Absentismo, crisis y otras variables
Con ello no niego la afirmación contraria, que podría presentarse de este modo: “La crisis provoca un descenso de las bajas laborales, y por lo tanto, bajan los niveles de absentismo, situándose estos en un 2,95% en el año 2012”
Aunque las cifras no mienten, a veces, o casi siempre, la simplicidad de un titular es demasiado peligrosa.
Partiremos de la hipótesis –la veracidad de la cual me cuestiono seriamente- que la crisis está pasando y que esos brotes verdes son reales. Y que por ello, los datos de absentismo aumentan de nuevo situándose en un 3,5%. ¿Significa eso que ese 0,55% que antes no faltaba al trabajo, y ahora sí, está fingiendo una enfermedad? ¿Son ese 0,55% de la población unos vagos? Simplistas, nos podemos poner todos.
“La recuperación y la mayor seguridad en el trabajo aumentan la duración de las bajas”
Curiosamente, los países donde más absentismo laboral hay son aquellos donde la cobertura social está más extendida. Son aquellos donde una baja no cuesta días de salario y son aquellos donde un trabajador puede acceder a los servicios sanitarios a coste cero.
Aunque en ningún momento se puede negar que existe -y que hay que erradicar- esa tendencia cultural tan nuestra, llamémosla “la picaresca española”, no hay que echarle la culpa de todo.
Quizás la hipótesis debería plantearse al revés. ¿Por qué en los países donde la sanidad es un negocio hay menos absentismo? ¿Es que están los empleados más comprometidos con las empresas? ¿O es que quizás, y solo quizás, no pueden permitirse enfermar? ¿Son esos 10 días perdidos al año en España una tasa muy elevada de absentismo, o por el contrario, son esos 4 días de EEUU una tasa sorprendentemente baja? ¿Ha reparado alguien en los niveles de presentismo de dichos países? ¿Podrían ser inversamente proporcionales? Un dato curioso: Con la pandemia de la Gripe A, más de ocho millones de trabajadores estadounidenses acudieron al lugar de trabajo pese a estar enfermos y pese al clima de histeria sospechosamente creado respecto a la enfermedad.
En este sentido, resulta evidente que el tipo de contrato, la precariedad laboral y la facilidad de despido son factores claves para faltar (o no) al lugar de trabajo. El miedo a perderlo hace que muchas personas acudan en condiciones de salud cuestionables a trabajar, y ya no solo hablamos del malestar del afectado, sino de la probabilidad de contagio a sus compañeros, que obviamente se multiplica de forma exponencial.
La lacra del absentismo persigue a este país desde hace décadas, no es algo circunstancial. Aunque en ningún momento se puede negar que existe -y que hay que erradicar- esa tendencia cultural tan nuestra, llamémosla “la picaresca española”, no hay que echarle la culpa de todo.
No es momento de entrar a profundizar sobre otros muchos indicadores -aunque es imprescindible mencionarlos- que probablemente inciden directamente en las cifras de absentismo, además de la famosa crisis.
Estoy hablando de las condiciones laborales, del bienestar físico y psicológico del empleado, de la satisfacción y de la conciliación familiar. La coyuntura es algo a tener en cuenta, pero la cultura empresarial de este país puede ser crucial para controlar los niveles de absentismo.
Me arriesgaría a decir que en el caso hipotético de que los factores anteriores marcaran la cultura empresarial en España, los estudios sobre absentismo podrían perder protagonismo.