la visión que un diseñador de iluminación está más vinculado a la técnica, a tirar cables, poner equipos, tener fuerza... Y voy más allá porque hoy en día hay una conversación pendiente a nivel social referente a la conciliación familiar. Siento que trabajando en arquitectura todavía los tiempos son más dilatados, pero en diseño lumínico de espectáculos hay un desarrollo y unas agendas muy diferentes. Y me refiero a conciliación familiar para todos, tanto hombres como mujeres. Hay que entender que los diseñadores podemos querer formar una familia.
Me comentaba antes que tiene la capacidad de elegir a sus clientes, pero ¿qué tiene pendiente en su carrera profesional?
Aprovecho esta entrevista para hacer un llamamiento al universo porque hay una banda de kpop que a mí me gusta mucho que se llama BTS y me encantaría hacer el diseño lumínico de su tour mundial. En el ámbito del light art me apetece hacer alguna exposición en el museo Pompidou en Francia, en el MoMA o en algún Guggenheim porque siento que en el contexto galería/museo el desarrollo del tiempo de la pieza puede ser otro. En un festival los cambios lumínicos son más rápidos, pero en el contexto galería hay como otra posibilidad de expansión. Y después, a nivel arquitectónico, me gustaría hacer algún espacio sacro, alguna catedral, algún espacio de culto porque es muy diferente. Es dar a luz de una forma más espiritual. Finalmente, pese a que trabajé en la última edición de los Juegos Olímpicos, en la parte del broadcasting, me gustaría hacer un diseño de iluminación de una apertura o cierre de algunos Juegos Olímpicos.
Es una persona muy polivalente que no se cierra a ninguna disciplina. ¿Nos podría adelantar algún proyecto de futuro?
Hay un par que no puedo desvelar, así que deben permanecer en el anonimato, pero también estoy inmersa en mis proyectos educativos y resto pendiente de la resolución de algunos concursos públicos.










