"La verdadera metamorfosis de la industria textil no reside solo en la tecnología, sino en la capacidad de las empresas para ponerla al servicio de las personas y del planeta"

Comprar ropa ya no es una transacción sencilla, sino una experiencia compleja que plantea grandes expectativas y desafíos tanto para las marcas como para los consumidores. En este contexto, la tecnología se ha convertido en un verdadero motor de cambio, permitiendo a las empresas anticipar tendencias, conocer mejor al cliente y personalizar la experiencia de compra, mientras los usuarios exigen cada vez más facilidad, variedad y transparencia.

En el evento anual de ARTE (Asociación Retail Textil España), celebrado en ISEM Fashion Business School, tuve la oportunidad de participar en el panel central para compartir mi visión sobre el presente y futuro del sector. Allí se puso de manifiesto que el futuro de la moda va mucho más allá de la tecnología y que el verdadero reto es encontrar el equilibrio entre datos, sostenibilidad y personas.

El sector textil español es hoy un auténtico motor económico y de empleo. El último informe de ARTE revela que la aportación total del retail textil a la economía nacional ha alcanzado su máximo histórico, superando los 23.400 millones de euros (1,7% del PIB español) y generando más de 374.000 empleos directos e indirectos. La industria destaca también por su fuerte presencia femenina, con un 74% de mujeres entre su personal, así como por su capacidad para multiplicar el impacto económico y laboral en otras ramas de actividad.

La digitalización, por su parte, se ha convertido en un vector estratégico. El sector textil es pionero en la incorporación de inteligencia artificial en todas las fases, desde el diseño hasta la experiencia del cliente. Mientras el consumidor se ha adaptado rápidamente a las nuevas tecnologías, las empresas del sector se esfuerzan por responder a ese ritmo, apostando por la formación y el desarrollo de competencias digitales. Actualmente, la intensidad digital del empleo en las empresas de ARTE alcanza el 14,5%, con un 10% de trabajadores especialistas digitales, cifras muy superiores al comercio minorista general.

Sin embargo, esta transformación genera nuevos desafíos. El sector textil, que tradicionalmente ha sido uno de los que más datos genera y mejor conoce a su cliente, afronta ahora la pérdida de acceso a esa información debido a los cambios regulatorios y tecnológicos. Por eso, el verdadero reto ya no es solo enseñar tecnología, sino cómo utilizarla de forma estratégica. El re-skilling debe ser parte de la cultura interna, y la formación tiene que adaptarse a las necesidades reales de cada organización, utilizando la inteligencia artificial para acelerar la difusión del conocimiento y cerrar la brecha digital sin dejar a nadie atrás.

La sostenibilidad también redefine sus fronteras. El sector avanza hacia una economía circular, priorizando la durabilidad de las prendas, la trazabilidad y el uso de materiales sostenibles. Destaca la reducción de emisiones: una empresa textil emite hoy un 22,8% menos de CO₂ por millón de euros de valor añadido que la media del comercio minorista, y ya se ha puesto en marcha el primer sistema colectivo de gestión de residuos textiles en España. Todo ello responde a una exigencia creciente del consumidor, cada vez más consciente del impacto de sus decisiones, aunque todavía enfrenta barreras como el precio o la falta de información fiable sobre la sostenibilidad real de los productos.

En este proceso de transformación, la clave está en el triángulo que forman la capacitación digital, la inteligencia artificial y las personas. Las empresas no pueden esperar a que el talento llegue ya formado desde fuera; deben ser protagonistas activos del cambio, comprometiéndose con la formación continua y con la creación de una cultura digital inclusiva, donde el pensamiento analítico y creativo adquiera un papel cada vez más relevante, según refleja el propio informe Future of Jobs.

La verdadera metamorfosis de la industria textil no reside solo en la tecnología, sino en la capacidad de las empresas para ponerla al servicio de las personas y del planeta. Estoy convencida de que el cambio empieza en el aula, en el equipo y en la cultura de cada organización. Solo así la innovación, la formación y la responsabilidad serán la base de un sector que teje su futuro con conciencia, creatividad y compromiso.