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Los trabajos verticales: aventura y perseverancia

Íñigo Villaseca, presidente de la Asociación Nacional de Empresas de Trabajo Verticales (Anetva)

31/01/2020
Íñigo Villaseca, presidente de Anetva
Íñigo Villaseca, presidente de Anetva.
En los últimos veinticinco años, desde la fundación en 1993 de la Asociación Nacional de Empresas de Trabajos Verticales (Anetva), los trabajos verticales han evolucionado sustancialmente en nuestro país. En gran parte, debido a la labor y esfuerzo realizado por la asociación. La mejora y evolución ha tenido como principal fundamento, en gran medida, la profesionalización y la formación de los trabajadores de trabajos verticales a partir de la aprobación del Real Decreto 2177/2004. Pero también en el espíritu de aventura y de perseverancia que las empresas han mantenido inalterable.
Después de más de veinticinco años de permanencia en el mercado ‘decorando’ las fachadas de los edificios y estructuras más singulares del país con nuestras cuerdas y arneses, podemos decir que los trabajos realizados mediante las técnicas de acceso y posicionamiento por cuerdas, como los define el Real Decreto 2177/2004 de trabajos temporales en altura, se han incorporado por completo al tejido productivo de nuestro país.
Si miramos con perspectiva y analizamos el proceso de evolución, intenso y profundo, de los trabajos verticales en España podemos comprobar que la esencia que los define, sin embargo, permanece inalterable. Los rasgos que definen esta actividad se mantienen desde su origen y constituyen, también, sus cimientos hoy en día. Son los pilares sobre los que apoyar, en este caso, dispositivos y puntos de anclaje, sobre los que sostener el tendido de trabajo y seguridad que permita acceder y realizar tareas en emplazamientos inaccesibles, complicados y/o desprotegidos.

Estamos hablando de un tipo especial de enfoque. De una mirada diferente y necesaria. Hoy ya imprescindible. Nos referimos a la actitud ante el trabajo que se plantea. Actitud con la cual siempre se va a resolver, solucionar, salvar los condicionantes, discurrir, probar… si me apuran hasta inventar soluciones particulares para cada ‘reto’. Este es el rasgo, para mí, más definitorio de los trabajos verticales: la actitud con la que planteamos los trabajos que el mercado propone se parece mucho más a la que tienen los aventureros que a la de un camarero cuando le piden la comanda o a la de cualquier otro trabajo rutinario.

Actualmente, es cierto, estamos en el reino del procedimiento de trabajo y la aventura ya no tiene sitio reconocido. Las técnicas de progresión por cuerda, los equipos, la formación que los trabajadores reciben y los profesionales imparten ya no dejan sitio para aventurarse. Digamos, una vez más, que los trabajos peligrosos están prohibidos y que todos queremos volver a casa tras el trabajo. Pero en los orígenes hubo que pensar en cómo adaptar nuestros conocimientos de espeleología o escalada, para probar si se adaptaban al trabajo que nos planteábamos. Si podíamos pintar, por ejemplo, una fachada colgando de la cuerda. Hubo que aventurarse a prever el tiempo que tardaríamos y, por tanto, el precio para realizar una obra con estas técnicas, pues no existían referencias algunas.
Como ocurre en tantas montañas o simas cuando se exploran por primera vez, no hay ni mapa, ni croquis, ni siquiera ubicación o manual de instrucciones. Los trabajos verticales se deben afrontar como retos más allá de un empleo cotidiano donde todo debe estar más medido y protocolizado. Para triunfar ante estos retos hay que tener, por tanto, tesón, empeño. Preservamos en la búsqueda de la solución, porque en la manera adecuada de resolver el problema está el éxito. Lo de menos es si este éxito significa hacer cumbre, terminar una instalación o una obra contratada.

La sencillez y la elegancia con la que se acaba resolviendo la obra es también un atributo que ha permanecido constante en la actividad de los trabajos verticales desde su origen y convivirá con ellas hasta siempre.

Con un petate a la espalda, conociendo las técnicas, habiendo acumulado experiencia y teniendo tesón y audacia, se puede acceder a cualquier punto de las fachadas de los rascacielos de nuestras ciudades. A puentes, estructuras, taludes, presa, pozos, puertos, chimeneas y atracciones de ocio, teatros, cúpulas iglesias, castillos, almenas, torreones y lo que nos proponga un mercado que premia nuestra perseverancia contratándonos, regulándonos y mejorando los equipos que utilizamos.

Estamos ante un sector que se sustenta, principalmente, en las competencias, cualidades y destrezas de los operarios que lo realizan. Todavía, en este momento, tiene más de artesano que de cadena de montaje. Tiene más de individualismos que de equipos, porque los equipos de trabajo, salvo muchas excepciones, no superan los tres componentes.

Mi visión del futuro de los trabajos verticales contempla un sector muy especializado en las técnicas que permiten el acceso y posicionamiento por cuerda, pero que está en pleno desarrollo todavía. Aún tiene que transformarse más, hasta llegar a la absoluta especialización en las tareas que ejecuta. De tal modo que veremos empresas que únicamente pinten. Otras que solo limpien, otras que hagan mantenimientos industriales, otras taludes, otras parques eólicos, etcétera. Así, por fin, se solucionará el eterno problema de cuál es nuestro oficio. Si recurrimos al ejemplo de un conductor, unos conducen motos, otros coches, otros camiones. Pero todos conducen y tienen su carné. Los trabajadores verticales llegaremos a algo similar.

Bien es verdad que en España el perfil medio de las empresas es de pequeñas y medianas empresas que realizan tareas diversas, muy cercanas a los trabajos de mantenimiento de instalaciones, y que conviven con otras más grandes, especializadas en el sector industrial, eólico, formación, etcétera. El ‘verticalero’ se adapta a la pyme, se forma en ella y pasa a formar parte del equipo aportando su valor añadido con el tiempo, una vez que la experiencia y la perseverancia van puliendo y afinando sus cualidades.

En Europa, las pymes son menos frecuentes. Las empresas son más grandes y tiene mercados sólidos, constantes y recurrentes, con una enorme demanda de estos servicios, lo cual le permite especializarse muchísimo en ciertas tareas, como el ‘batiment’ en Francia o los aerogeneradores en Noruega. También encontramos, como suele ser frecuente en Alemania, el perfil del trabajador autónomo bien formado y equipado que es reclamado en obras grandes que pueden durar meses y que va pasando de una obra a otra, independientemente de la empresa que lo contrate. Un trabajador autónomo muy especializado en trabajos específicos, bien pagados y mejor valorados.

En cualquier caso, seguiremos disfrutando de la evolución imparable de un sector que lleva la ‘aventura’ como madre fundadora y la ‘perseverancia’ como padre protector.

Los trabajos verticales se deben afrontar como retos más allá de un empleo cotidiano donde todo debe estar más medido y protocolizado

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