Situación de los mercados de electricidad en el sector siderometalúrgico español
Así de dura y contundente se presenta la situación en este momento en el que el mercado diario vuelve a romper, en los últimos días de agosto, la barrera de los 70 €/Mwh para situar su promedio del mes en 64 €/Mwh. Y lo peor es que estos no son los datos más preocupantes, ya que, si echamos un vistazo a la cotización del mercado de futuros para el cuarto trimestre, está cotizando por encima de los 74 €/Mwh. Con lo que el precio de cierre del año 2018 se situaría en el entorno de los 60 €/Mwh.
Aunque la CNMC calificaba la realidad que está reflejando el mercado en los últimos meses como coyuntural (desconozco si a día de hoy siguen calificándola de la misma manera), la realidad es que son datos demoledores para todas las empresas españolas, pero muchísimo más para un sector como el siderometalúrgico, que hace un uso intensivo de la electricidad y para el cual la partida de electricidad es una de las más relevantes, junto a las materias primas.
Por este motivo, se antoja complicado que muchas empresas del sector, que mantienen estable su demanda con un pequeño incremento del 0,2%, puedan cumplir los presupuestos que tenían previstos para el 2018. Y lamentablemente, si nos atenemos a las cotizaciones que actualmente refleja OMIP para el año 2019, augura un futuro aún más ‘negro’ al cortar por encima de los 62 €/Mwh.
Estos datos son aún más insostenibles para el sector si tenemos en cuenta su naturaleza internacional, que obliga a las empresas siderometalúrgicas españolas a competir con actores localizados en otros países que soportan costes de electricidad considerablemente inferiores, y cuyos mercados de electricidad no han tenido tendencias tan negativas como la de los índices españoles.
En este clima de clara incertidumbre sobre el futuro, el Ministerio de Industria no ha contribuido precisamente a reducirla, ya que no solo no ha intervenido de manera efectiva por el momento, sino que, además, en contra de las peticiones de todos los agentes del sector, decidió celebrar la subasta de interrumpibilidad para un periodo menor a un año. Los resultados de la subasta, a la que tan sensible es el sector, son dispares según se analice desde un punto de vista de consumidor o beneficiario, pero conllevando en todos los casos un incremento de la incertidumbre presupuestaria.
Ante esta situación podríamos profundizar en el análisis de las causas que están generándola u otros aspectos relacionados, pero hoy me gustaría centrarme en una reflexión de diferente naturaleza.
Para ello debemos remontarnos a diciembre del año 2016, momento en el que el mercado de futuros estaba cotizando para 2018 en 44 €/Mwh y surgieron, gracias a políticas comerciales muy competitivas de ciertas comercializadoras de primer orden, oportunidades de fijar precios en entornos de los 39 €/Mwh. Aquellos clientes que accedieron a esas ofertas y decidieron aceptarlas, que ya estaban contentos en ese momento, al estar formalizando contratos en niveles de precio inferiores a los que marcaba OMIP, imagínense como de satisfechos estarán con aquella decisión.
Soy consciente de que puede resultar un análisis ventajista, ya que desde la distancia siempre es más fácil juzgar las decisiones tomadas, ¿pero se imaginan que diferente podría ser la realidad a día de hoy de muchas empresas del sector si hubieran tenido la oportunidad de firmar esos contratos? Es de recibo admitir que los grandes consumidores del sector, aquellos que casi de forma obligatoria deben estar indexados al mercado diario, no podrían haber aceptado aquellas propuestas a precio fijo, ya que de haberse tornado erróneas podría haber puesto en peligro su supervivencia. Pero, sin embargo, para aquellas empresas de tamaño medio del sector, para las que la partida de energía aun siendo importante no es totalmente determinante para sus cuentas de resultados, sí habría supuesto una oportunidad de ahorrarse más de un 35% del coste que finalmente puede que tengan que soportar en 2018. Lo que la convierte, con el paso del tiempo, en una decisión estratégica que bien podría determinar el cumplimiento o no de sus objetivos para el año 2018.
Esta situación pone de manifiesto, que cada día más, la compra de energía puede convertirse en una decisión de gran importancia, no solo para los grandes consumidores, que contribuye de forma directa en el devenir de la compañía y la relevancia de contar con el asesoramiento externo de profesionales dedicados de forma exclusiva a estas categorías de gasto.
En cualquier caso, tanto para el cierre de 2018 como para 2019, habrá que continuar siguiendo muy de cerca los indicadores que están afectando a la situación actual, como son el encarecimiento del Brent, el efecto en el resto de materias primas, el rally de los derechos de emisiones de CO2, entre otros, y rezar para que la eólica sea capaz, a partir del cuarto trimestre del año, de dibujar una realidad diferente a la que marcan los mercados de futuros en este momento.