En la última novela publicada en España de Daniel Silva, novelista de intrigas de espionaje internacional, La violonchelista, se menciona al Grupo Wagner, una organización paramilitar de origen ruso muy activa en diferentes zonas del mundo con el objetivo, al parecer, de controlar materias primas, entre ellas, tierras raras. Al hablar de tierras raras estamos hablando de platino, paladio, rodio, cobalto, berilio, tantalio; desconocidos para el gran público, pero muy extendidos en la vida cotidiana: en nuestro teléfono móvil, por ejemplo.
En el momento que vivimos de transición energética y digital, con el coche eléctrico, por ejemplo, las tierras raras se encuentran en el centro del tablero geopolítico mundial. En la invasión de Ucrania, entre los porqués se baraja las abundantes reservas de litio que atesora su subsuelo, material, el litio, estratégico en la producción de baterías.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo industrial, y la consiguiente globalización, ha llevado a multiplicar por ocho el consumo de metales.
China, según el servicio geológico de EEUU, controla el 60% de las tierras raras del mundo. Además, China importa entre un 25 y un 30% de toda la producción mundial de materias primas y representa el 35% de la oferta mundial de bienes manufacturados.
Según un estudio publicado por la universidad belga KU Leuven, “Europa podría enfrentar problemas alrededor de 2030 debido a la escasez mundial de suministro de cinco metales, especialmente: litio, cobalto, níquel, tierras raras y cobre”.
Ahora mismo, la Unión Europea depende enormemente de la importación de estos materiales. En el caso del litio o de las tierras raras, en un 100%. Esta alta dependencia del exterior de elementos esenciales para la transición energética y digitalización supone un riesgo ya que depende de los vaivenes del comercio internacional. Así, la Comisión Europea reconoce que, debido a las limitaciones geológicas de la UE, la demanda futura de materias primas fundamentales seguirá cubriéndose en gran medida con importaciones.
Por todo lo anterior, tanto en España como en el resto de la Unión Europea, se necesita profundizar en el cambio de paradigma, de una Economía Lineal a una Economía Circular, si queremos desarrollar e intensificar nuevas fuentes de suministro local con protecciones ambientales y sociales. Así, el reciclaje se postula como una de las pocas opciones que pueden ayudar a lograr una mayor autosuficiencia y seguridad estratégica. Una cuestión que va a requerir realizar inversiones en infraestructuras y en concienciación y divulgación a la ciudadanía. Es decir, lo que viene a ser una apuesta por la economía circular ya incluida en la hoja de ruta climática comunitaria.
La gestión de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE)
En una sociedad de consumo como en la que vivimos, los residuos que generamos son un asunto capital, tanto por lo que tienen de residuo, obvio, como por lo que tienen de recurso. En el ámbito de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), según el estudio Global E-Waste Monitor 2020 de las Naciones Unidas, en 2019 se alcanzó el récord de generación mundial de residuos electrónicos con 53,6 millones de toneladas, con un crecimiento de generación superior al de la población del planeta. En esa generación de RAEE, Europa está a la cabeza, no en cuanto a números totales, pero sí per cápita, con 16,2 kilos por habitante y año.
Según el citado estudio, en 2019 tan solo se gestionaron en el mundo el 17,4% de los RAEE a nivel mundial; ya no solo es la contaminación y el colmatado de vertederos que esa mala gestión genera, sino la pérdida de recursos: las estimaciones indican que se perdieron en torno a 57.000 millones de dólares en materiales recuperables, aproximadamente el PIB anual de Eslovenia o Lituania.
Además de la cuestión económica, la gestión inadecuada de los RAEE agrava la lucha contra el Cambio Climático, porque si estos componentes no se reciclan, no pueden sustituir las materias primas, ni reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Por esta razón, este tipo de residuos se han convertido en las nuevas “minas urbanas” del siglo XXI.
El reaprovechamiento de los RAEE, además de necesario por razones medioambientales y de Salud pública, supone una oportunidad para las empresas y un nicho laboral que debería ir al alza.
A la crisis de las materias primas ya comentada, y de suministro de componentes esenciales, favorecida por el parón que supuso la pandemia en la fabricación y distribución, debido a la concentración en algunos países de los centros de producción, se une la demanda casi permanente, por parte del consumidor, de nuevas tecnologías que precisan de determinados componentes finitos en la Naturaleza. Además, se ha acelerado el proceso de digitalización de las empresas, a las que hay que dar soporte, y de los hogares, convertidos en auténticos centros en los que es posible teletrabajar, estudiar e interrelacionarse de forma online. Además, al permanecer más tiempo en casa, se ha incrementado el uso de electrodomésticos y las familias invierten más ahora en renovar y adquirir aparatos eficientes, que consuman menos electricidad.
