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Ciencia cosmética en 2025: innovación con propósito

Por Meritxell Rulo, vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Químicos Cosméticos (SEQC)

04/08/2025
Meritxell Rulo, vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Químicos Cosméticos (SEQC)
Meritxell Rulo, vocal de Comunicación de la Sociedad Española de Químicos Cosméticos (SEQC).

El sector cosmético destaca por su apuesta constante en innovación. Según la Asociación Nacional de Cosmética y Perfumería, las últimas cifras confirman que es un sector que invierte un 3,7%, o lo que es lo mismo, 307 millones de € anualmente. Esta innovación está fuertemente ligada a diferentes vectores que van moldeando el sector para dar fruto a los cosméticos que hoy ya están en las estanterías y aquellos que se están ‘horneando’ en diferentes laboratorios. Los principales indicadores que guían la innovación son: la presión regulatoria; la presión de las redes sociales, tanto como canal de información como de desinformación; la exigencia de sostenibilidad y responsabilidad junto a la transparencia; así como a la eficacia y seguridad de los productos.

A todo ello debemos sumar la aceleración tecnológica como catalizador que en algunos casos es visible por parte del consumidor, con la aparición de pequeños electrodomésticos para su uso en casa, como por ejemplo a base de LED’s que irradian a diferentes longitudes de onda o aparatos profesionales en centros de estética más sofisticados. Ahora bien, la nueva era tecnológica que está moviendo el mercado, no es visible por el consumidor. Nos referimos a la inteligencia artificial para el diseño, desarrollo y producción de ingredientes y cosméticos, que es una decisión adoptada por algunas marcas para diferenciarse en el sector.

En resumen, este es un momento alucinante para el mercado cosmético en España.

Marco regulador: entre la vigilancia y la anticipación

En España, como parte de la UE, todos los productos cosméticos están sujetos al Reglamento relativo a productos cosméticos (CE) nº 1223/2009, el Reglamento CLP (CE nº 1272/2008) y el Reglamento REACH (CE nº 1907/2006). Este compás normativo marca la identificación de diferentes sustancias como por ejemplo CMR, disruptores endocrinos y nanomateriales, así como la aparición de nuevos reglamentos, como el Reglamento (UE) 2023/2055, que modifica el anexo XVII del Reglamento 1907/2006 (REACH) en relación con las micropartículas de polímeros sintéticos, que tanto ruido mediático viene generando en la actualidad. Esta regulación dinámica crea una necesidad de revisión y reformulación constante y el resultado es que uno de cada tres productos en los últimos dos años ha sido reformulado con el compromiso de ofrecer productos más seguros, eficaces y sostenibles.

A estos reglamentos y sus modificaciones debemos sumar las normativas que el mercado va adoptando y que dan respuesta a necesidades del consumidor, como por ejemplo, la solicitud de fórmulas más naturales y sostenibles, apoyándose en normativas como la ISO 16128 que actualmente juega un papel destacado en el mercado, permitiendo realizar cálculos sobre el origen y porcentaje de ingredientes en un producto cosmético, de modo que cada vez vemos más fórmulas en el mercado que reivindican su naturalidad con porcentajes, como por ejemplo 85% o 98% de ingredientes naturales o ingredientes de origen natural. En la actualidad los consumidores exigen productos que sean eficaces, pero también productos más éticos y esta es la razón por la que otras normativas se hacen relevantes como por ejemplo la nueva normativa ISO 23675:2024, conocida como ‘Double platte method SPF’, que tiene por objetivo un test in vitro reproducible en el que la aplicación de la crema solar se realiza de forma precisa y homogénea con el uso de un robot, al objeto de sustituir la reproducibilidad existente por la actual operativa manual y evitar el uso de un test in vivo para el cálculo del SPF de las cremas solares.

En resumen, los departamentos técnicos deben adoptar una actitud proactiva, no solo para cumplir, sino para anticipar. La vigilancia toxicológica, la validación de reivindicaciones, la gestión documental y la evaluación de la exposición acumulativa son hoy pilares estratégicos. Además, la armonización internacional de normativas plantea retos adicionales para empresas exportadoras.

