Menaje de mesa y cocina 119

comunidades autónomas y, por lo tanto, resulta complejo obtener datos globales que den una idea real del panorama. Soluciones para todas las necesidades Existen cuatro tipos de soluciones para dar respuesta a la tarea de separar los residuos. Por un lado, los cubos individuales, una apuesta que va ganando terreno y que concentra muchas de las novedades. Por otro, los conjuntos modulares, donde los cubos se suman unos a otros según diferentes sistemas; y los compuestos, que consisten en un único cuerpo con diversos receptáculos en su interior. Estas dos primeras categorías son complementarias: a menudo los conjuntos modulares son la suma de cubos que también pueden ser adquiridos de manera individual. Del mismo modo, los cubos compuestos suelen incluir una versión simple, con un solo receptáculo. En tercer lugar, hallamos los sistemas integrados en los muebles de la cocina o del lavadero (existen muchas firmas que comercializan soluciones de fácil instalación, en un campo cercano al bricolaje). Y finalmente, encontramos las soluciones no rígidas o muy ligeras, que muchos consistorios han repartido entre sus ciudadanos, a menudo consistentes en simples bolsas de colores, reutilizables y resistentes. Cualquier contenedor debería ser suficiente para recoger los residuos que una familia media, de cuatro miembros, genera en una jornada. Los receptáculos en el interior de los cubos varían por lo general entre 8 y 18 litros. Lo ideal es que no todos los contenedores tengan el mismo tamaño, sino que se adapten al volumen de la fracción: no ocupa lo mismo un envase que los restos orgánicos de comida; ni todos los residuos se generan con igual frecuencia. La tendencia más evidente es el incremento de capacidades de los contenedores: cada vez son más los modelos con un volumen superior a 25 litros. Algunos cubos están pensados para poderse colocar en el suelo, que es lo habitual, pero también encima de la encimera de cocina. También es común que dispongan de un sistema de colgado en la pared y son muchos los fabricantes que optan por cubos modulares, que pueden apilarse verticalmente o unirse horizontalmente, componiendo islas que cada consumidor combina a su manera. Para la apertura de la tapa, el sistema más habitual es el de pedal, aunque se están generalizando los mecanismos de pulsación, que funcionan con una simple presión de la mano. También aparecen las tapas que pueden bloquearse para que permanezcan abiertas y, de este modo, facilitar la tarea de tirar los residuos (es importante, por ejemplo, cuando se trata de la fracción orgánica, en los cubos diseñados para encimeras). Los receptáculos deben estar provistos de asa y algunos incorporan una zona de agarre en la base, para vaciarlos con facilidad. Los puntos de sujeción de la bolsa de basura deben ser suficientes para asegurar que ésta no se mueva y que no se pueda derramar su contenido. Al tiempo que se cuidan todos estos detalles de tipo funcional y práctico, se echa mano de la creatividad y se incorpora plenamente el diseño, convirtiendo el cubo no ya en algo necesario (pero molesto) sino en un objeto decorativo, que «queda bien» en nuestras cocinas. En esta línea, vemos que evolucionan algunas propuestas, como las que podemos ver en estas páginas, sobre todo de la firma Brabantia: el contenedor de residuos se convertiría en un objeto de diseño, con una estética muy alejada de la habitual, que hace incluso olvidar la verdadera función del elemento. Los bordes de los cubos suelen ser redondeados y suaves, reforzando de este modo su carácter compacto. Y, a nivel de limpieza, ésta se facilita si se evitan los espacios de difícil acceso y si se incluyen elementos desmontables, como bandejas inferiores. «Los fabricantes de cubos de reciclaje ponen su grano de arena a la hora de fomentar la separación de residuos, ideando los sistemas más variados para facilitar la tarea y pensando en todo tipo de consumidores: en los que disponen de espacio suficiente en sus hogares y en los que no. La variedad de propuestas es importante» 20 años sensibilizando a los ciudadanos La Ley de Envases se puso en marcha hace apenas 20 años y ha tardado unos cuantos en ser asumida plenamente por la sociedad. Si en 2007 el porcentaje de reciclaje de papel y cartón se situaba en el 70%, en 2015, última cifra disponible del Ministerio de Medio Ambiente, alcanzó el 77%. En cuanto al vidrio, se ha pasado de un 55,8% al 66,2%; y del 62,8% al 79,9% en los metales. Porcentajes que aumentan en el plástico y los envases, del 23,3% al 44%; y del 56,1% al 74,8%, respectivamente. Aun así, un informe publicado por la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) coloca a España muy por debajo de la media europea al afirmar que únicamente recicla el 33,3% de los residuos que genera, frente al 45% de media de los países de la UE. Lo cierto es que, en estos años, las administraciones han puesto en marcha medidas para derribar una de las principales barreras del reciclaje: la distancia entre los hogares y los contenedores. Hoy, en las calles españolas hay un contenedor cada 100 metros. En concreto, existen más de medio millón de puntos azules y amarillos, según Ecoembes, algo que, sin duda, ha contribuido a que algunos niveles de reciclaje en España estén por encima de los europeos. Un ejemplo son los plásticos, que se sitúan en un 63,8%, frente al 22,5% de la media europea; o la madera, que está en el 57,9%, frente al 15% de Europa. Otra cuestión es la calidad de la materia. Según la Asociación Española de Recicladores Recuperadores de Papel y Cartón, hay una “elevada” cantidad de impropios presentes en estos contenedores. Su estimación se sitúa en torno al 10%. Una tendencia nueva, que está comenzando a calar en la mentalidad española, es la economía circular. Un modelo que lucha contra el consumismo y que promueve el crecimiento económico a través de la producción de bienes y servicios sostenibles, reduciendo el consumo de energía y la generación de residuos. 54 - menaje

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