Digitalizar no es comprar software: es cambiar cómo trabajamos
Evelio Sánchez, profesor del Máster en BIM Management de Zigurat Institute of Technology
19/09/2025
En construcción hablamos mucho de inteligencia artificial, gemelos digitales y plataformas colaborativas. Hablar de eso suena ‘a moderno’, pero demasiadas veces la conversación se queda en la superficie tecnológica. La verdadera transformación no consiste en sumar herramientas, sino en cambiar cómo piensan y se organizan las personas y los equipos que hacen posible cada proyecto.
Durante décadas hemos convivido con información fragmentada, incompleta o difícil de reutilizar. Ese déficit de datos fiables es el mayor freno a la digitalización. Aquí, el BIM es un buen aliado, no por el 3D, sino porque obliga a definir procesos, responsabilidades y estructuras de información. En otras palabras, convierte el dato en un activo que se puede planificar, compartir, auditar y explotar. Pero seamos claros: no basta con ‘implantar BIM’ ni con comprar software y ordenadores. Hay que asumir que gestionar la información con rigor es tan importante como ejecutar un forjado o levantar un cerramiento. Y son las personas las que generan y consumen la información, ¡no las máquinas!
Este cambio cultural es, además, urgente. El sector afronta una tormenta demográfica, ya que falta relevo generacional y la plantilla envejece. Digitalizar no es solo una cuestión de eficiencia o control; es también una estrategia de supervivencia para sostener el nivel de actividad con menos manos. La automatización de tareas, la integración de datos y la IA no sustituyen a los profesionales, sino que multiplican su capacidad y reducen la dependencia de un volumen de mano de obra que ya no existe.
En este escenario, la formación deja de ser un ‘plus’ y pasa a ser decisiva. Tal y como compruebo a diario cuando doy clases en el máster BIM de Zigurat, no se trata de esperar ‘la herramienta perfecta’, sino de aprender de forma continua, entender los flujos de información, mejorar criterios de calidad del dato y mantenerse al día de lo que ya está cambiando en el oficio. Quien domine el dato —nomenclaturas, responsabilidades, verificación, trazabilidad— manda en el proyecto.
La digitalización, entendida de este modo, deja de ser un escaparate y se convierte en una necesidad estratégica. No se trata únicamente de adoptar nuevas tecnologías, sino de repensar cómo concebimos y organizamos los proyectos, cómo compartimos la información entre agentes y cómo ponemos en valor el conocimiento generado en cada fase. El objetivo es así de simple y exigente: decisiones mejores, antes y con menos fricción.
El futuro inmediato pasa por una construcción más industrializada: más prefabricación, más off-site, más cadenas de suministro sincronizadas. Nada de eso funciona sin datos fiables, equipos formados y mentalidad digital. La ecuación es clara: tecnología + método + personas. Si uno de los tres falla, el castillo se cae.
Digitalizar, en definitiva, es una oportunidad para que el sector gane productividad, reduzca incertidumbre y entregue con más calidad. Pero empieza por dentro: por cómo trabajamos, cómo medimos y cómo aprendemos. Lo demás —las herramientas— viene después. Y encaja.






















