OPINIÓN

¿Es cierto que hay más mortalidad entre las empresas familiares?

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Aprovechando que recientemente conmemoramos el Día Internacional de la Empresa Familiar, que se celebra cada año el 5 de octubre, en este artículo intentaré arrojar algo de luz a una de las grandes creencias sobre las empresas familiares: Su elevada mortalidad y su condena a la desaparición.

Más allá de mi humilde experiencia como consultor de empresas familiares en Family Business Solutions, quiero compartir con vosotros las cifras objetivas que se han dado a conocer este mismo año en la última encuesta elaborada por el Instituto de la Empresa Familiar. El estudio, titulado ‘Relevancia y supervivencia de la Empresa Familiar: La empresa familiar en España en 2025’ analiza la supervivencia de las empresas familiares y la compara con la de las no familiares, precisamente para confirmar o desmentir esta creencia sobre la mortalidad en las empresas familiares.

Y sin más preámbulo, abordaré el quid de la cuestión.

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Empresas jóvenes (0-29 años)

El citado estudio ha constatado que antes de los 29 años, es decir, en compañías de reciente creación o ‘jóvenes’, suele haber una mayor proporción de empresas no familiares que desaparecen. Las causas pueden ser diversas, pero me gustaría hacer un apunte aquí sobre algunas ventajas intrínsecas a las empresas familiares, que contribuyen a su continuidad y que habitualmente no tienen (o tienen en menor medida) las no familiares. En las empresas familiares, la mayor orientación en el largo plazo; el mayor grado de compromiso, dedicación y lealtad de los que trabajan en ella, tanto familiares como no familiares; el conocimiento a fondo del mercado; la apuesta por la innovación; la confianza y buena reputación entre clientes y proveedores; la mayor flexibilidad competitiva, así como la agilidad a la hora de tomar decisiones… todo ello aumenta sus probabilidades de sobrevivir.

Por otro lado, como el estudio afirma que las empresas familiares suelen ser menos productivas que las no familiares en términos de facturación o de valor añadido por empleado, también constata que las empresas familiares son más rentables. Esto se debe a un mayor margen sobre ventas y a una mayor rotación de activos, así que enhorabuena por este aspecto positivo.

Empresas maduras

En cambio, el estudio del Instituto de la Empresa Familiar señala que, en la etapa de la madurez, sí que existe un mayor riesgo de desaparecer para las empresas familiares en comparación con las empresas no familiares, especialmente a la hora de afrontar los primeros relevos generacionales y, sobre todo, cuando no se planifican adecuadamente.

Concretamente, hay una importante proporción de empresas familiares que desaparecen entre los 29 y los 48 años de antigüedad, que es cuando habitualmente se produce el relevo de la primera a la segunda generación de la familia y de la segunda a la tercera generación. En esta etapa sí que se puede afirmar que mueren más las empresas familiares y que, por tanto, se trata de un periodo muy crítico para la continuidad de la empresa familiar.

Del total de empresas familiares estudiadas, solamente el 30,9% se encontraba en segunda generación, es decir, compañías consolidadas, que hubiesen superado al menos un proceso de relevo generacional y de entre 25 y 49 años de edad. Y únicamente el 1,3% de las analizadas era empresa familiar longeva y había logrado superar, por lo menos, dos procesos de relevo generacional y llegar a la tercera generación familiar o posterior (cuarta, quinta…). Las empresas familiares longevas son las que tienen por lo menos 50 años de antigüedad y que, como mínimo, están en manos de los nietos después de haber sido fundadas por sus abuelos más de medio siglo atrás.

Conclusiones finales

Con todo, el estudio destaca que, desde 2015 (año en que el Instituto de la Empresa Familiar llevo a cabo el anterior estudio) a 2024, han sobrevivido más empresas familiares que no familiares. Concretamente, el 77% de las familiares analizadas hace diez años todavía perdura a día de hoy, frente al 73,1% de las no familiares. Además, actualmente, la edad media de las compañías familiares en funcionamiento también es mayor que la de las no familiares (30 años vs. 27 años).

En conclusión, a pesar de las dificultades para abordar exitosamente el primer y segundo relevo generacional, me atrevo a afirmar que, en general, la continuidad y longevidad de la empresa familiar es algo mayor a la de la no familiar y desmentir que las empresas familiares estén de por sí condenadas a la extinción, sobre todo cuando cuentan con el acompañamiento adecuado para afrontar, planificar y llevar a cabo el traspaso a la siguiente generación.

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