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ENTREVISTA 48 ¿Esto os proporciona unos puntos de vista totalmente diferentes, que os hace proponer soluciones más creativas, más innovadoras, más valientes? PB- Yo creo que sí, cuando el lenguaje en un despacho es la profesión y no el idioma ni el origen social, cultural o económico, se crea una gran riqueza humana. Mucha de la gente que trabaja aquí ni siquiera son arquitectos, vienen de muchas otras profesiones que aportan a los proyectos otros valores al margen de la arquitectura. Yo mismo, no soy arquitecto. Pero la mezcla de individualidades, de gente que viene de raíces sociales y económicas tan alejadas y que se encuentran en las mismas condiciones en un despacho y en igualdad de pensamiento es una de las mayores satisfacciones de mi vida. En Francia se habla mucho de la meritocracia y de que hay una perpetuación de las élites. Tengo la impresión de que aquí lo hemos conseguido romper. Es algo muy bonito, no solo a nivel humano, sino que repercute en la capacidad que tiene el equipo como individuo de pensar más allá. Además, en el Taller no hay una estructura jerárquica que impida el crecimiento individual y la creatividad. Hace unos años, los ornamentos clásicos formalizaban vuestra arquitectura, pero en vuestras últimas obras han ido desapareciendo, con una formalización mucho más sobria. ¿Es el resultado de una evolución o una característica expresamente definida? PB- No hablaría de evolución. En la época de la que estamos hablando, el clasicismo implicaba la recuperación de un vocabulario clásico o culto, como decía Ricardo, en contraposición a una arquitectura que se había deshumanizado, había una necesidad de volver a nuestras propias raíces europeas, articulada en calles, plazas y jardines. Todo esto tenía sus bases y raíces en el Renacimiento y en el Clasicismo. Esta relectura del Clasicismo la hizo el Taller en Francia, concretamente en el proyecto Abraxas, que fue el primero, en un momento en el que había que dar una respuesta concreta a un problema de repetición debido a la prefabricación que existía en ese país en los años 70 y a la necesidad de construir rápido. Hormigón, más repetición, más prefabricación daban un resultado claro, la uniformidad de unos suburbios que, en una gran mayoría, eran el resultado de la vulgarización de un principio, convirtiéndose en la repetición infinita de unmismomódulo. Abraxas, en Marne La Vallée. Foto: Gregori Civera.

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