El riesgo de deslocalización en Europa hace saltar las alarmas

De no conseguir soluciones inmediatas a los principales retos a los que se enfrenta esta industria –y entre los que destacan el alto coste de la energía, el acceso igualitario a las materias primas, los altos costes por las emisiones indirectas de CO₂ y las políticas medioambientales como IPPC y REACH, se pondría en peligro la continuidad de un sector que representa el 2% del PIB europeo y que genera cerca de un millón y medio de puestos de trabajo entre directos e indirectos. En España podrían verse afectados más de 33.500 puestos de trabajo.

El español Javier Targhetta, presidente de Eurometaux y de Atlantic Copper, afirma que, “sin soluciones satisfactorias en estos campos, la competitividad del sector europeo se verá seriamente afectada por las ventajas de mercado y regulatorias con las que cuentan los países emergentes, lo que tendría graves consecuencias para su futuro y el empleo de la industria de metales no férreos en Europa”.

El uso y reciclado de los metales contribuye al desarrollo sostenible. El uso de algunos metales como el cobre, mejora la eficiencia de corriente, es decir, reduce el consumo energético y por lo tanto las emisiones de CO₂. En concreto el uso de motores de eficiencia eléctrica en toda la industria europea contribuiría a una reducción del consumo del 7%.

La reciclabilidad ilimitada de los metales sin perder ninguna de sus propiedades, también contribuye al cuidado del medio ambiente tanto por el propio reciclaje, se elimina un aparente residuo, como por el ahorro energético del proceso de transformación. La aplicación de los metales es fundamental para el desarrollo tecnológico y para la aplicación de procesos cada vez más eficientes y más respetuosos con el medio ambiente.

La industria europea de los metales demanda un mercado común europeo de la energía. El sector, cuyo consumo de energía supone de media hasta un 35% de sus costes de producción (cifra que en el caso de producción de aluminio se eleva hasta el 60%), critica la multitud de políticas energéticas existentes en el panorama europeo, lo que provoca su encarecimiento y no garantiza el suministro. Además, Europa carece de conexiones suficientes entre las diferentes regiones, que impiden el transporte de grandes cantidades de energía entre diferentes países, lo que hace que países como España sean autenticas ‘islas energéticas’.

En España, la situación es incluso más desoladora por la falta de un panorama mínimamente estable a largo plazo que incentive la inversión y por tanto la creación de empleo, desde la desaparición del régimen tarifario de alta tensión el 1 de julio de 2008. Esta situación reocupa a un sector que consume 11.000 Gwh, 6% del consumo eléctrico nacional.

“Este encarecimiento aumenta la incertidumbre a largo plazo, lo que conlleva a un freno de las inversiones. Si continuamos en esta línea la industria está destinada a desaparecer”, comenta Javier Targhetta.

El mercado de las emisiones de CO₂ es otro de los grandes retos a los que se enfrenta la industria de los metales no férreos. A partir de 2013, la industria europea sufrirá un incremento en sus costes de electricidad motivado por las emisiones de sus proveedores de energía, los cuales pasarán a la factura eléctrica los costes de sus derechos de emisión (emisiones indirectas). Esto ocasionaría un sobrecoste insostenible para la industria española entre 150 y 200 millones de euros, que le haría perder competitividad.

Según Javier Targhetta, “si los gobiernos nacionales no aplican las compensaciones contempladas por la Unión Europea, ello dará lugar al fenómeno conocido por “la fuga de carbono”: un proceso por el que la producción se desplazará a terceros países donde los costes relacionados con los gases de efecto invernadero son menores o inexistentes. Quizás disminuyan las emisiones de CO₂ originadas en Europa, pero a escala mundial se mantiene al mismo nivel o incluso se incrementan. Debemos vigilar que la apuesta por la sostenibilidad en Europa no traiga como consecuencia la pérdida masiva de empleos sin que a nivel global el cambio climático se beneficie”.

El acceso a la materia prima es vital para la supervivencia del sector de los metales no férreos. Se trata de un mercado global donde la industria europea tiene que importar gran parte de las materias primas, en el 2008 las importaciones ascendieron a 20.000 millones de euros. La industria está encontrando serias dificultades para mantener unas condiciones competitivas justas en el acceso a las materias primas que son necesarias para producir, reciclar y transformar los metales en Europa. Con frecuencia, el acceso está seriamente viciado por medidas proteccionistas de terceros países. Por este motivo, el sector demanda a las autoridades europeas y españolas la liberalización de los mercados y el levantamiento recíproco de barreras comerciales con otros países.

“Creemos que la industria de metales no férreos continúa teniendo su propio futuro en Europa. Sólo aquí contamos con la tecnología y los medios logísticos para reciclar una gran cantidad de materias primas. Todos los materiales que producimos son duraderos y el 100% es reciclable. Para mantener esta ventaja competitiva, creemos que es absolutamente necesario que Europa apueste por un enfoque integrado del acceso a las materias primas y abogue por un mercado global liberalizado sin proteccionismo unilateral”.

La industria europea lleva muchos años invirtiendo y ocupa una posición de liderazgo mundial en cuanto al impacto medioambiental por unidad de producción, adaptándose a las más exigentes y recientes normativas europeas como la IPPC y Reach ('Integrated Polution Prevention and Control and Registration', 'Evaluation and Athoritation of Chemicals').

La adaptación a estas políticas medioambientales ha supuesto para la industria un gran esfuerzo inversor y hoy en día se utilizan las mejores tecnologías disponibles en todos los procesos productivos. Las emisiones medioambientales están optimizadas y nuevas normativas enfocadas en reducir aun más el impacto medioambiental no serían viables y provocaría la deslocalización de este sector a países con una regulación medioambiental menos restrictiva.