Atmósferas Peligrosas (‘ATPE’)
Paula Llull09/02/2015
La campana de cristal hiper-protectora no existe. Aunque no seamos conscientes, nos desenvolvemos en un medio hostil dentro y fuera del trabajo. Son muchas las atmósferas peligrosas con las que cohabitamos a diario. Hablamos de ello en esta edición, pero glosaremos aquí algunas de estas “atmósferas peligrosas”.
La mezcla de oxígeno con un gas o polvo y la aportación de una fuente de ignición (una simple chispa) son suficientes para desencadenar una explosión de efecto destructivo y letal.
En la escala nanométrica el tamaño importa mucho: la nocividad es inversamente proporcional al tamaño. El cuerpo humano no tiene barreras efectivas contra los nano-tóxicos, cuyo potencial nocivo llega hasta inducir daños en nuestro ADN celular. El mundo del trabajo entra en una dimensión de toxicidad sin precedentes. Pero es que los nano-elementos han llegado a la sopa (nano-ingredientes, nano-mejorantes y conservantes, etc.). Después está la ‘nano-belleza’. Las cremas ‘anti-aging’ (anti-envejecimiento) pueden cumplir su cometido enviando a algunos de sus consumidores/as al otro ‘barrio’ (antes de que envejezcan y luzcan arrugas). De ahí su efecto ‘anti-envejecimiento’.
La toxicidad que provocan estas toxinas -naturales o artificiales- altera nuestro Sistema Nervioso. Un neurotóxico es todo aquello susceptible de producir disfunción neuronal, o cambios químicos o estructurales en el sistema nervioso. La neurotoxicidad se manifiesta con síntomas que dependen de la dosis, la vía de absorción, la duración de la exposición y los factores-variables individuales. La alta concentración de una neurotoxina induce la muerte celular, con sintomatología como la pérdida de control motor (descoordinación), colapso cognitivo y disfunción del sistema nervioso autónomo.
En una época en que se habla de ‘empresas saludables’, es obvio reconocer que el contrapunto lo tenemos en las ‘organizaciones tóxicas’. Existen muchas empresas –permítaseme la expresión- que son como “ATEX-Psicosociales”. Se asemejan a atmósferas explosivas, donde el ‘combustible’ es el estrés, el ‘comburente’ es el enrarecido aire-clima de trabajo, y el ‘detonante’ son las chispas que saltan de las relaciones viciadas y contaminadas con basura emocional, sobrepresión, incomprensión, incomunicación, o falta de recompensa… Y la consciencia por parte de las víctimas de que la situación no sólo escapa a su control, sino que les desborda, rompiendo su equilibrio psico-emocional.
Sí, los trabajadores enfrentamos muchas atmósferas peligrosas (físico-químicas y psicosociales). Su prevención pasa por el conocimiento del riesgo (evaluación), además del necesario empleo de EPIs, en unos casos, y de técnicas de gestión del estrés y psicología positiva, en otros.
- ATEX (Atmósferas Explosivas)
La mezcla de oxígeno con un gas o polvo y la aportación de una fuente de ignición (una simple chispa) son suficientes para desencadenar una explosión de efecto destructivo y letal.
- Nanopartículas (corpúsculos ínfimos)
En la escala nanométrica el tamaño importa mucho: la nocividad es inversamente proporcional al tamaño. El cuerpo humano no tiene barreras efectivas contra los nano-tóxicos, cuyo potencial nocivo llega hasta inducir daños en nuestro ADN celular. El mundo del trabajo entra en una dimensión de toxicidad sin precedentes. Pero es que los nano-elementos han llegado a la sopa (nano-ingredientes, nano-mejorantes y conservantes, etc.). Después está la ‘nano-belleza’. Las cremas ‘anti-aging’ (anti-envejecimiento) pueden cumplir su cometido enviando a algunos de sus consumidores/as al otro ‘barrio’ (antes de que envejezcan y luzcan arrugas). De ahí su efecto ‘anti-envejecimiento’.
- Sustancias neurotóxicas (multitud de productos químicos)
La toxicidad que provocan estas toxinas -naturales o artificiales- altera nuestro Sistema Nervioso. Un neurotóxico es todo aquello susceptible de producir disfunción neuronal, o cambios químicos o estructurales en el sistema nervioso. La neurotoxicidad se manifiesta con síntomas que dependen de la dosis, la vía de absorción, la duración de la exposición y los factores-variables individuales. La alta concentración de una neurotoxina induce la muerte celular, con sintomatología como la pérdida de control motor (descoordinación), colapso cognitivo y disfunción del sistema nervioso autónomo.
- Atmósfera peligrosa (ambiente psicosocial y estrés)
En una época en que se habla de ‘empresas saludables’, es obvio reconocer que el contrapunto lo tenemos en las ‘organizaciones tóxicas’. Existen muchas empresas –permítaseme la expresión- que son como “ATEX-Psicosociales”. Se asemejan a atmósferas explosivas, donde el ‘combustible’ es el estrés, el ‘comburente’ es el enrarecido aire-clima de trabajo, y el ‘detonante’ son las chispas que saltan de las relaciones viciadas y contaminadas con basura emocional, sobrepresión, incomprensión, incomunicación, o falta de recompensa… Y la consciencia por parte de las víctimas de que la situación no sólo escapa a su control, sino que les desborda, rompiendo su equilibrio psico-emocional.
Sí, los trabajadores enfrentamos muchas atmósferas peligrosas (físico-químicas y psicosociales). Su prevención pasa por el conocimiento del riesgo (evaluación), además del necesario empleo de EPIs, en unos casos, y de técnicas de gestión del estrés y psicología positiva, en otros.