Cómo protegerse del sol más allá de la playa
Cada vez estamos más concienciados de los efectos adversos que tiene una exposición solar excesiva. Sin embargo, es común asociar estas consecuencias únicamente a la acción de broncearnos en la tumbona de la playa o piscina. La realidad es que existen más situaciones de riesgo en las que es importante protegerse de los rayos solares. Desde Asepal (Asociación de Empresas de Equipos de Protección Individual) advierten de que muchos trabajadores sufren constantemente los efectos nocivos de sol como pueden ser quemaduras de primer grado en la piel debido a que no emplean ningún equipo de protección ante la radiación solar en determinados puestos de trabajo. “Pedimos tanto a trabajadores como empleadores que por un lado evalúen el nivel de riesgo ante la exposición solar para determinar las medidas protectoras más adecuadas. En algunos casos utilizar cremas solares puede ayudar a evitar, por ejemplo, enfermedades tan dañinas como es el cáncer de piel y salvar sus vidas”, asegura así de contundente Luis Gil, secretario general y portavoz de la asociación.
La crema solar, por tanto, es un imprescindible no sólo en el neceser de playa sino también en los útiles de trabajo de aquellos trabajadores que desarrollen su actividad a la intemperie y que reciben directamente la incidencia de los rayos del sol.
Esta entidad sin ánimo de lucro recuerda que, según la normativa vigente, la crema solar puede entenderse como un EPI más, que puede prevenir al trabajador de una inminente enfermedad laboral.
“Recomendamos seguir las indicaciones de los fabricantes de estos fotoprotectores. Además, el número de aplicaciones de la crema solar en trabajadores dependerá del tipo y duración de la exposición. Dependiendo de si en el trabajo se está expuesto a sudoración, humedad, etc., deberá seguir las indicaciones del fabricante para reaplicar el fotoprotector debidamente”, explica el portavoz de Asepal.
La piel es la principal afectada en la exposición al sol con consecuencias que pueden ir desde la quemadura solar, pasando por el foto-envejecimiento, fotodermatosis, hasta el cáncer de piel. Sin embargo, la dermis no es la única zona del cuerpo que hay que proteger cuando se trabaja bajo el sol. Nuestros ojos son también muy sensibles a las radiaciones solares.
“Debido a que las consecuencias de la incidencia del sol en nuestros ojos no es visible como sí lo es el enrojecimiento de la piel, no empleamos las soluciones adecuadas para proteger nuestros ojos y esto es un gran error ya que puede dar lugar a diversos problemas y enfermedades como la fotoqueratitis y la fotoconjuntivitis (inflamación de la córnea y la conjuntiva por absorción de radiación UV, hasta el desarrollo de cataratas corticales”, expone Luis Gil.
En este sentido, las gafas de sol son más que un simple complemento de moda sino que se convierten en un dispositivo de seguridad que con un filtro solar adecuado permite trabajar de manera adecuada y sin riesgos. “No solo hay que proteger los ojos sino también otras zonas sensibles colindantes como párpados y parte superior de los pómulos”, concluye el secretario general de Asepal.