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Tendencias: biotecnología, IA y sostenibilidad

La biotecnología ha dejado de ser una promesa para convertirse en una herramienta clave, consolidándose como una nueva plataforma de investigación y desarrollo de nuevos ingredientes, como por ejemplo péptidos biomiméticos, postbióticos, enzimas recombinantes o activos fermentados que permiten desarrollar fórmulas más eficaces y estables, con un menor impacto ambiental. Como consecuencia, la industria invierte en biorreactores y en la investigación de microorganismos, abriendo nuevas posibilidades para la obtención de ingredientes funcionales.

La inteligencia artificial, por su parte, está revolucionando la formulación predictiva. Algoritmos capaces de modelizar interacciones entre ingredientes, predecir estabilidad o incluso anticipar preferencias del consumidor, están optimizando los ciclos de desarrollo. Asimismo, herramientas de ‘machine learning’ permiten correlacionar estructuras moleculares con propiedades sensoriales o bioactivas, acelerando la innovación.

En paralelo, la sostenibilidad se consolida como eje transversal. Desde envases reciclables, hasta procesos de producción con menor huella hídrica y energética, la cosmética del futuro será circular o no será.

El sector se dispone a alcanzar el reto de ser un sector Net Zero como resultado de una demanda que sigue en auge de productos ‘clean’ y sostenibles. En consecuencia, los consumidores tienen a su alcance más productos con reivindicaciones sostenibles que se traducen en la reducción de emisiones para el sector. Es interesante ver que el stream 1 y 2 en la producción de CO2 en la fabricación de un cosmético es mínimo, comparado con el stream 3. Las emisiones stream 3 son las que tienen mayor peso, tanto downstream, es decir, el impacto de emisiones de los fabricantes de ingredientes que puede variar del 30% al 50%, como upstream, debidas al consumo del cosmético que puede aportar entre un 40% al 80% de las emisiones. Estos resultados nos ponen sobre la mesa que la tendencia para reducir emisiones de carbono en un futuro puede ser, por ejemplo, el desarrollo de un champú que requiera menos agua para enjuagarse o requiera de menos cantidad de champú para limpiar el cabello y, siguiendo el mismo ejemplo, esto se traduciría en ¿los consumidores van a cambiar sus hábitos de enjuagado? ¿la marca va aceptar vender menos cantidad de champú? De modo que se abren muchos interrogantes con pocas respuestas hoy en día, pero abren discusiones en el mercado para los productos del futuro.

Posteriormente al análisis de la huella de carbono, las marcas se plantean un estudio más exhaustivo que es la evaluación del ciclo de vida del producto (life cycle assessment (LCA)), determinando el impacto medioambiental potencial de un cosmético, que no solo abarca las emisiones Co2, sino también su impacto debido a ecotoxicidad, sobre el agotamiento del agua, debido al uso de la tierra de cultivo… etc, entre otros.

Teniendo en cuenta que los procedimientos para conseguir determinar estos análisis son de una complejidad digna de estudio, debemos añadir que el mercado está dispuesto a que la trazabilidad sea la punta de lanza de la transparencia que exige el consumidor, para dar respuesta a sus inquietudes como, por ejemplo, ¿a qué profundidad del océano estaban las algas de las que se extrajo el ingrediente de la crema antiarrugas que usa cada noche? Como resultado, esta situación exige que las marcas tengan departamentos en los que se complementan responsables de suministro de ingredientes con responsables en sostenibilidad y transparencia para localizar al proveedor que les garantice la mejor solución para la integridad de su marca en el mercado.

