Karoshi no perdona
Redacción Protección Laboral27/10/2016
En Japón, China y Corea del Sur, morir por trabajar demasiado no sólo es posible, sino probable. Tanto, que el suceso tiene su propio nombre. En China (donde se estima que mueren hasta 1600 personas al día) lo llaman 'guolaosi' y en Corea 'gwarosa'. Pero el nombre más popular es el del país nipón: karoshi, que este año ha alcanzado un nuevo récord de cifras de muertos.
En estos países, hacer “muuuchas” horas extra y pocas vacaciones está bien visto y, para algunos trabajadores, es casi moralmente obligatorio. Con esto, acaban haciendo jornadas de hasta 90 horas semanales, como en el caso de Kiyotaka, un joven de 34 años que se suicidó al no poder soportar la presión a la que se veía sometido por parte de sus superiores. Según su familia, Kiyotaka estaba convencido que si no hacía todas esas horas le podrían despedir y reemplazarlo rápidamente por otro.
Se calcula que en Japón mueren cada año miles de personas por dolencias relacionadas con trabajar demasiado. El suicidio es quizá uno de los peores casos, al poder indicar que la víctima sufría depresión, aunque bien es cierto que es difícil determinar la causa principal de un suicidio. Aun así, estas jornadas infinitas traen muchas más consecuencias como la fatiga mental y/o física, ansiedad, problemas de sueño, frustración, burnout, abusos de sustancias que permitan “sobrellevar” este difícil horario e incluso obesidad o problemas cardíacos, si el empleo en cuestión requiere estar siempre sentado. Un peligroso cóctel que no nos extraña que pueda llegar a la muerte. Pensemos que algunas compañías han optado por instalar camas en sus oficinas para que los trabajadores no tengan que desplazarse a su casa por tan poco rato.
Porque aunque tenga un nombre exótico, estamos hablando de explotación, al fin y al cabo. Los familiares de los trabajadores que mueren por trabajar demasiado tienen derecho a cobrar una indemnización. Eso si se demuestra que el empleado hizo más de 100 horas extra el último mes o bien un mínimo de 80 en los dos meses anteriores a la muerte. Debido a las sentencias que castigan esta práctica, algunas empresas ya están tomando medidas para luchar contra el karoshi.
El gobierno nipón, por su parte, está intentando acabar con la cultura de las eternas horas extra, tan arraigada en el país. El Ministerio de Salud, por ejemplo, tiene un órgano específicamente dedicado a la prevención del karoshi. Éste organiza conferencias y produce propaganda para cambiar la manera de pensar, tanto de empresarios como de empleados. Pero las acciones no han sido suficientes, puesto que las muertes siguen aumentando. Las medidas necesarias, según el Consejo Nacional de Defensa de Víctimas de Karoshi, serían prohibir las excesivas horas extraordinarias. Pero el gobierno las permite, si hay acuerdo entre la compañía y el trabajador. Nosotros también pensamos que, además de concienciación, detener el karoshi debe ser una cuestión de ley.
En estos países, hacer “muuuchas” horas extra y pocas vacaciones está bien visto y, para algunos trabajadores, es casi moralmente obligatorio. Con esto, acaban haciendo jornadas de hasta 90 horas semanales, como en el caso de Kiyotaka, un joven de 34 años que se suicidó al no poder soportar la presión a la que se veía sometido por parte de sus superiores. Según su familia, Kiyotaka estaba convencido que si no hacía todas esas horas le podrían despedir y reemplazarlo rápidamente por otro.
Se calcula que en Japón mueren cada año miles de personas por dolencias relacionadas con trabajar demasiado. El suicidio es quizá uno de los peores casos, al poder indicar que la víctima sufría depresión, aunque bien es cierto que es difícil determinar la causa principal de un suicidio. Aun así, estas jornadas infinitas traen muchas más consecuencias como la fatiga mental y/o física, ansiedad, problemas de sueño, frustración, burnout, abusos de sustancias que permitan “sobrellevar” este difícil horario e incluso obesidad o problemas cardíacos, si el empleo en cuestión requiere estar siempre sentado. Un peligroso cóctel que no nos extraña que pueda llegar a la muerte. Pensemos que algunas compañías han optado por instalar camas en sus oficinas para que los trabajadores no tengan que desplazarse a su casa por tan poco rato.
¿Luchar contra la explotación?
Porque aunque tenga un nombre exótico, estamos hablando de explotación, al fin y al cabo. Los familiares de los trabajadores que mueren por trabajar demasiado tienen derecho a cobrar una indemnización. Eso si se demuestra que el empleado hizo más de 100 horas extra el último mes o bien un mínimo de 80 en los dos meses anteriores a la muerte. Debido a las sentencias que castigan esta práctica, algunas empresas ya están tomando medidas para luchar contra el karoshi.
El gobierno nipón, por su parte, está intentando acabar con la cultura de las eternas horas extra, tan arraigada en el país. El Ministerio de Salud, por ejemplo, tiene un órgano específicamente dedicado a la prevención del karoshi. Éste organiza conferencias y produce propaganda para cambiar la manera de pensar, tanto de empresarios como de empleados. Pero las acciones no han sido suficientes, puesto que las muertes siguen aumentando. Las medidas necesarias, según el Consejo Nacional de Defensa de Víctimas de Karoshi, serían prohibir las excesivas horas extraordinarias. Pero el gobierno las permite, si hay acuerdo entre la compañía y el trabajador. Nosotros también pensamos que, además de concienciación, detener el karoshi debe ser una cuestión de ley.
