El futuro del I+D pasa por la Open Innovation

Cuando el profesor estadounidense Henry Chesbrough desarrolló el concepto de Innovación Abierta en 2003, se enfocaba principalmente en las grandes empresas cuyos departamentos de I+D, liderados por un puñado de estrategas, se consideraban incapaces de lidiar con la inminente llegada de tecnologías disruptivas, especialmente las digitales. Rápidamente, el mundo de los negocios adoptó sus conceptos, y los desarrolló, definió e implementó. Hasta tal punto que, 15 años después, prácticamente todas las grandes empresas han sucumbido a la Innovación Abierta con el objetivo de mantener su competitividad. Sin embargo, el propósito de la innovación colaborativa puede ser pasado por alto en el tumultuoso mundo de las startups.

Por supuesto, aún tenemos mucho que aprender y esperar de las nuevas empresas y de sus enfoques. Sí, la innovación abierta abre nuestros chakras tecnológicos a los descubrimientos clave de startups. Sí, la innovación abierta permite que el “modo startup” de los métodos de trabajo se filtre en nuestros procesos industriales, a menudo demasiado rígidos. Sí, es crucial que nos organicemos para identificar y calificar a las nuevas empresas con un gran potencial en todo el mundo. Sí, el personal puede y debe adoptar la innovación a su escala y mostrar su talento como creadores de ideas. Y sí, es mejor hacer todo esto en colaboración con el ecosistema.

¿Pero no es esto lo que están haciendo ya las empresas de ingeniería, al menos en parte? Tomando como punto de partida los retos de clientes industriales, las compañías buscan constantemente las mejores soluciones técnicas en estrecha colaboración con sus proveedores y, a menudo, con la ayuda de expertos externos como laboratorios académicos. Al igual que los grandes grupos industriales con los que trabajan, los especialistas en ingeniería no pueden dejar de poner en marcha procedimientos de exploración para detectar empresas que ayuden a hacer más eficaces sus servicios y añadan valor a las propuestas de sus clientes. Para poder alcanzar la excelencia técnica, y no sólo entre las startups, nuestros radares tecnológicos deben calibrarse para detectar tanto las pymes innovadoras, que cuentan con experiencia y conocimiento del mercado, como aquellos clientes que estén dispuestos a asumir las habilidades complementarias de una empresa de ingeniería internacional para desarrollar conjuntamente las innovaciones más atractivas.

La necesidad de innovar es indiscutible. Pero, ¿tenemos que recordar que el concepto de innovación no hace referencia sino a una invención que encuentra un mercado? Un mercado en el que los clientes, el personal operativo y otros actores del sector tienen un conocimiento experto. Un mercado que, de forma crucial, decidirá el destino de las ideas innovadoras que se le ofrezcan y no siempre sobre la base de criterios técnicos. Por esta razón, las relaciones que los especialistas en ingeniería forjan con las empresas de nueva creación (y las pymes) se derivan principalmente de una forma de innovación industrial abierta que debería tratar de desarrollar tecnologías incrementales y radicales. El objetivo es, de forma prosaica y como parte de un enfoque firmemente arraigado en la realidad operativa, ayudar a sus clientes a superar los obstáculos y mantenerse en la carrera. Este enfoque no es en absoluto incompatible con la exploración de ideas innovadoras; esta búsqueda es una parte intrínseca del ADN de un especialista en ingeniería y de su departamento de I+D.

En la práctica, ¿cómo podemos lograr que la Open Innovation sea más operativa, con sus ciclos de pruebas de concepto (1)? En este caso debe darse prioridad a lo concreto, a lo realista y a lo medible. Para darle sentido y hacer partícipes a los equipos de trabajo, lo ideal es que los proyectos se deriven de las necesidades de la empresa, es decir, de un cliente o de un miembro del equipo de una división operativa. También deben ser evaluados por profesionales experimentados: clientes, expertos en negocios, socios del sector en cuestión, etc…La libertad, la autonomía y el derecho a equivocarse son, por lo tanto, claves para una innovación industrial abierta y productiva.

Sin embargo, hay que tener especial cuidado con la posibilidad de obedecer instrucciones contradictorias. Existen dos ejemplos comunes y muy conocidos. En primer lugar, la creación de espacios dedicados a la innovación (aceleradoras, incubadoras, etc…) que pueden llevar a pensar que la innovación sólo es posible en un entorno específico, dejando el trabajo diario en manos de los “trabajadores”. En segundo lugar, el tan discutido “conflicto de compromiso”, en el que una empresa pide a sus empleados que innoven, pero sin modificar su trabajo (objetivos, recursos humanos, presupuestos, etc.).

Por lo tanto, la innovación industrial abierta no puede concebirse de la nada, y tampoco puede hacer una ruptura completa con el pasado. Su éxito depende en gran medida de que se incorpore a un marco industrial existente, con sus limitaciones, recursos, normas, hábitos, habilidades, etc. Es una buena noticia, porque como dijo Charles Baudelaire, “cuanto más restrictiva es la forma, más explosivamente surge la idea”.

(1) Prueba de Concepto: proyecto de prueba a pequeña escala realizado en condiciones reales con fines de validación técnica.

El grupo de ingeniería Segula Technologies, con más de 300 clientes industriales en todo el mundo y 200 proyectos de investigación al año, lleva décadas desarrollando Innovación Abierta con una gran variedad de socios. Además, ha decidido incrementar su colaboración con nuevas empresas y pymes innovadoras eligiendo un enfoque más operativo, estrechamente alineado con la situación técnica y económica y con las necesidades de los clientes.