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Avances científicos e ingredientes de referencia: de la Vitamina C, pasando por el estrés oxidativo y llegando a los ‘hallmarks of ageing’

La cosmética antiedad ha evolucionado desde una visión sintomática hacia un enfoque etiológico. El paradigma de los ‘hallmarks of ageing’ permite diseñar estrategias dirigidas a reparar el ADN, modular el microbioma, eliminar células senescentes o estabilizar telómeros. Existe una novedad de ingredientes, pero también una nueva forma de comunicar los ingredientes ya eficaces. Nos fijamos en ensayos como ADN-array para entender el mecanismo de actuación y comunicarlo al consumidor, siendo este enfoque integrador la traducción de fórmulas más sofisticadas y personalizadas.

Siguiendo una visión de productos ‘clean’, las marcas reivindican ingredientes de referencia en el mercado, que fácilmente el consumidor puede reconocer como eficaces, pero actualmente los formuladores buscan nuevas vías para obtener productos más eficaces. A modo de ejemplo, la formulación antioxidante se basa ahora en sinergias moleculares validadas: vitamina C estabilizada, ácido ferúlico, niacinamida, coenzima Q10, resveratrol, entre otros, vehiculizados mediante sistemas como liposomas, nanoemulsiones o hidrogeles inteligentes. La eficacia se mide en biomarcadores, no en percepciones subjetivas y se valida mediante estudios in vitro, ex vivo e in vivo.

Además, la investigación en epigenética, metabolómica y microbioma cutáneo está abriendo nuevas vías para la personalización cosmética. La integración de datos ómicos en el desarrollo de productos permitirá una cosmética verdaderamente de precisión en los próximos años.

Cabe destacar en 2025 el auge de la comunicación de un cosmético y su relación con la neurociencia: los neurocosméticos. Este concepto no es novedoso en 2025 pero sí que se va asentado una relación directa entre ingredientes o fórmulas que aportan un bienestar medido por su efecto neurológico, con test objetivo.

Un paso firme en redes sociales

Las redes sociales son el acelerador exponencial que ofrece vías de comunicación con un impacto que no deja de crecer, siendo la generación Z, la generación de la era digital, la que tiene más peso en la decisión de los futuros cosméticos a través del uso en determinadas redes, así como la compartición de contenido como por ejemplo en TikTok o Instagram. Ahora bien, no todo son ventajas para el mercado, debido a que el poder de las redes sociales también sirve para propagar a la misma velocidad información no contrastada que acaba calando en la mentalidad del consumidor como una necesidad incuestionable. Como resultado, algunas marcas se ven en la necesidad de cumplir con tales expectativas, reformulando sus productos a pesar de ser conocedores que es un simple capricho de la desinformación en redes. Al igual que las fake news, la desinformación y propagación en las redes que afecta al mercado cosmético, puede ser debido a una falta de educación científica de quienes inician el comentario que posteriormente se viraliza, pero también cabe la posibilidad de cuestionarnos qué razones económicas pueden estar detrás, ya sean a nivel individual de unos pocos, como de empresas o posibles holdings empresariales.

Esta realidad exige la necesidad de tener una voz objetiva con base científica contrastada poniendo de manifiesto el rol crucial de la Sociedad Española de Químicos Cosméticos (SEQC), como organización sin ánimo de lucro que, con la colaboración de profesionales del sector, trabaja para que el mercado cosmético siga siendo un sector innovador y referente en nuestro país y a nivel global. Su divulgación científica, a través de cursos presenciales y online permite estar al día de las novedades del sector promoviendo la formación y desarrollo no solo de cosmetólogos, sino también de otros profesionales del sector, destacando su servicio de consultas para que todos tengamos información de valor y contrastada.

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Conclusión 2025: el rol del cosmetólogo

En 2025, el cosmetólogo o químico cosmético ya no es solo un formulador, es un integrador de ciencia, normativa, sostenibilidad y experiencia de usuario, siendo su rol estratégico, así como su impacto, transversal. La química cosmética del presente exige rigor, visión y compromiso. Y es que innovar no es solo crear algo nuevo, sino hacerlo mejor. Y para hacerlo mejor, hoy, significa hacerlo con propósito.

Fuentes de consulta:

Asociación Nacional de Cosmética y Perfumería, Mintel, Greenhouse-Gloss-beauty-NZIU-report.pdf (windows.net)

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