Si la Unión Europea ya tenía claro que había que abordar y reducir esa dependencia, la determinación es más inaplazable ahora. El objetivo principal es potenciar, de forma definitiva, un uso circular de los recursos que existen o que ya han entrado en Europa y que obligará a todos los actores, generalizando procesos en los que la Fundación Ecolec lleva trabajando desde su fundación: reciclar y reutilizar, además de reducir y reparar, las famosas 4R.
Fundación Ecolec, creada en 2004 por la Asociación Nacional de Fabricantes e Importadores de Electrodomésticos de Línea Blanca (ANFEL) y la Asociación Española de Fabricantes de Pequeño Electrodoméstico (FAPE), actualmente ambas asociaciones bajo la denominación de APPLiA España, persigue el avance y consolidación del modelo de Economía Circular en nuestro país. Además, trabaja por reducir el impacto ambiental de los RAEE y por lograr que el país cumpla con las directrices europeas en materia de residuos y con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
En 2021 Fundación Ecolec gestionó casi 125.000 toneladas de este tipo de residuos en España, lo que supone un incremento del 8% con respecto a 2020. Es el único SCRAP (Sistema Colectivo de Responsabilidad Ampliada del Producto) que logra superar las 100.000 toneladas durante cinco ejercicios consecutivos. En cuanto a toneladas de RAEE gestionadas, en 2021, el podio nacional lo ocupan Madrid (23.157 t), Andalucía (18.578 t) y Comunidad Valenciana (15.090 t) que entre las tres concentran el 45% del total de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos gestionados por Ecolec en todo el país.
Desde el punto de vista de la recuperación de materiales en los electrodomésticos, Fundación Ecolec, gestionando 31.706 toneladas de residuos de frigoríficos durante 2021, se la logrado recuperar 902 toneladas de aluminio, 175 toneladas de cobre, 12.863 toneladas de metales férricos y 129 toneladas de metales no férricos, que se podrán utilizar para fabricar nuevos bienes de consumo.
Los nuevos hábitos de consumo, acelerados por la crisis sanitaria de la covid-19, y cómo el consumo y la generación de residuos van estrechamente unidos, nos tiene que hacer reflexionar sobre cómo hemos de abordar esta nueva realidad, más si tenemos en cuenta que nuestras cifras, las del Reino de España, en materia de gestión de residuos tienen un gran potencial de mejora: según datos de Eurostat, en lo que a residuos que depositamos en vertedero se refiere, España se encuentra en el quinto lugar de la UE-27 y el que más residuos vierte en términos absolutos.
Fundación Ecolec ha conseguido trasladar a la ciudadanía y a los diferentes agentes que intervienen en el ciclo de vida de los aparatos eléctricos y electrónicos, a través de su actividad y de diversas iniciativas (#GreenWeek, #GreenShop, #GreenLeague), la importancia de la correcta gestión de los RAEE como alternativa sostenible y necesaria para recuperar metales, algunos de ellos, valiosos.
Para esta gestión ha sido indispensable la colaboración y coordinación entre administraciones públicas, empresas privadas, fabricantes, importadores y distribuidores de aparatos eléctricos y electrónicos, gestores de residuos, agentes sociales y ciudadanía; todos ellos han considerado necesario e importante dar una segunda vida a los dispositivos electrónicos a través de su preparación para su reutilización o de su reciclaje.
Para terminar, como hemos mencionado anteriormente, la compra de aparatos electrónicos tiene una relación directa con el desarrollo económico mundial. También se ha señalado que este tipo de dispositivos forman parte de la rutina diaria de las sociedades modernas: es difícil imaginar una oficina sin ordenadores, un supermercado sin cintas para pasar los alimentos o un vagón de metro sin personas consultando sus móviles. Por tanto, se puede afirmar que, gracias a estos dispositivos, la vida de todos es más cómoda, si bien no debemos descuidar qué hacemos con estos dispositivos al final de su vida útil para aprovechar los recursos que en ellos se contienen: los recursos de la Naturaleza son finitos y debemos cuidar de nuestro hogar, la Tierra.
El objetivo principal es potenciar, de forma definitiva, un uso circular de los recursos que existen o que ya han entrado en Europa
España, en materia de gestión de residuos, tiene un gran potencial de mejora
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