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TECNOLOGÍA 69 trabajo, en la que se ha fundamentado el desarrollo de esta tecnología. En la actualidad, Jaume es investigador post-doctoral en la Washington University en St. Louis, Estados Unidos. “Nuestro sistema es relativamente sencillo. Funciona con un polímero polivinílico hidrófilo flexible, de un grosor de entre 200 y 300 micras, bastante corriente y económico, en cuyo interior se introducen partículas de un centenar de nanómetros de unas ceras, parafinas similares a las empleadas para hacer velas, que cambian de estado sólido a líquido en función de su temperatura de fusión”, explica Jordi Hernando. Estas partículas funden a temperaturas de 15 a 60 oC. Con una elección adecuada de la composición e índices de refracción de estos elementos, los materiales resultantes presentan una elevada transparencia a la radiación solar a bajas temperaturas, cuando las nanopartículas de ceras están en estado sólido; en cambio, cuando se calientan y se funden, los recubrimientos poliméricos se vuelven opacos y presentan una baja transmitancia a la radiación del sol. evitar deslumbramiento y/o conseguir privacidad), mediante la aplicación o no de un voltaje externo. VENTANAS REACTIVAS En el mercado existen ya propuestas que responden a estas exigencias, pudiéndose clasificar en sistemas estáticos y dinámicos. Los primeros, y más económicos, son recubrimientos sobre el vidrio que reducen la entrada de luz solar, tanto infrarroja como visible. Su principal inconveniente es que su funcionamiento en verano es eficiente, pero en invierno se comportan de igual manera, con lo que se pierde el aporte de luz y calor solar. Entre los sistemas dinámicos, se pueden distinguir dos grandes tipologías. Una de ellas incluye vidrios que contienen elementos que, mediante la aplicación de una corriente eléctrica o de temperatura, hacen que el vidrio pase de la transparencia a adquirir ciertas tonalidades; su coste económico suele ser elevado y, al estar basados en moléculas o pigmentos, su vida suele ser limitada. El otro tipo de sistemas, se basan en cristales líquidos o en dispersiones de partículas que modifican su estructura interna al aplicar una corriente eléctrica. Ello hace que pasen de un estado transparente, en el que la luz los atraviesa sin dispersarse, a otro opaco en que la luz se dispersa y penetra en menor medida. Su coste es bastante elevado, alrededor de 500 euros por metro cuadrado, y pueden tener arquitecturas bastantes complejas. La tecnología que nos ocupa en este artículo se incluiría dentro de los sistemas dinámicos, pero con la ventaja de basarse “en un sistema no cromogénico, no contiene ningún pigmento ni molécula encargados de absorber la luz, con lo que se evitan posibles problemas de estabilidad asociados”, explica Jordi Hernando, profesor del Departamento de Química de la UAB, y director, junto a Claudio Roscini, del ICN2, de la tesis de doctorado de Jaume Ramon Otaegui, investigador pre-doctoral en UAB-ICN2 en el periodo en el que se desarrolló el a) Flexibilidad de los films de polialcoholes y parafinas.. b) Fotografía de uno de los films de 42 cm de diámetro adherido a una ventana de vidrio. c) Fotografía de un sustrato de vidrio de 12x12 cm2 recubierto con un film. La región superior derecha del material se calentó selectivamente para mostrar el contraste entre sus estados transparente y opaco. d) Fotogragías de una película laminada a temperatura ambiente (izquierda) y tras calentarse por encima de 37oC. Figura reproducida del artículo publicado por los autores de la tecnología en Chem. Eng. J., 463, 2023, 142390.

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