5 preguntas que nadie se atreve a hacer en empresa familiar

A lo largo de mi trayectoria profesional, he tenido la suerte de trabajar con varios centenares de empresas familiares del país, de las cuales unas cuantas pertenecían al sector de la ferretería. Si algo me sigue llamando la atención es que, ya sea la primera, segunda, tercera e incluso cuarta o quinta generación familiar, las dudas y los temores a la hora de empezar a preparar el relevo generacional casi siempre son los mismos.

El relevo generacional es un momento de transición delicado, que generalmente se vive con cierto miedo a lo desconocido y mucha incertidumbre, algo que en algunas familias se convierte en un freno al proceso. Para evitarlo, os comparto las preguntas más habituales que me hacen las familias empresarias y sus pertinentes respuestas.

A veces es fácil identificar que ha llegado el momento de dejar la empresa familiar. Conforme os acercáis la edad de la prejubilación y vuestros hijos están ya en la madurez, es natural ver que ha llegado el momento y empezáis a informaros sobre el relevo generacional y el Protocolo familiar. Que haya buenos resultados empresariales (o, por lo menos, cierta estabilidad) y que exista una buena relación familiar también son señales de que os encontráis en un buen momento para empezar a ceder las riendas de la empresa familiar.

En otros casos, sin embargo, no es tan sencillo de ver. A pesar de que ha llegado el momento “temporal”, os entran las dudas sobre si es el momento adecuado porque no os encontráis en las condiciones óptimas en la empresa y en la familia. Con base en mi experiencia, suele ser preferible no posponer sine die el proceso esperando al momento perfecto, por lo que, en estos casos más complejos, recomiendo encarecidamente que un consultor de empresa familiar os acompañe para facilitaros la transición.

Es normal tener miedo a que la empresa familiar se acabe vendiendo o que termine cerrando, pero hacer predicciones de antemano sobre el futuro de la compañía no garantiza nada. Yo me he encontrado con empresas familiares de todo tipo: desde las que tenían todos los números para no continuar y lo han logrado, hasta las que parecían invencibles y no han corrido la misma suerte que las primeras.

Es cierto que ha calado mucho en la sociedad la creencia de que sobrevivir al relevo generacional en una empresa familiar es muy complicado y con razón, pues los diferentes estudios al respecto han constatado lo difícil que es que la empresa familiar sobreviva en manos de los hijos (segunda generación) y de los nietos (tercera generación). Pero difícil no significa imposible, ni siquiera improbable. Con el acompañamiento adecuado, es posible lograr que la empresa familiar continúe a lo largo de las generaciones, con armonía familiar y eficacia empresarial.

Para evitaros frustraciones y decepciones, ya os anticipo que, en realidad, casi nunca hay un sucesor ideal ni una respuesta correcta a esta pregunta. Entiendo que os sea muy difícil, como padres, elegir a uno solo de los hijos para ocupar el cargo de director general al frente de la empresa familiar. ‘¿Cuál lo hará mejor?’ ‘¿Escojo al más formado o al más experimentado?’ ‘¿Mis hijos entenderán la elección?’ ‘¿Se llevarán bien entre ellos cuando yo ya no esté?’ Estas suelen ser dudas habituales para las que normalmente no tengo respuesta.

Lo que sí que puedo deciros es que suele ser útil valorar objetivamente determinados aspectos como la formación, la experiencia, las aptitudes personales, las competencias profesionales, la vocación y el grado de confianza de la familia. Reflexionar sobre estos puntos puede ayudaros a elegir al más indicado, o por lo menos al más preparado, para tomar el relevo.

Y llegamos a la cuestión económica del relevo generacional. La respuesta aquí es ‘depende’. El precio del Protocolo familiar puede oscilar desde los cinco mil euros, el más económico, hasta los cuarenta mil, el más caro. Los más baratos suelen ser son un corta y pega de otros Protocolos familiares, que por norma general no se ajustan a las necesidades de la familia empresaria, o documentos estándar realizados por bufetes que no son especialistas en empresa familiar. Los más costosos suelen estar bien hechos, pero, habitualmente, su precio tan inflado responde al hecho de que los hacen grandes consultoras, con unos costes fijos de infraestructura muy elevados. En la franja intermedia es donde normalmente encontramos las mejores propuestas de valor, que prevén la intervención de varios consultores especializados en distintas áreas —empresa, fiscalidad, psicología…— y se ofrece un asesoramiento a medida.

La jubilación es algo que, a veces, puede parecer inconcebible en empresa familiar y, sin embargo, tarde o temprano, llegará un día en el que nos daremos cuenta de que quizá es momento de jubilarnos. O, por lo menos, de que toca empezar a planificar nuestra marcha, ya sea porque el Protocolo familiar establece una fecha límite o porque sentimos que es el momento de dejar espacio a los que suben.

Es natural que surjan dudas sobre cuál será nuestro rol a partir del momento en que dejemos de trabajar activamente en la empresa familiar. Cuando hablamos de jubilación, generalmente nos referimos a salir del día a día y de la gestión, pero esto no significa desvincularse por completo del negocio. Es posible (y muy valioso) encontrar otras maneras de seguir dando apoyo a la empresa familiar durante unos años más a través de los órganos de gobierno (el Consejo de Administración y el Consejo de Familia). Así, pues, no se trata de un adiós, sino de un hasta luego.